Pistolero, antiperonista, periodista parlamentario, embajador argentino en China y abogado, Raúl Estrada-Oyuela fue muchas cosas, aunque jamás pensó que sería interpretado en una obra de teatro de la Royal Shakespeare Company, una que está dando la vuelta al mundo. Mucho menos por haber sido el arquitecto, junto a Angela Merkel, del Protocolo de Kioto, uno de los primeros y más grandes esfuerzos gubernamentales para reducir la contaminación y los efectos del cambio climático.
“Vino un actor español y estuvo un mes acá. Hablamos, me hizo muchas preguntas. Yo le dije que estaba bien su interpretación, aunque le faltaba la pelada y unos kilos de más. Pesaba como 107 en esa época”, deslizó Estrada-Oyuela, mientras jugaba con el martillo que usó en 1997 para cerrar el acuerdo planetario.
“Esto fue un obsequio que me dieron de Naciones Unidas por el protocolo”, aclaró.
A sus 83 años, Estrada-Oyuela no quiere viajar a Nueva York para ver la obra en Broadway. La artritis le hace difícil caminar largas distancias y prefiere refugiarse en el piso alto sobre avenida Las Heras, repleto de cruces —evidencia de su inocultable devoción católica— y libros recopilados durante sus múltiples aventuras diplomáticas. China, Austria, Washington; las fotografías dan muestra no solo del mundo que conoció, sino de la influencia que alguna vez tuvo. Y a pesar de que el tiempo lo despojó de cargos y de energía vital, ni los títulos ni la terca convicción que siempre lo caracterizó se vieron tocados.
“Puedo trabajar cuatro horas seguidas. Después me canso. Pero sigo trabajando. Ahora soy abogado defensor de los vecinos de la Boca por la causa Mendoza”, describió.
Además, Estrada-Oyuela sigue al día en la diplomacia climática y funge como consultor informal de varios políticos y abogados ambientales.
En una entrevista con LA NACION, habló de su pasado como partícipe del golpe a Juan Domingo Perón llamado la “Revolución del 55”, de su participación en el Protocolo de Kioto y el conflicto que tuvo durante el Gobierno de Néstor Kirchner. También opinó sobre el negacionismo climático del presidente Javier Milei y el de Donald Trump, y sobre los fracasos de la diplomacia en materia climática.
-¿Cómo del Protocolo de Kioto sale una obra de teatro?
-Porque había un artista. Los dos tipos que escribieron la obra, se entusiasmaron. Claro, les gustaba, vieron el tema y les interesó. En realidad, el foco inicial de ellos no era yo, sino el abogado de los del otro lado, el que hacía lobby petrolero, Donald Pearlman. Los autores me llamaron cuando empezamos y tuvimos un buen intercambio. Ellos tuvieron contacto con otra gente envuelta en el asunto, también con una mujer que era mi asistente de la secretaría.
-¿Usted la vio?
-No. Hoy no me muevo. Puedo laburar cuatro horas seguidas y luego no puedo más, entonces no voy a irme a andar en el avión, pasar a dar lástima por ahí… no me interesa. Mis hijos han ido. Y el actor, el que hace de Raúl Estrada, es un gallego. Me llamó por teléfono. Hablamos mucho, le di cosas, el tipo vino. Me preguntó si estaba bien cómo era y le digo: “Mira, suficientemente gordo estás”. Yo estaba bien gordo, entonces pesaba 104 kg, 105. “Lo que te falta es ser pelado”, porque el tipo tiene pelo.
-¿Sigue conectado con la política ambiental?
-Y… política ambiental casi no hay, ¿no? Lo que trato de hacer es trabajar en la causa Mendoza, que ahora está en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero en eso estoy solo porque yo represento a la Asociación de Vecinos de la Boca. Y estamos el presidente y yo, la asociación no existe más. La gente que estaba, era grande y se murió, o la cosa no está tan grave como estaba en los noventa. Porque antes se inundaba, y ahora no. Pero el agua está tanto o más podrida que antes.
-¿Por qué sigue trabajando en estos temas? Podría vivir de la jubilación y nada más.
-Porque me gusta, porque me siento útil. Yo soy un tipo comprometido con mis convicciones. Yo a los 15 años estaba en la conspiración contra Perón. Iba al colegio con un revólver 38. En esa estaba yo, era gorila. Mi viejo me tenía que ir a buscar cada 15-20 días a una comisaría, que me metían en cana. Hasta que el 16 de septiembre con el grupo del que yo formaba parte nos detuvieron a todos el día del golpe.
-¿Cómo empezó a trabajar con temas de ambiente y cambio climático?
-Hubo una conferencia muy grande en 1972 sobre los temas ambientales y esa conferencia la convocó el secretario general de Naciones Unidas, pero el clima no estaba entre los temas que consideraba, era básicamente para los temas de biodiversidad. Y en el 66, una señora, bióloga norteamericana, Rachel Carson, publicó un libro que se llamaba La primavera silenciosa. Lo que ella decía es que si se seguían usando los pesticidas que se estaban usando, Estados Unidos se quedaba sin pájaros. Ese libro tuvo un impacto de la gran siete, se publicó por capítulos en The New York Times. Yo fui entrando en esto dentro del espacio de negociaciones multilaterales. El Canciller me había dicho que me ocupara del tema y me fui formando. El último envión es cuando entra en vigor la convención de clima y se va a convocar la reunión que se hace en Berlín. Quien presidió esto antes que yo se retiró. Y yo quería ser el presidente, pero había otros también querían. Necesitaba que me votaran. Me faltaban los votos del grupo del Caribe. Entonces un amigo mío que era embajador de Antigua y Barbuda me dijo si podíamos conseguir un entrenador de fútbol para su selección nacional. Así que voy con Cancillería y les digo: “¿Nosotros damos asistencia técnica en materia deportiva?“. ”Sí, cómo no». “¿Podemos mandar a Antigua y Barbuda un entrenador de fútbol?“ ”Sí, ¿quién querés que vaya?“. ”Entonces lo llamé a un hijo mío que es un fanático de River, de la barra brava, y le dije: “Decime quién puede ser entrenador para ir ahí”. Y era el padre de otro amigo de él de la misma barra. Y bueno así conseguí ser presidente de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
-Habrá que agradecerle a River entonces…
-Y eso que soy de Boca. Y bueno, en esa COP 1 es cuando Angela Merkel hace el esfuerzo de generar el protocolo que se firmaría tres años después.
-Me imagino que fue muy difícil cohesionar todo…
-Ha sido desde el principio, desde que empezamos a negociar el convenio sobre cambio climático, fue difícil. Hoy es un desorden. Y lo que pasa que ahí tuvimos un período que nosotros decíamos que era el “dividendo de la paz” porque en el 90 se habían producido una cantidad de hechos que hicieron más fácil negociar. Había caído la cortina de hierro. El tono y el espíritu de colaboración sigue hasta el 2008, ahí empieza a decaer. En el 2010 se armó la podrida y entre tanto creció Putin.
-¿Qué pasa hoy en la Argentina?
-Y ustedes hablaron con el Subsecretario de Ambiente, te diste cuenta de que no tiene formación.
-Bueno, pero tampoco el Ministro anterior, Juan Cabandié tenía formación especializada…
-No, Claro. En la época de De la Rúa funcionaba bien. No es que fueran buenos los Secretarios de Ambiente, pero funcionaba. Aunque te digo la verdad, siempre hubo quilombo en materia ambiental.
-¿Cómo qué?
-Desde siempre. María Julia Alsogaray siempre tenía algún quilombo. Mentía, decía que en 1000 días iba a resolver la contaminación del Riachuelo. También estuvo Romina Picolotti, que terminó condenada por fraude. Y bueno, a mí, el Gobierno de Néstor Kirchner me sacó de mi posición por ser crítico.
-¿Por qué lo echaron?
-Fue el 21 de septiembre del 2007, era antes de empezar el periodo ordinario de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, el representante del PNUD en Buenos Aires convocó a un grupo de periodistas para que el Gobierno le explicara a los periodistas cómo venía la asamblea y qué iba a pasar. Cuando salí del recinto, cuatro o cinco cámaras me preguntaron cuál iba a ser la posición argentina en materia ambiental. Yo les dije: “Mirá, realmente no sé, porque la Argentina no tiene una política ambiental en ese momento”. El vicecanciller me llamó y me dijo que por favor desmienta lo que dije, que me querían echar. Yo le dije que no me retractaría y el que en ese entonces era Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, ordenó sacarme de ahí.
-¿Y qué piensa de todo lo que dice el presidente Javier Milei?
Él no tiene la menor idea del tema, eso está claro. Tampoco hizo lo que hice yo, de buscar un tipo que me explicara. No sabe lo que está pasando. No le importa tampoco. Pero está enquilombado, porque acá tenemos sequías e inundaciones que son un problema.
-¿Desde el multilateralismo es posible actuar frente a crisis tan grandes, cómo está?
-El acuerdo para reducir el agujero en la capa de ozono es una referencia importante de que sí. Pero este protocolo anduvo bien porque es negocio. Cuando vos tenés que sustituir una sustancia química por otra, los productores pueden ganar guita. En el caso del cambio climático, una fórmula es pasar de la nafta o el gas al viento, a la energía solar o a cualquiera de las renovables. Donald Trump paró mucho, por ejemplo, la introducción de vehículos eléctricos a Estados Unidos.
-¿Y cómo avanzar con personajes como Trump?
-En este momento, lo que no sirve para avanzar son los Estados Nacionales. Hay que avanzar sobre los gobiernos subnacionales como son las provincias y los municipios. California, en los Estados Unidos, es un buen ejemplo, así como también París o, acá en la Argentina, Santa Fe.