Nueva cultura laboral: ¿por qué ya nadie quiere ser jefe?

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MADRID.– La forma de relacionarse de la generación Z en el entorno laboral poco o nada tiene que ver con la de las generaciones previas. Para empezar, muchos de ellos no ambicionan alcanzar puestos de poder. Según un informe de la consultora Robert Walters recogido por The Guardian, un 52% de los trabajadores de la gen Z (nacidos entre 1996 y 2010) no quieren ser jefes intermedios. Los datos refieren a Reino Unido, pero el fenómeno se extrapola a otros países.

En opinión de Iñaki Ortega, doctor en economía y coautor del libro Generación Z: Todo lo que necesitas saber sobre los jóvenes que han dejado viejos a los millennials, esto responde a un cambio de mentalidad entre los jóvenes de este grupo poblacional: “La generación Z ha balanceado la importancia del trabajo. De la mentalidad de sus padres de ‘vivo para trabajar’ se ha pasado a ‘trabajo para vivir’. El empleo es un medio para poder tener ocio”. Por supuesto, esta tendencia laboral no representa a todos los jóvenes, puesto que hay veinteañeros que anteponen su carrera profesional a todo lo demás.

Incluso aquellos jóvenes que muestran ambición por crecer profesionalmente, no quieren hacerlo

En este dirección apunta Sebastián Corzo, Brand Health Tracking de Ipsos en España, cuando explica que “la Generación Z prioriza el equilibrio entre la vida laboral y personal y la realización personal y pueden buscar caminos alternativos hacia el éxito, como el emprendimiento, en lugar de ascender en la escala corporativa”. Incluso aquellos que muestran ambición por crecer profesionalmente, no quieren hacerlo a cualquier precio. Así lo reflejó la consultora McKinsey, que asegura que los Z con intención de convertirse en altos cargos esperaban “poder desempeñar el cargo de CEO de forma híbrida, priorizando la conciliación de la vida laboral y personal”.

Cambio de prioridades

El desinterés por ascender a cargos de responsabilidad tradicionales ha dado pie al término conscious unbossing, una adaptación del famoso conscious uncoupling que popularizaron Gwyneth Paltrow y Chris Martin al anunciar su separación amistosa en 2014. Tratar de entender este fenómeno en base a una sola razón es poco certero. No es que la generación Z no quiera trabajar o asumir responsabilidades, es que para muchos fijar límites en el entorno laboral es una forma de garantizar su bienestar en otros aspectos. Además de abanderar un cambio de mentalidad y de prioridades vitales, tienen otros motivos para sentirse poco atraídos por el rol de jefe o jefa. Por un lado, buena parte de este grupo de edad considera que el esfuerzo no siempre da sus frutos y que ser diligente, resolutivo y capaz en un puesto de trabajo no implica necesariamente reconocimiento ni posibilidades de promoción. Este sentir queda reflejado en un informe elaborado por Ipsos en junio de 2024, donde se señalaba que “solo 1 de cada 4 jóvenes en España, entre 16 y 24 años, cree que el éxito depende únicamente del esfuerzo y los méritos propios”. Es decir, una mayoría de los Z no cree en la llamada “meritocracia”. En el mismo estudio se observó cómo los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1964) son los que más confianza depositan en la meritocracia (42%), con una diferencia de 15 puntos sobre la Generación Z.

Un buen salario tampoco es una razón de peso para una generación acostumbrada a lidiar con la incertidumbre del futuro a corto plazo

Un buen salario tampoco es una razón de peso para una generación de jóvenes acostumbrada a lidiar con la incertidumbre del futuro a corto plazo. De acuerdo a una publicación del Foro Económico Mundial, la generación Z valora el salario menos que cualquier otro grupo de edad y antepone la flexibilidad y el teletrabajo como una prioridad.

Por otro lado, preservar la salud mental evitando el estrés es igualmente clave para muchos de los jóvenes recién aterrizados en el mercado de trabajo. Este tema se convirtió en debate público cuando la gimnasta Simone Biles, nacida en 1997, decidió retirarse de los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 y hacer un parate en su carrera, a pesar de estar en lo más alto, para priorizar su salud mental. Disfrutar de tiempo de ocio fuera de la oficina es otro de los factores detrás de la tendencia. De hecho, la cultura de “calentar la silla” no parece haber calado entre los empleados más jóvenes, reacios a hacer horas extra. Desde la pandemia, además, se acuñaron nuevos conceptos para ilustrar el cambio de paradigma en relación con el trabajo y ha ganado fuerza la “renuncia silenciosa”. El término nació en TikTok bajo el nombre de quiet quitting y alude al hecho de ceñirse exclusivamente al trabajo encomendado.

Preservar la salud mental, tener un equilibrio entre la vida personal y la profesional, disponer de tiempo libre, evitar ser un esclavo del trabajo (es decir, no cobrar por hacer horas de más)… Son muchos los motivos detrás de la indiferencia o el rechazo de los jóvenes hacia los puestos de poder. Lo que está claro es que son una fuerza laboral en crecimiento, por lo que sus prioridades laborales podrían introducir cambios en las compañías, tanto en la estructura organizativa como en las rutinas de trabajo.

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