Federico Gustavo Kadgien le pide al chofer del Mercedes Benz que se detenga y haga subir al coche a una pequeña que camina sola por el camino de tierra que va rumbo a la escuela primaria del convento La Eufemia.
Los chicos del paraje San José saben que si tienen suerte y se lo cruzan por el camino, el viejo Kadgien los alcanza hasta la escuela, sobre todo cuando llueve. Amigable aunque discreto, va sentado en el asiento del acompañante, viste como un estanciero criollo, habla español y tiene cédula argentina: es el dueño de la estancia El Porvenir, ubicada 15 kilómetros al oeste del Hotel Boulevard Atlántico en Mar del Sud, provincia de Buenos Aires.
Kadgien arrienda sus tierras a los chacareros de la zona, cría caballos, tiene ganado, le da trabajo a la peonada. Y manda a carnear sus vacas para hacer tremendos asados cuando lo visitan sus alte kameraden. Es el año 1974.
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La historia la cuenta a LA NACIÓN Alberto Colman, un agricultor vecino de Mechongué que trabajó en la estancia El Porvenir en los años 70, contratado por el chacarero Francisco Gioitta, que le alquilaba una parte del campo a Kadgien para el cultivo de papa.
“Alto, delgado, con mucha presencia, muy educado. Su mujer era hermosa y sus hijas también, las veía andar a caballo en los veranos cuando venían de vacaciones, en ese entonces yo también era un adolescente como ellas”, recuerda Colman.
Otros tres testimonios ubican en la estancia El Porvenir de Mar del Sud, en el partido bonaerense de General Alvarado, al Schutzstaffel Friedrich Gustav Kadgien, oficial jefe del departamento de obtención de divisas del mariscal Hermann Göring durante la Segunda Guerra Mundial.
El “mago de las finanzas” de Adolf Hitler, escapado de Europa con un tesoro incalculable en un contexto de genocidio, se había convertido ahora en un acaudalado terrateniente argentino.
Los vecinos del paraje San José, en el cruce con la ruta 88, lo recuerdan como criador de caballos y dueño de otro campo, contiguo al convento La Eufemia, pero con exclusiva salida al mar. Cuentan que llegaba desde Vicente López con su discreto chofer, llamado Edgard, que era, a la vez, el marido de la cocinera de la estancia.
Tres fuentes sostienen que lo acompañaba siempre una joven deslumbrante, de blanca piel y esbelta figura, la mujer más bella que ningún paisano recuerde jamás, su esposa Hildegard Strauss.
“Ella era mucho más joven que él, que también era re pintón. Cuando compró la estancia, mi papá y mi tío fueron a hacer los techos de los galpones”, se acuerda otra vecina de Mechongué, el pueblo donde la última hija del alemán, Patricia Kadgien, cursó dos años del secundario.
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Su paso por el colegio religioso Juan XXIII ocurrió años después, a principios de los 80, cuando el SS convertido en próspero estanciero se murió, y su viuda, la imponente Strauss, decide vender el chalet de la calle Gaspar Campos y mudar todos sus bienes 500 kilómetros al sur, en el lejano sudeste, a la estancia donde su marido había encontrado la paz.
La mudanza, recuerda la misma fuente, la hizo el encargado del almacén La Estrella de San José: “Y trajo esos sillones que salen en la foto, abajo del cuadro”, agrega.
El arte robado por los nazis en Mar del Sud
Cuando habla de la foto se refiere a la imagen que dio la vuelta al mundo hace algunas semanas, la del living de la casa que Patricia Kadgien tiene en el barrio Parque Luro de Mar del Plata, y que puso a la venta hace unos meses, mostrando sin saber, colgado en la pared, el cuadro robado por los nazis Retrato de dama del italiano Giuseppe Ghislandi (1655-1743) durante la ocupación nazi en Holanda.
El hallazgo del domicilio de una de las hijas de Kadgien, junto con el aviso de venta del chalet y el cuadro robado, colgado en la pared, le corresponde al periodista del diario neerlandés Algemeen Dagblad (AD), Peter Schouten. Cuando se publicó la primicia, la policía allanó el domicilio marplatense buscando el famoso cuadro robado por los nazis, pero no apareció y luego de unos días, tras una serie de allanamientos coordinados, fue el abogado de Patricia Kadgien, Carlos Murias, quien entregó la obra a la justicia.
La misma hija del ex SS reconoció en su declaración judicial que el cuadro era una herencia de su papá, y que estuvo colgado durante años en el casco de la estancia El Porvenir de Mar del Sur. Investigadores del caso creen que ese cuadro es apenas una muestra del botín que atesoró Kadgien durante su vida en Argentina.
Por supuesto, en la zona de Mar del Sud nadie conocía al viejo Kadgien como al nazi que había sido, no figuraba en el radar de los investigadores ni aparecía en los archivos desclasificados por el Estado argentino.
Cómo fue posible, es la pregunta que todos se hacen, que el responsable de haber robado una gran fortuna en joyas y obras de arte a los judíos europeos masacrados durante el Holocausto haya vivido en el país durante tres décadas, desde 1951 hasta su muerte en 1979, con su verdadero nombre y sin que nadie lo molestara nunca jamás.
Lo saben todos: hubo cientos de criminales nazis viviendo en la Argentina, desde el perverso Adolf Eichmann hasta el sádico Josef Mengele. Pero a Eichmann lo secuestró el Mossad y fue ahorcado en Israel condenado por crímenes contra la Humanidad, y Mengele, si bien nunca fue capturado, huyó de Buenos Aires, primero a Paraguay y después a Brasil. Murió con una identidad falsa, nadando en el mar.
En cambio Kadgien andaba por Buenos Aires a bordo de un Mercedes Benz con chofer. Se presentaba como lo que era: un empresario importante, ligado a la industria del acero y las armas, y mientras otros viejos nazis huían, eran ejecutados o se cambiaban el nombre, él recibía el reconocimiento del círculo rojo criollo.
Así parece documentarlo la medalla del Jockey Club Argentino que lleva el nombre de Federico Gustavo Kadgien grabado en el reverso, del año 1963. El Jockey Club Argentino otorgaba ese reconocimiento para premiar la excelencia de los criadores de caballos campeones de turf, entre otras actividades deportivas, como símbolo de distinción y pertenencia.
Pero hay algo de Kadgien que es más sorprendente todavía: que haya sido, como se revela en esta nota, el dueño de la estancia El Porvenir, un sitio señalado por los investigadores Julio B. Mutti y Laureano Clavero como un centro de operaciones del espionaje nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y una eventual guarida de los criminales de guerra que arribaron a estas tierras tras la caída del Tercer Reich.
Kadgien, El Porvenir, Neuss y Menem en Mar del Sud
Desde el satélite, la estancia El Porvenir demuestra su amplitud; el predio tiene un millar de hectáreas, un hipódromo y una pista de aterrizaje. La nomenclatura catastral del casco señala que está ubicada en el partido 33, en la circunscripción VI de Mar del Sud, fracción 35, partida inmobiliaria 44555. En los alrededores pueden verse algunas otras casas y más allá los característicos círculos verdes que se trazan sobre el terreno para regar los cultivos de papa.
El Porvenir no fue solo el refugio del nazi Kadgien. Más acá en el tiempo perteneció, en los años 90, a la familia Neuss, que hasta donó una extensión de tierra al Opus Dei para la construcción de una casa de retiros a metros del mar. En el pueblo cuentan que el expresidente Carlos Menem la recorrió, invitado por su amigo Jorge Neuss.
Y en los años 40, la inexpugnable estancia El Porvenir perteneció a otro alemán, el espía nazi boliviano Karl Gustav Einckenberg, cómo documentaron Mutti y Clavero en dos libros por separado: Nazis en las sombras y Segunda Guerra Mundial, 10 historias apasionantes.
Cuenta Clavero que cuando Einckenberg, que venía de hacer negocios mineros en Bolivia a principios de los años 40, fue descubierto por la Policía Federal y acusado de liderar una operación de desembarco nazi en las costas de Rocas Negras, se desprendió de la estancia y se refugió en Mar del Plata. Siempre se supo que la propiedad fue vendida a otra familia alemana y su casco demolido sin dejar un solo rastro de la antigua construcción.
Esa familia, se sabe hoy, fueron los Kadgien.
El relato de un paisano que asegura haber descubierto en esos campos el ingreso oculto a profundos túneles de hormigón que se dirigen hacia la ruta 88 toma ahora otra dimensión.
“La estancia El Porvenir es un lugar geográficamente perfecto para realizar un desembarco clandestino ya que las tierras van desde la ruta 88 hasta la playa, con un camino de 15 kilómetros que llega a El Porvenir, un sitio idílico para el contrabando”, cuenta Clavero. Y agrega: “En 2016 hablé con la hija de Gustav Eickenberg, Ingebor Gerike; ella recordó perfectamente los años de la estancia El Porvenir durante la Segunda Guerra Mundial, y cómo su padre iba a la confitería del Hotel Boulevard Atlántico de Mar del Sud con su auto Packard a reunirse con otros alemanes”.
Los nazis y Mar del Sud son cosa seria: como publicó en exclusiva este diario, a veinte minutos del refugio seguro de Kadgien en El Porvenir, en una desolada playa conocida como El Remanso apareció, debajo de los cimientos de una casa abandonada, la lápida del tesorero del partido nazi argentino, el alemán Richard Schmidt.
Avistajes de submarinos, desembarcos clandestinos, arte robado por los nazis decorando el living de una estancia, espías alemanes tomando café en la confitería de un hotel durante la histórica nevada del 8 de julio de 1945, días antes de la capitulación de dos submarinos de la Kriegmarine en el puerto de Mar del Plata, como apunta Mutti a LA NACION, son todos detalles que componen un collage con aires de thriller aún no filmado.
Demasiadas coincidencias en un solo lugar.