GUAYAQUIL, Ecuador (enviado especial). La noche en Guayaquil, en la última fecha de las eliminatorias y con los equipos ya clasificados, dejó más que un simple resultado: fue un aviso para la Argentina. La derrota ante Ecuador es una señal que debe ser puesta en contexto: la selección jugó con medio equipo suplente, en una cancha siempre difícil y frente a un rival que se mostró sólido. Al mismo tiempo, volvió a marcar cierta dificultad para afirmarse cada vez que sale de casa: apenas ganó dos de las últimas cinco veces que lo hizo por eliminatorias.
La noche que debía ser la despedida soñada de Lionel Messi en esta clasificación para el Mundial de 206 terminó en pesadilla para la selección y en la jornada consagratoria de Enner Valencia, el máximo goleador de la historia de Ecuador, que alcanzó el mjón de 100 partidos en la Tri y afrontó, como el rosarino contra Venezuela el jueves pasado, su último encuentro oficial en la competencia antes del retiro. Pero Argentina no estuvo a la altura en una de sus últimas pruebas de fuego previas a la Copa del Mundo y cayó con justicia a manos de un adversario que llegaba entre críticas, tras cuatro encuentros sin anotar y con su director técnico, Sebastián Beccacece, y varios jugadores bajo la lupa.
La tarjeta roja a Nicolás Otamendi en el primer tiempo y el penal concedido por Nicolás Tagliafico sobre el final de esa etapa pusieron a la selección en una situación muy complicada; el equipo mejoró con los cambios en el segundo período, pero le faltó claridad y casi no tuvo oportunidades de empatar.
El comienzo argentino fue tormentoso. No solo los primeros 15 minutos fueron sus peores en estas eliminatorias, sino también uno de los tramos más flojos en los siete años del ciclo de Lionel Scaloni. Era comprensible: el entrenador decidió modificar media formación, entre bajas obligadas y cambios tácticos, con la idea de preservar a algunos titulares y dar minutos a quienes habían jugado menos, como Nicolás González y Giuliano Simeone. El plan no funcionó: desde el comienzo se notó que las pequeñas sociedades que distinguen a esta selección no aparecían, y Ecuador aprovechó esa falta de coordinación para generar peligro.
El costado derecho de la defensa fue un dolor de cabeza constante. Gonzalo Montiel, sin apoyo de Simeone, sufría cada vez que Nilson Angulo lo desbordaba. El extremo ecuatoriano, rápido y encarador, aprovechaba también las dudas de Leonardo Balerdi y se filtraba en el área con gambetas que encendían a la tribuna. Argentina no lograba contener esa avalancha ni encontraba la manera de bajar el ritmo del partido. Tras unos diez minutos, logró juntar pases y plantarse en campo ajeno, aunque sin Messi ni Thiago Almada, y con Alexis Mac Allister en un rol más contenido, faltaba ese jugador que con pausa y desequilibrio asistiera a Lautaro Martínez.
En ofensiva, el panorama también era pobre. Simeone y González chocaban más que lo que construían, y Martínez, condicionado por una tarjeta amarilla temprana, recibía poco y se mostraba incómodo, ofuscado consigo, con sus compañeros y con el árbitro. Mientras tanto, Ecuador imponía condiciones, más entero, más firme, más audaz: a los dos minutos, un cabezazo de Gonzalo Plata se fue apenas alto; a los siete, Dibu Martínez salvó como en aquella recordada acción contra Randal Kolo Muani en la final de Qatar, y enseguida, otra vez Valencia quedó con el arco de frente, pero una pierna salvadora de Montiel evitó el gol.
El plan de Ecuador era claro: el arquero Hernán Galíndez iniciaba en el fondo, los defensores centrales abrían el juego y, una vez superada la presión argentina, buscaban rápidamente a los extremos para forzar el mano a mano. La selección defendía mal, sin coordinación, y generaba poco en ataque. Scaloni, inquieto al borde del campo, intentaba ordenar al equipo, y Rodrigo De Paul, enfriar el partido e involucrar a los rivales en el roce, aunque luego dejó de hacerlo, cuando Wilmar Roldán le perdonó una mano que merecía una amonestación.
Cuando el partido parecía caer en un pozo, llegó la acción que cambió todo. Un pelotazo largo encontró a Valencia forcejeando con la zaga. Con experiencia, el atacante se sacó de encima a Balerdi y luego, cuando se quedaba sin resto, se dejó derribar por Otamendi, que vio la tarjeta roja directa. Scaloni sacrificó a Simeone para meter a Juan Foyth y recomponer la defensa, pensando en llegar al entretiempo con la situación bajo control. Pero no alcanzó: en la última jugada del primer período, un codazo de Tagliafico a Angelo Preciado –que terminó mareado y salió en el descanso– derivó en el penal de Valencia, el gran protagonista de la noche.
Todo lo bueno que había hecho Ecuador fue tirado por la borda al inicio de la mitad final: Moisés Caicedo, que tenía una amarilla, entró fuerte contra Nico González y dejó el partido diez contra diez. Scaloni puso todo lo que tenía a disposición: Julián Álvarez, Gioveni Lo Celso, Franco Mastantuono. Y si bien Argentina tuvo más la pelota y generó algunas chances, Ecuador se cerró bien y hasta contó con oportunidades de liquidar de contragolpe.
Compacto de Ecuador 1 vs. Argentina 0
Para Argentina no deja de ser un paso atrás. Un pequeño asterisco en una gran eliminatoria. De haber ganado, habría superado los 40 puntos, en una campaña similar a la lograda por Marcelo Bielsa para Corea del Sur-Japón 2002. Como toda derrota, deja tela para cortar. Con la cabeza fría, pero sabiendo que este tipo de partidos, y más pensando en lo que viene, exige que el equipo muestre una versión distinta en todos los aspectos y facetas del juego.