En vez de Francisco, Paco, en vez de José, Pepe, en vez de Dolores, Lola. La mayoría de nombres en España presentan una forma alternativa de designarse que cumple con el objetivo de atenuar su intensidad. Esto es lo que todos conocemos como “diminutivos”. Se trata de un atributo cultural muy generalizado en el país. Si bien es cierto que, en la mayoría de casos, se suelen usar en entornos de amistad o confianza, cada vez hay más personas que los utilizan en su día a día, incluso en el trabajo. Para los españoles se trata de un atributo cultural instintivo que dista de muchas otras culturas, sorprendiendo a algunos extranjeros que visitan el país por primera vez.
España y los diminutivos
Esto fue lo que le sucedió a una creadora de contenido uruguaya; Emiliana Artagaveytia (@emi_grando). En un reciente vídeo de TikTok comunicó sobre este aspecto. En seguida, sus redes sociales se llenaron de “likes” y comentarios abriendo un debate sobre la infinitud de nombres españoles con diminutivos. La influencer no solo se refiere a los típicos nombres como Alejandro, cuyo diminutivo es Alex, sino también a nombres compuestos cuya forma diminutiva dista mucho de la original. De esta manera los nombres se acortan y se transforman. Además, según la influencer, esto no solo sucede en entornos familiares o desenfadados: bares, discotecas, con amigos, sino también en lugares profesionales o institucionales. “Yo cuando llegué me di cuenta de que todo el mundo tenía sobrenombre”, explica Emiliana. Y añade: “los sobrenombres de la gente no tienen nada que ver con su nombre real”. En consecuencia, explica, como esto le causaba mucha confusión. Por respeto, quería dirigirse a las personas con su nombre real y se encontraban con una reacción irónica por parte de los otros al escuchar su nombre completo.
Una forma de suavizar la comunicación
En España, pocas cosas resultan tan familiares como los diminutivos y los sobrenombres. Decir Charo en lugar de Rosario, Maruja por María o Manolo por Manuel no es únicamente una manera de acortar un nombre: es una forma de acercarse al otro con calidez y suavizar la comunicación.
En la vida cotidiana, un simple “¿tomamos un cafetito?” suena más amable, mientras que llamar a alguien por su mote en lugar de su nombre completo transmite complicidad o un intento de cercanía. Los diminutivos, muy presentes en el habla española, no siempre implican pequeñez, sino afecto. Decir “un ratito” o “una cervecita” convierte la expresión en algo más ligero, menos impositivo. Del mismo modo, los sobrenombres familiares evitan la frialdad y refuerzan los vínculos.
Algunas nociones sobre lingüística: la pragmática
En definitiva, en España los sobrenombres y diminutivos son más que recursos lingüísticos: son gestos sociales que suavizan las palabras y hacen que la comunicación fluya con mayor cercanía. Asimismo, la lengua española presenta una gran variedad de fórmulas que flexibilizan el lenguaje, permitiendo, adaptarnos mejor a determinadas situaciones comunicativas. Esto es lo que se conoce como la pragmática. Se trata de una rama de la lingüística que tiene el objetivo de estudiar las interacciones sociales de las personas en sus contextos reales. De esta manera los gestos, el lenguaje no verbal, y las pequeñas connotaciones voluntarias e involuntarias de los individuos, propician que la comunicación se produzca de una manera y no de otra. La pragmática explica como el habla y el lenguaje participan de un conocimiento situado, es decir, enmarcándose en contextos sociales específicos. En este sentido, los diminutivos responden, no solo a una intención de habla, sino también a una intención psicosocial, con repercusiones contextuales específicas: cariño, cercanía, amabilidad, etc. Las opciones son infinitas.