El descapotable da vuelta a la esquina y clava los frenos. El hombre de traje sale apresurado y entra a paso vivo en la casa. Baja las escaleras y una puerta automática se abre y cierra a su paso. Mira a izquierda y derecha y avanza decidido. Tres portones y una reja lo separan de una cabina telefónica. Entra, pone una moneda en el teléfono, disca un número y cuelga el auricular. Se da vuelta, mira al espectador y se cruza de brazos. De golpe, desaparece hacia abajo.
Hace 60 años, el 18 de septiembre de 1965, la televisión estadounidense emitía por primera vez la clásica introducción de El superagente 86, icónica sátira al mundo del espionaje protagonizada por Don Adams y Barbara Feldon como Maxwell Smart y la Agente 99. Indiscutido clásico catódico de todos los tiempos, el programa creado por Mel Brooks y Buck Henry no la tuvo tan fácil como pudiera parecer.
Dos veces cancelada antes de volverse leyenda, terminó alcanzando el éxito internacional y se hizo fuerte en América Latina gracias a una traducción acertada y un magnífico doblaje, que llegó incluso a inventar un personaje que no existía en la versión original. Durante cinco años, supo burlarse de la Guerra Fría, el mundo bipolar y los tanques hollywoodenses. Llegó a la Luna antes que la NASA y, aunque sea de manera engañosa, trajo a los agentes de CONTROL hasta la ciudad de Buenos Aires.
El inútil de la CIA
Principios de 1965. En su oficina de la productora Talent Associates, Daniel Melnick explicaba su propuesta con una serie de datos duros en la mano. Con sólo tres películas, James Bond había facturado cerca de 260 millones de dólares de la época, algo así como 3 mil millones actuales. Un poco por debajo, con apenas dos films, el Inspector Jacques Clouseau se ganaba el corazón de los espectadores del mundo entero. “Esta es nuestra propuesta -dijo-: una serie que combine lo mejor de los dos personajes más importantes que tiene para ofrecer la industria del entretenimiento: 007 y El Inspector”.
Con la autoridad que le daban los éxitos alcanzados por Los Picapiedra y El fugitivo, Melnick vendió la idea a la cadena ABC, que pidió un guion lo más rápido posible. De inmediato, el productor encargó el proyecto a Mel Brooks y Buck Henry, escritores con una larga trayectoria en el terreno del humor satírico, habiendo formado parte de los equipos de trabajo de Neil Simon y Woody Allen, entre otros popes de la comedia televisiva. “Estaba harto de las sitcoms correctas y sensibles -contó Brooks-. Quería hacer algo loco e irreal, surrealista. Y como nunca nadie había hecho una serie sobre un agente de la CIA que fuera un inútil, decidí que iba a ser el primero”.
El nombre del protagonista apareció por decantación: Maxwell Smart (“inteligente” en inglés), increíblemente torpe e ingenioso a la vez, el mejor agente secreto de la CIA gracias a su inexplicable buena suerte. “Le di la denominación clave del superagente 86 en homenaje a mis años de trabajo en un restaurante -recordó Brooks-. 86 era el código que usábamos en la cocina para avisar que se nos había acabado algún insumo: ‘Pan 86’, ‘Queso 86’ y cosas por el estilo. Y como a Max se le había acabado la inteligencia, ese número lo definía a la perfección”.
Acompañando a Max en cada una de sus misiones estaría la Agente 99, bella e independiente, competente y enigmática. Y sobre ellos, El Jefe, gruñón mandamás que exhibía un liderazgo cariñoso y paternalista hacia sus subordinados. “Una ley de la comedia establece que, ante el chiste de un personaje cómico, tiene que haber un personaje serio que resalte la naturaleza humorística del hecho que acaba de pasar -analizó Brooks-. Por lo general, el público no se ríe del chiste, sino de la reacción que provoca en el personaje serio. Y la 99 y el Jefe eran esos personajes. Sin ellos, Max nunca hubiera brillado”.
En tiempo récord, Melnick entregó el guion del capítulo piloto a la ABC. A los capitostes de la televisora les gustó, pero no tanto. Por eso, exigieron una serie de cambios. Primero, en plena Guerra Fría les parecía “poco patriota” hacer chistes con la CIA, así que sugirieron su reemplazo por un nombre ficticio. Segundo, la caracterización de Maxwell Smart debía estar lejos del ridículo, ya que habían elegido al actor de carácter Tom Poston para encarnar a un hombre habilidoso en el combate cuerpo a cuerpo y el manejo de armas. Tercero, Max tendría que tener un perro porque, según los estudios de mercado, los espectadores reaccionaban positivamente ante la presencia de una mascota. Y cuarto, era imprescindible incorporarle un trasfondo familiar al protagonista, por eso cada capítulo debía terminar con Max yendo a la casa de su madre, a contarle el caso que había resuelto.
Brooks reconoció haber aceptado “la mitad de los cambios pedidos, porque la otra mitad desvirtuaba la propuesta”. En el segundo borrador, Max ya era el agente estrella de CONTROL, agencia gubernamental de contrainteligencia con sede en Washington. Y a su lado se encontraba el Agente K-13, más conocido como Colmillo, un perro insuficientemente entrenado que se había graduado junto con Smart. La respuesta de ABC tampoco se hizo esperar: rechazaron el proyecto por considerar que no sería exitoso sin la totalidad de las modificaciones solicitadas. Sin ánimo de rendirse, Melnick llevó el guion a un conocido de la NBC, que justo estaba buscando una comedia para mantener ocupado a un actor de reparto que tenían bajo contrato: Don Adams.
Temible operario del recontraespionaje
El ingreso de Adams destrabó todo. “En segundos, encontró el tono justo para Max -reveló Brooks-. Y gracias a su pasado como standapero, generó un montón de frases que quedaron en la historia de la TV: ‘El viejo truco de…’, ‘No me diga que… Le dije que no me lo dijera’ y ‘Me creería si le dijera…’, entre otras”. Sus aportes también ayudaron a definir la disparatada lógica de ese ficticio mundo bipolar tan parecido al de la Guerra Fría real. En la vereda opuesta de CONTROL apareció KAOS, la organización internacional del mal que buscaba adueñarse del mundo. Fundada en 1904 en Bucarest para eludir el pago de impuestos, KAOS se mostraba como “el equivalente a un jardín de infantes megalómanos”, de acuerdo con Henry.
El apartado tecnológico también se generó en un afiebrado intercambio de ideas. Encendedor revólver, paraguas rifle, escoba bazuca, lapicera láser y pastillas antihipnóticas, entre un abultado catálogo de herramientas liderado por los dos aparatos más icónicos: el Cono del Silencio y el Zapatófono.
“El Cono fue idea de Buck -reveló Brooks-. Una gran cúpula transparente que se desplegaba para resguardar las conversaciones secretas entre Max y el Jefe, con un pequeño problema: todo el mundo escuchaba lo que decían menos ellos. El Zapatófono sí fue mi idea. Se me ocurrió un día en que todos los teléfonos de la oficina sonaban al mismo tiempo y sin parar. Así que, delante de mis compañeros, agarré mi zapato e hice de cuenta que contestaba un llamado. Todo el mundo soltó una carcajada; y yo me di cuenta de que ese era el lugar más incómodo para esconder un teléfono secreto. Don siempre contaba que, cada vez que se sentaba a comer en un restaurante, la gente de alrededor se sacaba un zapato para saludarlo”.
El elenco se definió de acuerdo con la química que mostraran en la interacción con Adams. Barbara Feldon quedó como la Agente 99 y Edward Platt como El Jefe, que nunca revelarían sus verdaderos nombres. A los personajes protagónicos se les sumaron otros recurrentes, como el agente Larabee (Robert Karvelas), torpe asistente del Jefe; el sensible robot humanoide Jaime (Dick Gautier); y el Agente 13 (David Ketchum), escondido siempre en los lugares más inverosímiles. Además de su adscripción al absurdo, el humor de la serie descollaba en el uso del doble sentido y los juegos de palabras. Algo que quedaba claro desde el nombre original de la serie, Get Smart, que puede entenderse indistintamente como “Traigan a Smart” y “Avivate”.
Buscando pisar fuerte en la oferta audiovisual del momento, NBC autorizó la grabación en color de todos los episodios (sólo el piloto quedó en blanco y negro) y preparó una muy ambiciosa campaña publicitaria en TV, radio y medios gráficos, con una cobertura especial en las páginas del semanario Time. El momento de la verdad llegó el 18 de septiembre de 1965. El superagente 86 debutó en el prime time de los sábados, en un bloque temático humorístico que también incluyó el estreno de Mi bella genio.
Después de un muy buen arranque, en el 12º puesto del rating estadounidense, El superagente 86 comenzó a perder encendido de manera acelerada, hasta quedar por debajo de los treinta principales programas elegidos por la audiencia. “Todos los elementos que volverían clásica a la serie estaban presentes en la temporada, pero el público parecía no sintonizar con ese humor -analizó Melnick tiempo después-. Nunca entendí por qué”. Secundarios hoy históricos como el villano La Garra (Leonard Strong, en una referencia al Dr. No de James Bond) y el detective hawaiano Harry Tsuda (sátira del multimediático Charlie Chan, a cargo de Joey Forman), pasaron como si nada. Lo mismo sucedió con el cameo de Johnny Carson y la relectura paródica de La caldera del Diablo. Nada surtió el efecto buscado. Con mucha pena, NBC tomó la única medida que podía tomar: cancelar la serie.
La segunda es la vencida
No hay mal que por bien no venga. En medio del duelo, NBC le comunicó a la productora que El superagente 86 tendría una segunda temporada. “No es que confiaran tanto en nosotros -aseveró Brooks-, es que los pilotos de las series que nos iban a reemplazar no les gustaron”. A partir del 17 de septiembre de 1966, las nuevas aventuras de Max repitieron los tópicos que no habían funcionado: citas al opus bondiano Dedos de oro, exitosas comedias musicales de Broadway y la serie Alma de acero, más una reverencial tomada de pelo a Casablanca, con Adams haciendo un excepcional Bogart y Feldon entonando “La vie en rose”. Contra todos los pronósticos, la serie repuntó en sus mediciones hasta instalarse entre los 20 programas más sintonizados por el público. ¿La razón? La incorporación de Ludwig Von Siegfried (Bernie Kopell), vicepresidente a cargo de las Relaciones Públicas y Terror de KAOS.
Las escenas compartidas entre Max y Siegfried canonizaron la lógica del hilarante sinsentido que define al Superagente, instalando la serie en el gusto popular y revitalizando las repeticiones de la primera temporada. Ante el éxito inesperado, NBC encargó un largometraje a estrenarse en cines en 1967. Dirigida por Earl Bellamy, A Man Called Smart mostraba a los agentes de CONTROL buscando evitar que KAOS asesinara al Jefe y evaporara las reservas de agua potable de todo Estados Unidos. Con la película terminada y en proceso de edición, el fracaso estrepitoso de Munsters, Go Home, film cinematográfico de la serie Los Munsters, hizo recular a la NBC que terminó transformando A Man Called Smart en los tres últimos episodios de la segunda temporada.
A caballo del suceso, las licencias de El superagente 86 se abrieron camino en forma de figuritas, juegos de mesa, juguetes, disfraces, chicles, discos, novelas, cómics (algunos dibujados por Steve Ditko, creador gráfico de Spider-Man y Doctor Strange) y hasta una obra de teatro escrita por Christopher Sergel, en base a los dos primeros episodios de la serie. A pesar de las pocas funciones que tuvo en Broadway, posiblemente por la ausencia de Adams y Feldon, la comedia todavía se sigue representando en diferentes escenarios comunales estadounidenses.
De manera escalonada, el programa comenzó a emitirse fuera de Norteamérica, repitiendo la excelente performance estadounidense. En toda América Latina, gran parte del reconocimiento se debió a la lograda traducción y el excelente doblaje del mexicano Jorge Arbizu, celebridad recurrente en distintos festivales de la cultura pop en la Argentina.
Durante su visita en 2008, Arbizu reconoció haber intervenido en la serie más allá de lo que marcaba el texto, mejorando el canon original. “Llegué a inventar un personaje imaginario -confió a la prensa-: La tía de Acapulco. Siempre que algún agente estuviera en problemas, o protestara porque las misiones eran muy peligrosas, decía que algún día se irían a pasar unas buenas vacaciones con la tía de Max en Acapulco. La Secretaría de Turismo de México debería estarme agradecida; y darme pasaje y estadía vitalicia en la ciudad balnearia”.
Rápidos de reflejos, los guionistas del Superagente empezaron a incorporar más localidades extranjeras en la trama. CONTROL ganó oficinas en Europa, el Reino Unido, Armenia, Japón, Groenlandia y África; mientras que KAOS marcó presencia en Italia, Cuba y Asia. Las diferentes misiones llevaron a los agentes de CONTROL por Estambul, Hong Kong, México (se escucha “Cielito lindo”) y el imaginario país latinoamericano de San Saludos, donde la dictadura bananera del General Diablo Pajarito había derrocado al presidente constitucional Don Carlos. Para nosotros, la apoteosis llegó el 28 de octubre de 1967, cuando engañados por KAOS, Max y la 99 creen haber aterrizado en el aeropuerto de Ezeiza y estar prisioneros en “la tierra del tango y el churrasco: en Argentina”.
Nada es para siempre
A principios de 1968, el cansancio empezó a hacerse evidente. Nada parecía alcanzar para mantener las altas mediciones, ni los episodios dirigidos por Don Adams, ni los Emmy ganados (9 en total, 3 para Adams por su labor protagónica), ni las apariciones especiales de Bob Hope, Broderick Crawford, Carol Burnett, Milton Berne, Ernest Borgnine, Vincent Price, Leonard Nimoy, Cesar Romero, Victor Buono, James Caan, Martin Landau, Julie Newmar, Robert Culp y el propio Hugh Hefner, magnate creador de Playboy.
Buscando superar el desgaste, el equipo de guionistas amplió el espectro satírico hacia la primera plana de los diarios (CONTROL llegó a la Luna antes que la NASA), los clásicos hollywoodenses (¡Viva Zapata!, Bonnie y Clyde, El bueno, el feo y el malo, Zorba el griego, La ventana indiscreta, el mismísimo Charles Chaplin) y los grandes éxitos televisivos (Yo soy espía, Misión: Imposible, La isla de Gilligan). En un movimiento audaz, buscaron incorporar en la trama el trasfondo familiar que había pedido la ABC al principio del camino. En el arranque de la cuarta temporada (21 de septiembre de 1968), Max y la 99 se declaran su amor e inician un corto romance con rápido desenlace de boda. El 16 de noviembre los tortolitos se casan y salen de luna de miel. El rating se cayó y NBC canceló la serie. Esta vez, de manera definitiva.
Contrarreloj, la productora alcanzó un enroque con CBS y El superagente 86 cambió de pantalla, día y horario de emisión. A partir del viernes 26 de septiembre de 1969, a las 19:30, los agentes de CONTROL redoblaron el enfoque de sitcom familiar, con el anuncio del embarazo de la pareja protagónica. Los gemelos nacieron el 14 de noviembre de 1969 y el público prácticamente huyó en masa. El 27 de febrero de 1970, ante el casi nulo encendido, CBS levantó la serie sin avisarle a los productores ni a los actores. “Después de una tensa reunión, acordamos terminar los cuatro capítulos que teníamos filmados y en proceso de edición”, señaló Leonard Stern, histórico productor ejecutivo de la saga. Dos meses más tarde, sin promoción de ningún tipo, Maxwell Smart regresó al aire para despedirse de manera apresurada. El 15 de mayo de 1970, con cinco temporadas y 138 episodios, El superagente 86 pasó a retiro.
El tiempo y las permanentes repeticiones terminaron jugando a su favor, elevando la serie a la categoría de clásico permanente e incombustible. Y encasillando para siempre a Don Adams, que pasó el resto de su vida profesional repitiendo las muletillas del superagente en series de segunda categoría y campañas comerciales para primeras marcas, o poniéndole la voz al personaje animado del Inspector Gadget.
Su mayor apuesta llegó el 9 de mayo de 1980, con el estreno cinematográfico de El superagente 86 contra la bomba que desnuda (The Nude Bomb), película realizada sin el aval de Mel Brooks y Buck Henry, razón por la cual en los Estados Unidos el título no pudo hacer referencia a la serie original. Sin Barbara Feldon y con la participación de Vittorio Gassman y Sylvia Emmanuelle Kristel, el film fue un estrepitoso fracaso que no pudo salvar ni la esmerada música de Lalo Schifrin. Pero no fue la última vez que Adams retomó a Max. Lo hizo en la película televisiva Get Smart, Again!, emitida el 26 de febrero de 1989 por ABC, la cadena que había rechazado el piloto original; y con la corta serie Get Smart (8 de enero a 19 de febrero de 1995), levantada por Fox tras siete fallidas entregas. “Algo más que lógico -según Feldon-, ya que daba pena en vez de gracia”.
El 25 de septiembre de 2005, Don Adams murió a causa de una infección pulmonar que agravó su cáncer linfático. La lápida de su tumba, en el cementerio Hollywood Forever de Los Ángeles, incluye la imagen de Maxwell Smart con el zapatófono en mano. “Max siempre fue un hombre honesto e incorruptible, que creía fervientemente en la Justicia -declaró el pasado agosto Mel Brooks-. Y fue la sinceridad de Don la que lo hizo creíble. 60 años después, ese legado sigue vigente. Y seguirá vigente por muchas décadas más”.