Un violinista profesional fue víctima de una maniobra de extorsión y aislamiento que lo mantuvo retenido y bajo amenaza durante varias horas en una vía rural del municipio de Girardota, cercano a Medellín.
Se trata de David Rivera, líder de la banda antioqueña Tenebrarum, que relató con detalle cómo una reserva de presentación se convirtió en una trampa planeada para someterlo a un proceso de intimidación telefónica, exigir dinero y provocar pánico entre sus familiares.
El relato de lo ocurrido fue publicado en el perfil de Facebook del músico.
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Cómo empezó la trampa
Según la reconstrucción del músico, todo arrancó con una llamada que solicitaba sus servicios para un evento en una finca denominada Villa Laura, ubicada en una zona montañosa y de difícil acceso. Tras acordar precio y recibir la ubicación, el artista se desplazó con su instrumento y equipo. En la navegación por la ruta, Waze lo condujo por un desvío hacia un camino rural angosto que se volvió una trocha empinada, circunstancia que agravó su vulnerabilidad física: en varios tramos el vehículo quedó sin posibilidades de maniobra.
El supuesto “cliente” pidió que compartiera la ubicación en tiempo real y le solicitó fotografías del lugar para que supuestamente un mayordomo lo fuera a ubicar. Esas imágenes —entre ellas la de una antena repetidora— fueron usadas por los atacantes para fingir que estaban observando y verificando la presencia del músico en la zona.
La fase telefónica: amenazas, aislamiento y exigencias económicas
Mientras avanzaba, el músico empezó a recibir llamadas de números ocultos. En una de ellas, un interlocutor se presentó como integrante de un grupo armado y lo responsabilizó por la presencia en una supuesta reunión de comandantes en el sector. El relato detalla que, además de amenazas de violencia —incluyendo supuestos francotiradores y advertencias sobre lo que harían con sus familiares—, los agresores le pidieron desactivar datos móviles y eliminar aplicaciones de mensajería para impedir comunicaciones externas.
Durante aproximadamente tres horas permaneció en el vehículo, con el agresor al teléfono y recibiendo llamadas destinadas a intimidar tanto a él como a sus allegados. Le exigieron una millonaria “contribución” en efectivo o en especie —munición o medicinas para la tropa—; la cifra final solicitada fue de 24 millones de pesos. Bajo presión, el artista solo alcanzó a transferir 600.000 pesos a una cuenta digital; los familiares, al recibir llamadas que simulaban tenerlo secuestrado, llegaron a gestionar solicitudes de crédito por 18 millones, que finalmente no fueron desembolsadas.
Evaluación de la víctima sobre el modus operandi
El músico llegó a la conclusión de que el “cliente” y el interlocutor formaban parte de la misma organización delictiva que lo engañó para llevarlo al tramo de carretera donde quedaba prácticamente atrapado. Observó además que muchos de los elementos utilizados —la geolocalización compartida, las fotos pedidas, los números ocultos y la suplantación de identidad de grupos armados— obedecen a una modalidad de engaño diseñada para producir aislamiento psicológico y forzar pagos a través del miedo.
También planteó la hipótesis de que, pese a las afirmaciones telefónicas que lo vinculaban con un grupo armado concreto, la extorsión pudo haberse orchestrada desde un centro de reclusión o por delincuentes que operan así desde lugares donde es sencillo coordinar llamadas y suplantaciones.
Intervención de las autoridades y definición del delito
Tras lograr escapar y contactar a su familia, el músico y sus allegados acudieron al GAULA del Ejército, cuya intervención fue decisiva para frenarla dinámica de extorsión y orientar las denuncias. Las autoridades que recibieron el caso calificaron la maniobra como un “secuestro psicológico”: una técnica criminal que busca llevar a la víctima a un sitio aislado, romper sus canales de comunicación y someterla a presiones —amenazas, aislamiento tecnológico y manipulación— para obtener dinero o información.
Consecuencias materiales y emocionales
Más allá de la pérdida económica parcial (600.000 pesos), el afectado describe un impacto emocional significativo: sensación de haber sido manipulado, miedo por la seguridad propia y de su familia, y la exposición del equipo profesional que llevaba consigo. Además, advierte que la ingeniería del engaño puede dejar secuelas de desconfianza y vulnerabilidad en profesionales que, por su trabajo, deben desplazarse a domicilios o lugares rurales.
Reflexión final
El hecho expuesto por el músico ilustra la sofisticación creciente de las estafas que combinan ingeniería social, suplantación de identidad y aislamiento tecnológico. Profesionales que movilizan equipos o trabajan a domicilio —músicos, técnicos, médicos, conductores de plataformas, entre otros— quedan especialmente expuestos a estas tácticas. El caso subraya la necesidad de protocolos personales y familiares, y la importancia de recurrir temprano a las autoridades para evitar que el pánico impulse decisiones que agraven la pérdida.
Si usted ha vivido una situación similar, las autoridades recomiendan denunciarla de inmediato y no ceder a las exigencias. Compartir experiencias verificadas también puede ayudar a prevenir que más personas caigan en este tipo de engaños.