Qué es el mito de la media naranja y por qué puede ser peligroso, según la psicología

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A veces disfrazado de romanticismo y otras de destino inevitable, el mito de la media naranja es uno de los relatos más persistentes sobre el amor. Durante siglos, la idea de que hay una sola persona capaz de completarnos fue perseguida y celebrada. Pero, psicológicamente hablando, podría tratarse de una idea más limitante que liberadora.

El concepto aparece por primera vez en El Banquete, escrito alrededor del 370 a. C. por Platón. En este, se describe a los primeros humanos como seres esféricos, con cuatro brazos, cuatro piernas y dos caras que, castigados por los dioses, fueron partidos al medio y, desde entonces, buscan desesperadamente a su otra mitad.

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Lo cierto es que esta narrativa presuntamente inofensiva esconde una de las creencias más problemáticas sobre el amor: la idea de que no somos suficientes hasta que llega alguien a completarnos.

Mito vuelto mandato amoroso

“Este relato conecta con una necesidad humana profunda: la búsqueda de pertenencia, conexión y sentido compartido”, explica la psicóloga clínica Macarena Gavric Berrios (M.N. 72601). “Pero esperar que alguien nos complete es una premisa errónea, que puede llevar a relaciones dependientes, con expectativas idealizadas, poco realistas y, sobre todo, frustrantes”.

El relato conecta con una necesidad humana profunda: la búsqueda de pertenencia, conexión y sentido compartido

“El mito ha sido históricamente funcional a una cultura de la dependencia emocional“, opina Sabina Alcarraz, psicóloga especializada en ansiedad, adicciones y valoración personal. “Nos enseñaron más a necesitar al otro que a amar con libertad”. En su consultorio ve a diario parejas fusionadas, “pegoteadas”, con poca autonomía y gran dificultad para sostener una vida rica por fuera del vínculo.

Las consecuencias

El costo psicológico de esta creencia no es menor. Para las psicólogas consultadas, puede traducirse en:

  1. Dependencia emocional. “La persona siente que su bienestar se condiciona por la presencia o aprobación del otro”, señala Gavric. “La sensación de dependencia nos debilita y vulnerabiliza de cara al mundo y de cara a la otra persona”, agrega Alcarraz.
  2. Baja autoestima. “Una sensación constante de insuficiencia que incrementa la inseguridad personal”, describe Gavric. Para Alcarraz, el trabajo de crecimiento y desarrollo lo es todo a la hora de pensar en construir con un otro.
  3. Idealización de la pareja. Se la coloca en un lugar de salvadora o responsable de la felicidad propia, lo cual deriva en insatisfaccion cuando la realidad no coincide con las expectativas.
  4. Dificultad para disfrutar de la soledad como espacio de crecimiento. “La soledad tiene mala prensa, cuando en realidad puede ser un estado de bienestar”, recalca Alcarraz.
  5. Permanencia en vínculos insanos por miedo a “no encontrar a nadie más” que los complete. “Esta búsqueda -muchas veces constante- de la media naranja puede generar una desilusión muy grande. Esencialmente, porque este príncipe azul no siempre llega”, contempla. “Aunque confiar en que va a llegar esta persona mágica puede oficiar ilusión y ser un motivador, cuando la búsqueda se centra exclusivamente en un otro ideal, el proceso puede ser psicológicamente nocivo”.

Qué sí esperar de un otro

Partiendo de la premisa de que cada persona es un sujeto pleno, con identidad, personalidad y recursos propios, Gavric propone pensar una relación desde la riqueza en lugar de desde la carencia. Para poder hacerlo, Alcarraz hace énfasis en el trabajo personal. “El equilibrio emocional tiene que partir de nosotros mismos para no depositar esta responsabilidad en un otro que, probablemente haga una o varias cosas mal”.

Para Gavric, más que completar, una pareja saludable acompaña, potencia y ofrece un entorno seguro

Frente a la pregunta de qué características tiene sentido esperar de un compañero romántico para lograr un vínculo sano y duradero, Gavric enuncia:

  • reciprocidad
  • respeto
  • apoyo emocional
  • comunicación honesta
  • confianza
  • cuidado y espacio para el crecimiento individual.

“La idea no es anular la autonomía, sino integrarla al vínculo. Más que completar, una pareja saludable acompaña, potencia y ofrece un entorno seguro para el desarrollo personal y conjunto”, plantea Gavric.

En definitiva, romper con la narrativa de la media naranja no significa renunciar al amor, sino resignificarlo. “No equivale al cinismo o a reducir una relación a un contrato, sino a abandonar la búsqueda de la salvación en un otro para poder construir algo más real: un vínculo que nutra e inspire. “Una relación sana no se trata de completarse, sino de acompañarse desde la libertad”.

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