SEGOVIA.- Anthony Clifford Grayling (Zambia, 1949) nació en una colonia inglesa en África y desde niño sintió curiosidad, luego convertida en pasión, por comprender la política, sus alianzas y excesos, los alcances y limitaciones de la democracia y los estragos de la discriminación. Más conocido como A.C. Grayling es Comandante de la Orden del Imperio Británico en reconocimiento a la difusión de los valores del humanismo y la ética a través de sus libros y columnas, publicadas, entre otros espacios, en The Guardian. Grayling fundó el New College of the Humanities en 2010 en Londres y ha escrito más de 30 ensayos sobre filosofía y política. Entre ellos se destacan Contra todos los dioses y La era del ingenio. “La libre expresión puede derivar en discursos de odio, ideas malignas, incitación al daño, falsedad y engaño. La manera de lidiar con los malos usos de la libre expresión se logra a través de un mejor discurso, argumentos sólidos, evidencias y no negando el discurso, porque los progresistas necesitan la libre expresión para promover y defender sus propias causas”, expresó el filósofo, ganador del Premio Bertrand Russell.
Crítico del Brexit y del gobierno de Donald Trump, sostiene que la cancelación es inherente a la naturaleza humana. En el Hay Festival Segovia presentó Discriminations: Making Peace in the Culture Wars, un ensayo sobre la cultura de la cancelación donde también despliega su defensa a los valores de una corriente de acción y pensamiento que hoy es señalada con un nombre despectivo por sus detractores: el wokismo.
Algunos activistas woke utilizan técnicas y un lenguaje muy confrontativos. Esto puede perjudicar su propia causa
La cancelación, señala, en Discriminations: Making Peace in the Culture Wars (podría ser traducido como “Discriminación: Haciendo la paz en las guerras culturales”), no es una conducta reciente de la humanidad. ¿Está en nuestra naturaleza la cancelación? ¿Dónde la encontramos? ¿Podemos evitarla?
La cancelación toma diversas formas de acción, como bloquear, detener, despojar de poder, prevenir o eliminar a oponentes; es algo común en la historia, y se encuentra en las guerras, en la política, en los negocios y en les relaciones interpersonales. De hecho, no es nada nuevo; es una característica de la mayoría de las luchas y contiendas. Cancelar es derrotar al otro. En las llamadas “guerras woke” es el esfuerzo de negar una plataforma de ideas, o eliminar del debate a personas u organizaciones percibidas como indeseables. Ambas partes utilizan la cancelación: Trump en Estados Unidos está ocupado cancelando movimientos antidiscriminación para evitar su influencia en las universidades, a la prensa y a los medios que no están de acuerdo con él, por lo que cancelar no es solo un arma de los wokistas.
–¿De qué modo el wokismo ha cambiado la conciencia de las sociedades occidentales, si es que ha logrado un cambio favorable?
–Los movimientos woke de hoy son una continuación de las campañas contra la discriminación que se volvieron más poderosas y efectivas después de la Segunda Guerra Mundial. En la década de 1960, los derechos civiles, los derechos de los homosexuales y los derechos de las mujeres tuvieron un gran auge en su combate contra el racismo, el sexismo y la homofobia, así como en su respaldo a los grupos marginados y oprimidos.
–En el prólogo de su último libro se posiciona de modo favorable a los ideales del wokismo, que busca, a grandes rasgos, el reconocimiento de la igualdad entre miembros de una misma sociedad. Sin embargo, y esto también lo admite en su ensayo, hablar de wokismo tiene hoy un uso peyorativo. ¿Cuáles son los efectos nocivos y posiblemente no deseados que esta ideología ha generado en la sociedad occidental del siglo XXI?
–La palabra woke es un término despectivo adoptado por los conservadores antiwoke, que en efecto están tratando de defender formas de discriminación contra las que siguen luchando los wokistas. Algunos activistas woke utilizan técnicas y un lenguaje muy confrontativos. Esto puede perjudicar su propia causa, especialmente cuando implica negar la libertad de expresión y cancelar a personas sin un debido proceso, sino por medio de acosos de multitudes en las redes sociales; esto es algo injusto. Pero hay que recordar que los activistas más extremos del lado woke son provocados, enfurecidos y frustrados por los conservadores que se aferran a actitudes y prácticas discriminatorias, y que en el extremo de la extrema derecha del espectro conservador hay neonazis, supremacistas blancos, misóginos, “masculinistas” [masculists, en inglés, alude a quienes se oponen al concepto de patriarcado], racistas y homófobos, cuyas actitudes y prácticas son mucho más horribles que lo que hacen y dicen los activistas woke extremos.
–Sostiene en las primeras páginas de Democracy and Its Crisis [“La democracia y su crisis”, 2017] que aquel ensayo surgió como una señal de alerta, en particular para democracias que solían ser férreas, como la estadounidense o la inglesa, asediadas por un orden internacional inestable, el terrorismo y el cambio climático. ¿Se han incluso debilitado más los sistemas democráticos de estos países en estos últimos años?
–Sí, lo han hecho. En un nuevo libro que publicaré en noviembre de este año, For the People [“Para el pueblo”], muestro cómo las cosas se han vuelto aún peores para la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos que cuando escribí Democracy and Its Crisis (2017). El autoritarismo está en aumento en todas partes, el ejemplo más desalentador y sorprendente es en Estados Unidos, en la persona de Trump.
Aceptar que las malas personas digan cosas malas es un costo de la libertad, pero podemos oponerles nuestra libertad de expresarnos
–¿Cómo se pueden revitalizar y fortalecer las democracias? ¿Existe alguna democracia sólida en la actualidad?
–Las democracias pueden ser salvadas a través de reformas prácticas de los sistemas electorales y constitucionales que hagan realidad lo que dijo Frederick Douglass [el esclavo liberado que luchó por reformas en Estados Unidos]: “Nuestro gobierno debería estar diseñado de tal manera que incluso cuando esté en manos de un hombre malo, estemos a salvo”.
–Algunos líderes del mundo se expresan a través de discursos de odio, insultan, agreden a sus contrincantes y ciudadanos, como el presidente Javier Milei, en la Argentina. ¿Es eso libertad de expresión? ¿De qué modo afectan sus palabras y estilo a la sociedad? ¿Cuáles son las consecuencias?
–La libre expresión puede derivar en discursos de odio, ideas malignas, incitación al daño, falsedad y engaño. La manera de lidiar con los malos usos de la libre expresión se logra a través de un mejor discurso, argumentos sólidos, evidencias y no negando el discurso, porque los progresistas también necesitan la libre expresión para promover y defender sus propias causas. La limitación de la libre expresión (como en tiempos de guerra, para que el enemigo no obtuviera información) debe ser estrictamente justificada y limitada, incluyendo limitaciones de tiempo y caso por caso. La censura es una enfermedad que mata a una sociedad; la censura previa en el discurso es censura, aunque puede y debe haber remedios posfacto para los usos irresponsables de la libre expresión que causen daño o amenacen los derechos de las personas. Sin libertad de expresión no puede haber ley, política, educación, artes creativas y elecciones en la vida individual que hagan que la vida valga la pena. Aceptar que las malas personas dirán cosas malas es un costo de la libertad: pero no tenemos que dejar que se salgan con la suya; podemos oponernos a ellos con nuestra propia libertad de expresarnos.
–En una entrevista radial reciente se refirió al “abuso de las redes sociales”. Es interesante su propuesta, si no la he interpretado mal: quitar todo tipo de anonimato en las cuentas. ¿Es esto correcto?
–Sí, creo que abolir el anonimato en las redes sociales ayudaría en gran medida a reducir la cantidad de agresiones y desinformación que hay allí. Hay un costo: los denunciantes y las personas vulnerables a ser perjudicadas por sus enemigos correrían riesgos por esta falta de anonimato. Pero hay formas en que se pueden acomodar estos casos mientras se pone fin al enorme volumen de contenido desagradable en las redes sociales y en internet en general, que actualmente es permitido por el anonimato.
–“Todas las carreras políticas terminan en un fracaso, al menos que concluyan de modo temprano”, afirma. ¿Por qué? ¿La política corrompe inevitablemente al político? ¿Es entonces la reelección siempre una mala idea?
–Las complejidades de las sociedades y economías son tales que gobernarlas es tan difícil como sacar a pastorear gatos. Los mejores esfuerzos de las mejores personas normalmente encontrarán tantas dificultades que los resultados seguramente serán imperfectos, en el mejor de los casos. Los políticos descubren que deben ocultar cosas, prevaricar, incluso mentir, al equilibrar todas las presiones competitivas que enfrentan, no siempre en el interés genuino del Estado, sino porque sus propias carreras se vuelven más precarias a medida que las dificultades aumentan por dos factores: el profesionalismo en la política es cada vez más difícil y la ideología rara vez puede amoldarse a todas las realidades.
–Sostiene que el voto debería ser obligatorio, ¿cómo es el caso de muchas democracias débiles y el caso contrario de otras democracias más fuertes? ¿Por qué debería ser obligatorio?
–Votar es un deber cívico, como pagar impuestos y obedecer la ley. Si el voto es obligatorio en un sistema de representación proporcional, el incentivo para interesarse más en las propuestas de políticas públicas y en la idoneidad de las personas que se presentan a elecciones será mayor. Cuando el voto es opcional, especialmente en sistemas de votación por pluralidad donde tantos votos, a menudo la mayoría de ellos como en Gran Bretaña, no cuentan para nada, la gente se desinteresa o se vuelve indiferente; y entonces, como dijo Platón, si no ponemos atención a quienes nos gobiernan, seremos mal gobernados y por malas personas.
No hay manera de garantizar que la IA siga siendo un siervo y no un maestro o un usurpador, y creo que rápidamente se dirige a ser ambos
–Usted es un gran estudioso de la conciencia humana. Su libro sobre el siglo XVII, La era del ingenio, es un estudio sobre una época desestimada por la historia, pero cuyos avances aún tiene sus efectos en el presente. Explica que los políticos estaban “distraídos”, lejanos de la gente, preocupados en sí mismos mientras las sociedad civil llevaba un modo de vida sujeto a grandes problemas. ¿Estamos en una era similar con figuras políticas cada vez más narcisistas?
–Sí, hay algunas similitudes importantes, pero en una forma diferente. La evolución de las estructuras políticas y la naturaleza del gobierno a lo largo del período desde el siglo XVII nos ha impuesto partidos políticos cuyos miembros tienen una mayor responsabilidad con la línea del partido que con los intereses de toda la gente. El resultado es que, en lugar de obtener un gobierno, obtenemos una política: gobernar es una cuestión de competencia política, ataque y contraataque, disputa; y cuando se forman gobiernos partidistas favorecen a sus propios partidarios y donantes, y no a los ciudadanos.
–Otra vez, apelo a su experiencia como estudioso de la conciencia. ¿Qué es la Inteligencia Artificial (IA)? ¿De qué modo afecta la IA a nuestra conciencia?
–Estamos en una etapa temprana, pero crucial en el desarrollo de la IA y sus posibles efectos en la humanidad. Los augurios no son buenos; ya los sistemas tipo Chat están socavando la educación y las artes creativas. Vemos muchos tipos de trabajos que antes hacían personas que ahora están siendo realizados por sistemas de IA. Decisiones en el ámbito de la medicina, seguros y control del tráfico aéreo son tomadas por la IA, y pronto se extenderán a los tribunales de justicia y sistemas armamentísticos. Las cosas pueden salir mal. La IA también tiene muchos usos buenos y mejora nuestras capacidades en una amplia gama, pero no tenemos una manera segura de garantizar que la IA siga siendo un siervo y no se convierta en un maestro o un usurpador, y creo que se dirige rápidamente a convertirse en ambos.
–¿Es posible hablar de la IA como consciencia?
–Si la IA se convirtiera genuinamente en consciente, la pregunta sobre la relación entre ella y la humanidad se volvería más aguda. ¿Tendríamos los humanos obligaciones éticas hacia los sistemas de IA? En tal caso, por ejemplo, ¿apagar un sistema de IA consciente sería un asesinato? ¿Qué pensaría un sistema de IA superinteligente y consciente sobre los problemas del mundo? Vería que los humanos son la principal razón de estos problemas y, por lo tanto, ¿llevaría a cabo la destrucción de la humanidad para salvar al resto del planeta? ¿Podríamos escribir principios éticos en la IA (pero entonces la pregunta es: ¿los principios éticos de qué sociedad?) para que, si se vuelve consciente y superinteligente, sea un dictador benévolo o un dios amoroso? La IA se basa fundamentalmente en la lógica, en ponderaciones racionales de datos: el amor es una emoción irracional o, al menos, no racional. Entonces, ¿no sería la IA pragmática y utilitaria y, por lo tanto, más propensa a destruirnos que a amarnos? Estas parecen ser preguntas de ciencia ficción, pero se están convirtiendo rápida, muy rápidamente, en preguntas reales.
UN FILÓSOFO ATENTO AL PRESENTE
PERFIL: Anthony Clifford Grayling
. Filósofo y escritor, Anthony Clifford Grayling nació en Rhodesia del Norte (hoy Zambia), en 1949, en África, donde pasó la mayor parte de su infancia. Estudió luego en las universidades de Sussex, Londres y el Magdalen College, de Oxford, donde obtuvo su doctorado.
. Además de la política, sus intereses de investigación se centran en la historia de las ideas, la epistemología, la metafísica y la lógica filosófica.
. Ha publicado más de treinta libros, entre los que se destacan El sentido de las cosas: Filosofía para la vida cotidiana (2001), Contra todos los dioses (2013), una crítica a los argumentos religiosos, y La era del ingenio. El siglo XVII y el nacimiento de la mente moderna, 2016), todos publicados en español por Ariel. También tuvo impacto Democracy and its Crisis (“La democracia y su crisis”, 2018). Su más reciente título es Discriminations. Making Peace in The Culture Wars (“Discriminaciones. Haciendo la paz en las guerras culturales”).
. Fue profesor en la Universidad de Londres y en 2010 fundó y se convirtió en el primer decano del New College of The Humanities, una institución educativa independiente conocida hoy como Northeastern University.
. Entre otros premios obtuvo en 2105 el que entrega la Sociedad Bertrand Russell y fue nombrado Comandante de la Orden del Imperio Británico.