Con el sello de los Petersen: una nueva propuesta se suma a la oferta gastronómica de un pueblo con historia

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A 110 km de Buenos Aires por la ruta N° 8, en la llanura silenciosa de la provincia, San Antonio de Areco crece en propuestas gastronómicas cuidadas para los sibaritas que quieran conocer la cuna de la tradición y comer algo rico. Porque ya no hay duda: en los pagos de Areco se come rico, y se comerá aún más rico con la flamante llegada de Los Petersen.

Paraje 8 abre sus puertas junto con la primavera, de martes a domingos de 8 a 18, en el km 105 de la mano de los Petersen y Sofía Sánchez Zelashi.

Es una propuesta campera de “comida al paso al estilo de Christian pero más unida al campo, que mezcla el acero inoxidable de las mesadas y los azulejos blancos de las paredes con antigüedades y objetos camperos que nos unen a nuestra tradición y vuelven a Paraje 8 más original sin renunciar a la modernidad, bien cozy», cuenta Sofía mientras ultima los detalles finales para la gran apertura arequense.

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Ofrecen desayunos de alimentos saludables con pan de masa madre y yogur casero hecho con los lácteos de la zona, un plato del día donde no faltarán las milanesas, las pastas, las ensaladas, los sándwiches y la carne. “Queremos ser un lugar bien argento, con milanesa, bife de chorizo, empanadas, ravioles con tuco, pastafrola, mate, pastelitos y un largo etcétera. Christian es considerado el ‘cocinero del campo argentino’ y este va a ser su clásico restaurante de ruta pero con mucha onda. Se suma la posibilidad de un excelente desayuno para los que necesiten trabajar cerca de la ruta, ya sean de la zona o estén de paso, con el cielo como horizonte en la mirada”, se entusiasma Sofía, que se puso al hombro el proyecto.

Paraje 8 abre sus puertas de martes a domingos de 8 a 18, en el km 105

La modalidad es autoservicio, cada persona debe retirar su bandeja por el mostrador.

En la otra vereda del concepto self-service, pero en la misma línea de calidad en la comida, Paula Méndez Carrera presentó la semana pasada su novedad del té o merienda con sus merengues como blancas nubes en el corazón de su jardín con vista a la cúpula de la iglesia San Francisco: el restaurante cumplió tres años.

La primavera es el momento ideal para disfrutar de la casona de 1880 a media cuadra del casco histórico de San Antonio de Areco, uno de los pueblos más antiguos de la Argentina fundado en 1730.

“Los merengues finos para comer o para llevar y disfrutar nacieron como en los conventos de monjas las tortas a base de las claras que sobraban: esas mujeres no querían tirar nada y yo tampoco”, ríe la gran alquimista de la comida con flores. Los discos de merengue perfumado con lavanda o con lo que surja de la huerta pueden terminar en un pavlova o en un merengue con dulce de leche, y tampoco faltan las masitas y las tortas y laminados de frutas, frutos secos, especias, ni las infusiones a base de flores, protagonistas absolutas de la cocina de Paula.

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“Empezamos el domingo pasado con la propuesta de la Casa de Té y la Casa Maison, con la venta de todo lo que me gusta para recibir bien en casa: paneras, manteles, cestería, hueveras, vajilla de cerámica y mucho más”, cuenta con alegría.

Continúa con su menú de 5 pasos con flores comestibles que cambia aproximadamente una vez por mes de miércoles a domingos al mediodía y los sábados por la noche. No se pierdan sus fazzolettini ahora que llega la borraja con la primavera, el caldo especiado de cardamomo y menta o los higos dorados de postre, entre otros platos.

Paula Méndez Carrera presentó la semana pasada su novedad del té o merienda con sus merengues como blancas nubes en el corazón de su jardín con vista a la cúpula de la iglesia San Francisco

Pero hay más: las prolijas calles para recorrer a pie en el llamado “circuito empedrado”, para deambular orillando el río al atardecer, son el lugar de dos propuestas abiertas hace un año: el Paseo de Areco que reúne a marcas conocidas en la Plaza Ruiz de Arellano, con el primer brunch de Areco en Tucano Bistró y Café, las tiendas de ropa, diseño, joyería y las actividades culturales que organiza la escritora y periodista Irene Chikiar Bauer.

Abrió también el Café Pueblo dentro de la casa de decoración de Delfina Gismondi en el hotel La Florida, un cafecito recomendable para merendar, desayunar o almorzar, con amables rincones para degustar la deliciosa pastafrola, la carrot cake, chipas, medialunas o alfajores o el cheesecake del fin de semana. Los panes de masa madre pueden llevarse para casa. Sirven también para rellenar de burrata, mortadela con pistacho, rúcula y pesto de albahaca, entre otros sándwiches.

Finalmente, hace un año abrió el restaurante Colorado, de Ignacio Ortiz de Rosas, un sitio que combina la sofisticación de su dueño y cocinero, creador de lugares emblemáticos como Nina Wok, Dominga o Río Café en CABA, entre otros, con los ingredientes genuinos de la zona y de todo el país. Platos: ñoquis de sémola de Amalia, la cocinera de su casa natal, curries tailandeses influencia de sus viajes, la trucha curada o el cordero al horno de barro, entre muchas otras delicias.

Hace un año abrió el restaurante Colorado, de Ignacio Ortiz de Rosas

Otras novedades para no perderse son Santo Café, que incluye al fondo del patio con limonero la capilla San Lucas que abre por las tardes, y la pastelería Raíces de Cacao.

Jamás de los jamases, eso sí, puede irse uno de esa plaza -donde el cotilleo de vecinas y no tanto sobrevive a la prepotencia del celular-, sin caminar hasta la esquina del Boliche de Bessonart, que parece sacado de Don Segundo Sombra, la novela más famosa de Güiraldes, con la estructura de vieja pulpería de 200 años de antigüedad conservad. Para comer sus imperdibles empanadas de carne y tomar, si no hay que volver manejando ese día, un Fernet Branca con botellita de vidrio de cola para rellenar al estilo arequero.

Entonces claro, tampoco uno puede irse así como así, para perderse los museos, la historia del escritor Ricardo Güiraldes y la bella estancia La Porteña -y la de su bohemia y su escritura y las búsquedas existenciales de sus viajes junto con su mujer Adelina-, o el nuevo laberinto para recorrer en la vieja estancia La Cinacina. Se suman también los cócteles de Los Patriotas y tantísimo más. A esta altura, los lectores ya pueden aprontarse para escapar hasta Areco. Y si no es ahora será en noviembre, cuando todo el pueblo se enciende con la Fiesta Nacional de la Tradición.

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