“La Inteligencia artificial (IA) no reemplazará a los médicos, pero los médicos que la usen reemplazarán a quienes no la utilicen” (Eric Topol). El doctorr Roger Zaldívar ha destacado el concepto de “inteligencia aumentada” y la sinergia entre la IA y los médicos oftalmólogos que mejora y amplifica determinadas capacidades cognitivas. Concretamente en oftalmología la capacidad diagnóstica mediante el procesamiento de imágenes (tan vastamente utilizadas en nuestra especialidad) ya ha llegado a niveles de sensibilidad y especificidad asombrosos (del 80 al 95 %). Esto se aplica en imágenes de la retina para detectar lesiones generadas por la diabetes; también en imágenes del nervio óptico para detectar precozmente lesiones por glaucoma; en la integración de imágenes de tumores orbitarios, lo que permite detectar patrones de benignidad o malignidad y delimitarlos para una planificación quirúrgica precisa; también se aplica IA para la detección y predicción de progresión de la degeneración macular relacionada con la edad; para la detección y la clasificación de la retinopatía del prematuro y para evaluar lentes intraoculares y dimensiones oculares internas (entre otras aplicaciones).
El segundo jueves de octubre de cada año se celebra el “Día mundial de la visión”. Esa fecha fue dispuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) conjuntamente con la Agencia Internacional de Prevención de la Ceguera (www.iapb.org). Su objetivo es contribuir a la toma de conciencia de las múltiples enfermedades que pueden generar ceguera o discapacidad visual, muchas de las cuales (80%) pueden prevenirse o son pasibles de tratamiento cuando el diagnóstico es precoz.
Es importante conocer cuál es el cronograma de exámenes oftalmológicos indispensables a lo largo de la vida. La Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil (SAOI) ofrece una excelente información en las redes. En los recién nacidos se debe efectuar una evaluación oftalmológica para -entre otros objetivos- prevenir la conjuntivitis neonatal, y realizar la prueba del “reflejo rojo pupilar” para descartar la presencia de opacidades que impidan la llegada de un estímulo visual nítido a la retina del neonato (por ejemplo, cataratas congénitas).
En los neonatos prematuros un médico oftalmólogo especialmente entrenado debe realizar un examen de la retina para detectar una patología denominada “retinopatía del prematuro” (ROP). Los prematuros de riesgo son todos los recién nacidos con un peso al nacer igual o menor a 1.500 gramos; todos los recién nacidos con una edad gestacional de 32 semanas o menor, y recién nacidos que al nacer presenten una evolución clínica inestable, incluidos aquellos que requieren apoyo cardiorrespiratorio o que presenten factores de riesgo como la necesidad de oxigenoterapia, retardo del crecimiento intra y extrauterino, transfusiones, infecciones, entre otros. Ningún neonato prematuro debe egresar de las unidades de neonatología sin evaluación oftalmológica. Estos controles de la retina deben continuar periódicamente luego del alta de internación a cargo de un médico oftalmólogo especialmente entrenado.
Siguiendo con el cronograma de control de niños sin patología ocular, los controles oftalmológicos durante el primer año de vida, luego de la evaluación al nacer, se deben efectuar a los 3 meses, a los 6 y a los 12 meses. Preferentemente deben ser realizados por un oftalmólogo infantil quien efectuará un examen de la retina bajo dilatación pupilar a los efectos de descartar la presencia de diversas patologías como por ejemplo un retinoblastoma (tumor ocular maligno más frecuente en los niños).
Respecto de los controles en edad preescolar y escolar, se debe efectuar una evaluación oftalmológica a los 3 y otra a los 5 años de edad. Luego los exámenes se deben reiterar cada 2 años.
En estas edades entra en escena una enfermedad que requiere especial atención: la miopía. Un ojo con miopía es un ojo enfermo en su estructura y en su función. En los pacientes miopes es mayor la frecuencia de desprendimiento de retina y tienen, además, un riesgo aumentado de padecer glaucoma (hipertensión ocular con riesgo de ceguera). También en ellos es mayor la posibilidad de padecer visión subnormal generada por una enfermedad de la parte central de la retina denominada maculopatía miópica y, además, tienen incrementada la posibilidad de padecer cataratas a una edad inferior a la habitual.
La prevalencia de miopía en el mundo se está acelerando y las previsiones, de seguir la curva actual, es que en 2050 el 50 % de la población mundial padezca miopía. La novedad es que se han desarrollado en los últimos años alternativas terapéuticas y recomendaciones de estilo de vida para atenuar el avance de la miopía en los niños. Estos, cuando hay antecedentes familiares de miopía deben ser particularmente controlados. Una recomendación es impedir totalmente el tiempo de exposición a pantallas durante los 2 primeros años de vida y limitarlo drásticamente hasta los 5 años de edad (1 hora por día). Otra recomendación importante es realizar actividades al aire libre o exposición a la luz natural al menos 2 horas por día (esto inhibe o enlentece el aumento de la miopía). En cuanto al tratamiento en los niños con factores de riesgo y evidencias de progresión de la miopía las opciones son, por un lado, farmacológicas mediante gotas oftálmicas de atropina muy diluida y, un reciente desarrollo que consiste en anteojos o lentes de contacto especiales con desenfoque periférico. Estos tratamientos deben ser realizados bajo la prescripción y supervisión de un médico oftalmólogo infantil.
Respecto de los controles oftalmológicos en adultos, para quienes no tengan síntomas ni factores de riesgo, se debe efectuar un examen oftalmológico realizado por un médico oftalmólogo al menos cada 2 años. A partir de los 40 años de edad comienzan las dificultades en la lectura (presbicia). Estos controles son una excelente oportunidad para descartar que el paciente padezca glaucoma (aumento de la presión ocular que si no se controla, es una causa de ceguera irreversible). Para quienes tiene síntomas visuales ó factores de riesgo por enfermedades oculares ó sistémicas, es necesario efectuar un examen oftalmológico de inmediato, a cualquier edad. Los factores de riesgo incluyen, entre otros, diabetes; hipertensión arterial, enfermedades inmunológicas e historia familiar de enfermedad ocular. De acuerdo a los hallazgos, el médico oftalmólogo determinará la secuencia de los controles. A partir de los 60 años de edad es importante descartar indicios de una enfermedad degenerativa de la retina denominada maculopatía relacionada con la edad. En estos casos existen tratamientos que deben ser aplicados a tiempo para evitar una ceguera legal (incapacidad de lectura). Paralelamente, las periódicas compañas solidarias organizadas por la oftalmología argentina en poblaciones alejadas de los centros urbanos están logrando reducir los casos de discapacidad visual generados por cataratas no operadas. Múltiples plataformas y equipos con IA incorporada permiten efectuar tamizajes poblacionales de distintas enfermedades oculares
Como conclusión, la IA y los médicos oftalmólogos están logrando una alianza sumamente poderosa para luchar contra la ceguera. Es un proceso con una dinámica arrolladora. El 85 % de los artículos científicos sobre IA y oftalmología se publicaron -según PubMed (EEUU) – a partir de 2020. Retomando el concepto expresado al comienzo de estas líneas sobre la hipotética capacidad sustitutiva del médico por esta tecnología, caba coincidir con Roberto Ebner en que “información médica” no es equivalente a “conocimiento médico”, y esto está en línea con los conceptos desarrollados por Eduardo Levy Yeyati cuando diferencia entre el “conocimiento explícito” y el “conocimiento tácito”. El conocimiento explícito es el conocimiento objetivo, documentado, “los datos” (“el saber qué”). Este es el terreno de la IA pero también de sus alucinaciones (errores). El conocimiento tácito, desarrollado al enfrentar la incertidumbre, incluye la experiencia, intuiciones, percepciones (“el saber cómo”). El conocimiento tácito proporciona el contexto y la experiencia que permiten aplicar eficazmente el conocimiento explícito. En síntesis, estamos ante un instrumento muy poderoso, cuyo techo desconocemos, pero que no reemplaza al “juicio clínico” o “criterio médico” y menos aún a la empatía humana “natural” y a la contención que todos necesitamos como pacientes.
Profesor consulto de la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la UBA. Hospital de Clínicas (UBA). Doctor en Medicina (UBA)