El periodismo bajo asedio

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Cada día es más difícil llevar a cabo la tarea periodística fundamental de recopilar datos y verificar información. También es cada vez más peligroso.

En la primera mitad de 2025, el clima de hostilidad hacia los periodistas empeoró hasta alcanzar niveles nunca vistos en décadas, lo que refleja una escalada coordinada de violencia, intimidación y censura.

El tejido social se desgarra día a día como parte, en muchos casos, de campañas deliberadas y calculadas para socavar los hechos, que son la base de nuestra realidad compartida. Ya no es necesario demostrar que los hechos son falsos, basta con difamar sin descanso, sembrar dudas y lanzar conspiraciones. A menudo, los algoritmos de las redes sociales se encargan del resto.

Para la Agencia France-Presse, una agencia de noticias internacional con una red de periodistas repartida en todo el mundo, las cifras son contundentes: en los primeros seis meses de este año se produjeron 25 incidentes graves que afectaron a periodistas que trabajan para nosotros. Eso es más de lo registrado en todo 2024.

El ataque al periodismo y la campaña para socavar los hechos ocurre en un momento en que la gestión de nuestras vidas digitales se está transfiriendo cada vez más a potentes herramientas de Inteligencia Artificial Generativa

Estas agresiones, detenciones, expulsiones o el hecho de que periodistas tengan que huir para salvar sus vidas solo dan una idea de la magnitud del ataque global al derecho del público a la información.

La violencia y la intimidación se están extendiendo geográficamente. La situación se ve agravada por el auge de las prácticas autoritarias y la retórica populista que ataca abiertamente a la prensa.

El cronista de América Cristian Mercatante fue herido de un botellazo en el acto de cierre de campaña de LLA en Moreno

La creciente impunidad de las fuerzas del orden, alentada por los mensajes políticos predominantes, ha hecho que los ataques a periodistas sean cada vez más frecuentes. No se trata solo de un fenómeno aislado de los llamados regímenes inestables, sino que también está surgiendo en democracias consolidadas y en países con una larga tradición de libertad de prensa, lo que apunta a un peligroso cambio en las normas mundiales.

Los periodistas tradicionalmente se han identificado en las protestas y los actos públicos, creyendo que esta identificación les otorgaba cierta protección y legitimidad. Pero cada vez vemos más cómo esto los convierte en blancos de ataques. Durante el último año, periodistas que trabajan para la AFP han sido blanco de diferentes y violentas agresiones en protestas en países tan diversos como Turquía, Argentina y Estados Unidos. Todos ellos estaban claramente identificados como prensa. Todos ellos están convencidos de que fueron atacados por ser periodistas.

En muchas zonas del mundo, el periodismo está desapareciendo. La intimidación y las amenazas se han vuelto incontrolables. Hemos visto cómo periodistas que trabajan para la AFP se han visto obligados a huir de toda la zona del Sahel, en África occidental, y también de zonas de América Central como Nicaragua y El Salvador. En algunas partes de Europa del Este y central, nuestros verificadores de contenidos se enfrentan a amenazas de muerte y campañas de intimidación y silenciamiento.

El mensaje suele venir de arriba. La presidencia de Argentina publicó el año pasado el siguiente mensaje en las redes sociales: “No odiamos lo suficiente a los periodistas”. En total, el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) registró 179 ataques a trabajadores de los medios de comunicación en 2024.

En los primeros seis meses de este año se produjeron 25 incidentes graves que afectaron a periodistas que trabajan para nosotros. Eso es más de lo registrado en todo 2024

Y luego está Gaza. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) asegura que casi 200 periodistas han sido asesinados en Gaza en los últimos dos años. Y dice haber registrado más de 20 incidentes en los que se habría atacado deliberadamente a personas concretas. Algunos de los periodistas que trabajan para la AFP en Gaza se niegan a llevar chalecos antibala porque temen que eso los convierta en un objetivo. También afirman que la gente tiene miedo de estar cerca de ellos porque cree que los periodistas son objetivos. Y, sin embargo, quizás lo más notable es que pocos gobiernos, entre los muchos países que han prosperado gracias a la libertad de prensa, están dispuestos a dar un paso al frente para defender los hechos, la verdad y la libertad de prensa. Muchos periodistas valientes y dedicados se sienten terriblemente solos en este momento.

Este ataque al periodismo y la campaña para socavar los hechos ocurre en un momento en que la gestión de nuestras vidas digitales se está transfiriendo cada vez más a potentes herramientas de Inteligencia Artificial Generativa. Todos podemos ver las asombrosas capacidades que tienen estas herramientas para la construcción del conocimiento y el avance humano, pero también ya estamos viendo cómo pueden utilizarse para contaminar nuestro ecosistema de información con una avalancha de contenido falso.

Esto parece ser un punto de inflexión. La gente habla con naturalidad de vivir en el mundo de la posverdad. El periodismo es imperfecto, no siempre acierta en todo. Pero la aspiración honesta de recabar información y buscar la verdad es fundamental para el buen funcionamiento de nuestras sociedades. Ahora más que nunca, debemos defender los hechos. No hay alternativa.

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