Llegó a la pasarela por sugerencia de su mamá y se convirtió en una de las top model de los ’90. Sin embargo, ese no era su sueño. Entonces Flor Florio pateó el tablero y decidió hacer lo que realmente le gusta: comunicar.
Hoy es una gran motivadora desde sus redes sociales, tiene varios cursos on line, su línea de fragancias para el hogar y su propia marca de joyas junto a su socia, Roxana Zarecki “Nunca fui la favorita de Pancho Dotto, porque tampoco me gustaba estar todo el día en la agencia. Pero sí hacía muchas tapas de revistas. Fue una linda época, y me llevaba muy bien con Daniela Cardone, hasta soy madrina de su hijo; también con Grace Gaviglio, Ethel Brero, Patricia Caminotti”, le cuenta Florio a LA NACION.
-¿Por qué decís que nunca fuiste la preferida de Pancho Dotto?
-Porque Pancho quería la exclusividad total, pero cuando probé exclusividad total noté que había que estar todo el día dentro de la agencia pidiéndole que te dé trabajo. Y no soy así.
-¿Y cómo llegaste a las pasarelas?
-Siempre quise ser pintora, artista. Antes de terminar el colegio, mi mamá me sugirió que hiciera un curso de modelo. Yo andaba en zapatillas todo el día, pero la escuché y fui. Enseguida empecé a trabajar y a viajar, aunque seguí estudiando: hice diseño gráfico en FADU. Conocí el mundo de la moda y mi parte artística empezó a disfrutar de estar con los diseñadores, en las producciones de moda; siempre me atrajo la estética. Y no disfruté de otras situaciones…
-¿Cuáles?
-Por ejemplo, si pertenecías o no a ciertos grupos, o no estabas en ciertos lugares. Muchas productoras de moda les decían a algunas chicas que tal cosa les quedaba mal porque tenían cadera grande. Ahora la gente se cuida más, pero esas cosas sucedían y no eran lindas, sobre todo para una chica de 20 años. Yo no tenía ese problema porque comía de todo y no engordaba, pero era feo ir a un casting y escuchar que le dijeran a una compañera que esa ropa no le iba a entrar. Esas situaciones te bajaban la autoestima.
-¿Es un mundo muy competitivo?
-Sí, como todos. Pero la competencia no era tanto con las modelos… Había cosas, pero nada grave. Era con las productoras, si te llamaban o no, cómo te hacían sentir. El tema de los talles también era complicado porque si buscás un talle un poco más grande, no encontrás. Entonces, ¿cómo se sienten las mujeres?
-¿Por todo eso abandonaste el modelaje?
-Sobre todo porque mis intereses eran otros. Estudié periodismo y Alfredo Serra, que fue mi profesor y estaba en revista Gente, me recomendó en Editorial Atlántida. Por ese entonces trabajaba todavía como modelo, pero se me abrió otro mundo. Y mi vida cambió con internet. Siempre necesité comunicar y con esa herramienta nueva todo fue una maravilla. Ahí sí dejé el modelaje porque me sentía apagada, aplastada. No me gustaba mostrarme, ni tampoco mostrar el cuerpo. No estaba del todo cómoda, aunque me gustaba la parte artística de ese mundo. Además, yo me vestía diferente, y usaba ropa de mi abuelo, de mi papá, mezclaba colores. Siempre me sentí sapo de otro pozo.
-¿Y qué hiciste?
-Con internet cambió mi manera de comunicarme y ya en el ’98 tenía una web y podía decir lo que pensaba, lo que me gustaba. De 1999 al 2003 hice un programa con Teto Medina que se llamaba Teto Net, los domingos en TN. Después hice mi página con mi webcam y transmitía desde mi casa. Después tuve ataques de pánico y mi vida cambió. Tenía 40 años y fue duro.
-¿Cómo fue?
-Ya había nacido mi hija Catalina y me dediqué a ella, con mucho placer. Cuando creció, me dije, ¿y ahora? Me sentí un poco perdida. Y creo que cumplir 40 años me golpeó. Estuve un año con angustia y no sabía qué era. Un día llamé a urgencias y empecé terapia. Fue muy bueno, un gran empujón para crecer y animarme a muchas cosas. Sentí curiosidad, investigué, estudié, aprendí. Y decidí mostrarme a través de mis redes.
-Te convertiste en influencer…
-Porque mis seguidoras me preguntaban cómo me puedo poner esta base, o qué usar para tal ocasión. No me gusta mostrarme, pero sí dar un servicio. Estudié coaching ontológico y aprendí a comunicarme desde otro lugar y a motivar a la gente. Y me di cuenta que las redes te unen, pero también te alejan y te hacen creer cosas que no existen.
-¿Cómo es eso?
-Por ejemplo, las mujeres ven perfección permanentemente y creen que todo tiene que ser así. Entonces, a través de mi Instagram, desmitifico un montón de cosas. Tengo una comunidad hermosa, me preguntan de todo, les doy consejos y empuje, y ellas también me motivan y me dan datos. Interactuamos de una manera muy linda: muchas veces me reconocen en la calle, se acercan, me abrazan y me dicen “siento que te conozco de toda la vida”, porque les hablo con la confianza de una amiga y mis recomendaciones les sirven como las de una confidente.
-Tu vida dio muchos giros, ¿no?
-Sí, es verdad. Y por fin ahora siento que estoy haciendo lo que me gusta. Quiero motivar, aportarle algo al otro. Tengo una línea de perfumes para el hogar. Yo misma elegí las fragancias y les puse el nombre. Y hasta dibujé las etiquetas. Con Roxana Zarecki, una gran amiga mía, tenemos una línea de joyas, Il filo. Y también tengo cursos on line sobre cómo tomarse buenas fotos, Flor de fotos. Y el año pasado empecé con Flor de viaje y organizo viajes; ya estuvimos en París, Londres, Milán y el año que viene vamos otra vez a Francia y a Marruecos. Yo misma armo el viaje con la agencia.
-¿Cómo nació esta nueva faceta?
-Durante la pandemia tuve Covid y encerrada, aburrida, empecé a pensar en hacer cursos on line. Hay otro que se llama Reinventa tu estilo, para saber combinar tu ropa. Las mujeres se llenan de prejuicios y las cosas son mucho más fáciles de lo que uno cree. Con tres toques mágicos no necesitás ni tantas cremas ni tanto maquillaje. No hay que estar perfecta, sino de sentirte bien. Y ahora voy a hacer otro que es sobre el armado de valijas. También doy charlas porque mis seguidoras me dicen que quieren verme y el contacto está muy bueno.
-¿Tenés pareja?
-Sí, estoy con Gustavo hace más de treinta años y es el papá de mi hija. Es asesor en administración de empresas. Nos conocimos en un barco en Punta del Este, cuando todavía yo era modelo. Somos muy compañeros y él me re banca en todo esto. La verdad es que ahora me siento mucho mejor que cuando tenía 20 años. No me sentía ni linda, ni estimulada, ni motivada y ahora siento que quiero hacer un montón de cosas. Me gusta la joyería cosería contemporánea y hago collares con termofusión, metalizados. Mis piezas llegaron a una exposición New York y se vendieron en Francia también. Me gusta hacer muchas cosas a la vez. De chiquita quería ser hada. Una súper heroína. Una superwoman que salvara gente. Y en cierta forma siento que puedo ayudar, y encender una llamita en el otro. Guardo todavía una cartita que decía: “Papá Noel, quiero un disfraz, un traje de hada”. Quiero que la gente no sufra, que todos estén contentos. Es un poco naif, pero soy naif.