El peso invisible que cargan los estudiantes judíos en las universidades del mundo

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El antisemitismo impacta el bienestar emocional de los estudiantes en toda Latinoamérica (Imagen Ilustrativa Infobae)

Septiembre marca el regreso a clases, el bullicio de los pasillos, los nuevos amigos y las oportunidades que trae un ciclo académico. Para la mayoría de los estudiantes, es la temporada más esperada del año universitario.

Pero para quienes son judíos, ese entusiasmo viene acompañado de un dilema silencioso: ¿usar con orgullo un símbolo religioso o esconderlo bajo una gorra?, ¿pedir un cambio de examen que coincide con una festividad judía o guardar silencio?, ¿callar o responder al pasar frente a una protesta antiisraelí? En lugar de concentrarse solo en sus estudios, muchos se ven forzados a medir cada gesto de identidad frente a un entorno hostil.

Entiendo por qué los estudiantes hacen estos cálculos, ya que yo misma tengo que hacerlos a menudo. Pero odio que tengan que hacerlo.

No se trata de una preocupación abstracta. Lo hemos visto en América Latina con hechos que sacuden la vida universitaria.

En Chile, el Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile fue vandalizado, un ataque directo a la comunidad académica judía. En Buenos Aires, aparecieron pintadas en facultades de la Universidad de Buenos Aires con mensajes antisemitas que equiparaban a Israel con los nazis. En Montevideo, una estudiante judía en la Universidad de la República encontró carteles en su salón con la amenaza: “Te estamos mirando, sionista”, un hecho denunciado no solo por estudiantes judíos, sino por la propia Federación de Estudiantes. También en Uruguay, un profesor universitario llamó “nazi” a la directora de Cultura y fue imputado por incitación al odio. Y en Chile, una estudiante relató cómo, durante una charla en su universidad, una invitada declaró que para liberar Palestina era legítimo tomar rehenes judíos o incluso matarlos, sin que nadie la corrigiera.

Las instituciones educativas tienen herramientas, pero falta decisión para combatir el antisemitismo (Reuters)

Estos no son hechos aislados: son síntomas de una crisis sistémica.

La nueva encuesta global de la Liga Antidifamación con la Unión Mundial de Estudiantes Judíos revela el alcance real de lo que ocurre. Más de tres cuartas partes de los estudiantes universitarios judíos de todo el mundo afirman que ocultan su identidad religiosa en el campus y/o esconden su identidad sionista.

Recientemente, me he sorprendido a mí misma escondiendo mi collar con la estrella de David dentro de mi blusa al tomar un taxi, haciendo ese mismo cálculo instantáneo sobre la seguridad y la visibilidad que sé que tantos estudiantes hacen a diario. Si yo, que trabajo profesionalmente en la defensa de los judíos, siento la necesidad de esconderme, imaginen cómo será para un joven de 18 años que apenas inicia su primer semestre.

¿Dónde está el sentido de pertenencia y seguridad que el mundo académico promete a sus estudiantes? Las mismas instituciones que se enorgullecen de la diversidad y la inclusión están permitiendo ambientes en los que los estudiantes judíos se sienten excluidos y deben borrar parte de su identidad para sobrevivir el semestre. A todos debería preocuparnos esta contradicción.

Lo que vuelve esto aún más difícil es que, según nuestra encuesta, la discriminación antisemita es tres veces más probable que provenga de los compañeros que de los profesores u otros empleados de la universidad. Enviamos a nuestros hijos a la universidad con la esperanza de que se involucren en un mercado de ideas y diversidad de opiniones. En lugar de esto, son sus compañeros quienes los aíslan. Como madre, esto me aterra.

Pero esto no exime de responsabilidad a los dirigentes universitarios; por el contrario, hace que su obligación sea aún más clara. Deben abordar directamente los actos y la retórica antisemita entre sus alumnos.

Algunos argumentarán que se trata de una cuestión puramente política, que lo que estamos viendo no es antisemitismo sino críticas legítimas a Israel que no deben confundirse con prejuicios contra los judíos. Tienen razón en que el debate político tiene cabida en el campus. Pero se equivocan al descartar el antisemitismo que está claramente presente. Cuando los estudiantes no pueden llevar símbolos religiosos sin ser acosados, cuando se les niegan adaptaciones religiosas básicas, cuando sufren amenazas físicas por su identidad… no es discurso político, es discriminación.

Las universidades tienen las herramientas para solucionarlo. La definición de trabajo de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto proporciona un marco claro para distinguir entre la crítica legítima y el acoso discriminatorio. Lo que falta no es la solución, sino la voluntad de implementarla.

Las universidades deben nombrar coordinadores para combatir el antisemitismo y apoyar al personal, el profesorado y los estudiantes judíos e israelíes en la universidad. También deben realizar encuestas periódicas sobre el ambiente en el campus y poner en marcha programas de formación entre pares, incluyendo formación de testigos para combatir el antisemitismo. Además, deben ofrecer una política de adaptaciones clara y fácilmente accesible para las prácticas religiosas.

En este momento, al comenzar las clases, hay estudiantes judíos desempacando cajas en las habitaciones de las residencias universitarias y algunos pueden estar haciendo sus primeros cálculos sobre qué mostrar y qué ocultar de sí mismos. Se merecen algo mejor que una experiencia universitaria definida por el secreto y el miedo.

En días solemnes como Rosh Hashaná, cuando la tradición judía nos invita a reflexionar y renovarnos, también corresponde a las autoridades universitarias comprometerse con un futuro más inclusivo.

*Marina Rosenberg es la vicepresidenta senior de Asuntos Internacionales de la Liga Antidifamación (ADL). @_MarinaRos

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