Una nueva terapia llamada 177Lutecio-PSMA-617 comienza a utilizarse en la Argentina para el tratamiento del cáncer de próstata avanzado. Esta técnica combina en un mismo procedimiento el diagnóstico y la posibilidad de aplicar radiación dirigida sobre las células tumorales, algo que ya se emplea en otros países y que ahora está disponible localmente para determinados pacientes.
Se enmarca dentro de la llamada medicina de precisión, un enfoque que ajusta el tratamiento a las características moleculares de cada persona, con el objetivo de mejorar la eficacia, reducir efectos adversos y permitir un seguimiento más detallado de la evolución de la enfermedad en casos de cáncer de próstata resistente a la castración metastásico (CPRCm).
En la Argentina, el cáncer de próstata es el tumor más frecuente en hombres y la tercera causa de muerte por cáncer. Si bien la incidencia bajó un 40% entre 2007 y 2014, desde entonces crece un 3% anual. En estadios avanzados, el tumor suele dejar de responder al bloqueo hormonal, que apunta a la testosterona. Es en ese punto cuando los pacientes desarrollan el llamado cáncer de próstata resistente a la castración.
“Casi todos los pacientes en estadio avanzado progresan a esta etapa de la enfermedad, que ocurre cuando el tumor sigue creciendo a pesar del bloqueo de la testosterona. En estos casos, el gran desafío es contar con opciones de tratamiento adicionales, con nuevos mecanismos de acción que retrasen aún más la progresión, prolonguen la supervivencia global y mejoren el control de la enfermedad”, explica Juan Pablo Sade, jefe de la Unidad de Tumores Genitourinarios en el Instituto Alexander Fleming y en el Hospital Austral.
Cómo actúa este tratamiento
El 177Lutecio-PSMA-617 es un radioligando, es decir, una molécula que transporta una partícula radioactiva hasta la célula tumoral. “Viaja por el cuerpo, se adhiere a las células tumorales y lleva una partícula radioactiva que las destruye. Funciona como un misil guiado: el ligando (PSMA-617) busca un marcador (PSMA) en la célula tumoral, se une a ella y entrega radiación (con 177Lutecio) para destruirla desde adentro”, detalla Gonzalo Taetti, oncólogo del Cemic.
La precisión del procedimiento depende de un estudio previo de imágenes (PET-PSMA) que permite identificar a los pacientes con presencia de ese marcador. “Podemos tener primero un test diagnóstico y, tras su identificación, el paciente se convierte en potencial candidato a recibir esta terapia”, agrega Sade.
“Esta terapia nos permite ver y tratar la enfermedad, es lo que en medicina nuclear llamamos teragnosis: la combinación de diagnóstico y tratamiento. La misma molécula permite revelar dónde está la mayor concentración de células cancerígenas y luego dirigir radiación específica para destruirlas”, destaca Isabel Hume, jefa de la Sección de Terapia con Radiofármacos del Hospital Italiano y vicepresidenta de la Asociación Argentina de Biología y Medicina Nuclear.
Hume lo grafica con una metáfora: “Es como si primero pudiésemos identificar una cerradura (el marcador PSMA) y luego acceder con la llave precisa, que sería el tratamiento. Esto nos permite dar dosis de radiación altas pero muy selectivas, minimizando efectos adversos”.
Una decisión consensuada
Silvina Racioppi, jefa de Medicina Nuclear del Instituto Alexander Fleming, destaca que la indicación de este tratamiento se define en conjunto. “En general surge de un acuerdo entre el oncólogo o urólogo de cabecera y el médico nuclear. Una vez consensuada la posibilidad, se analizan criterios clínicos y se programa la administración del radiofármaco”, expresa.
El procedimiento se hace en forma ambulatoria: el paciente recibe la dosis intravenosa, vuelve a su casa ese mismo día y, por lo general, se indican hasta seis dosis. “La experiencia con nuestro primer paciente fue muy buena. Conocía el proceso y lo llevamos a cabo con mucha seguridad”, relata Racioppi.
Este tipo de terapias no puede aplicarse en cualquier lugar. “Debe realizarse en unidades especializadas, con equipos multidisciplinarios integrados por oncólogos, médicos nucleares y especialistas en imágenes”, indica Sade. Hume añade que “los centros deben contar con habilitación específica y cumplir con las normativas de seguridad radiológica”.
Evidencia clínica y aprobación
La aprobación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) se basó en los resultados del estudio internacional VISION, que mostró que este radiofármaco prolonga la supervivencia y mejora la calidad de vida en pacientes con CPRCm ya tratados con hormonoterapia y quimioterapia. “Este tratamiento mostró un perfil de efectos adversos moderado y bien tolerado. El objetivo no es solo que el paciente viva más, sino también que viva mejor”, afirma Sade.
El principio que guía esta terapia también se investiga en otros tumores sólidos. “Ya se usa en tumores neuroendocrinos con otros radioligandos, y hay estudios para cáncer de mama, vejiga, glioblastoma y melanoma”, señala Hume.
Racioppi remarca que el avance radica en la biología molecular: “El conocimiento más detallado de las características de los tumores permitió identificar nuevas marcas específicas. Hoy es el cáncer de próstata, mañana podrían ser otras enfermedades”.
Aunque por ahora el perfil es muy específico –pacientes con cáncer de próstata avanzado, resistente a la castración, metastásico y con PET-PSMA positivo–, los especialistas estiman que cientos de pacientes en la Argentina podrían beneficiarse.