La obesidad está matando a los hombres estadounidenses

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Eric Reed siempre se consideró «un poco pesado». Pero de verdad comenzó a subir de peso en 2018, después de que una lesión en la espalda durante un entrenamiento del Ejército y un divorcio complicado lo dejaran en medio de una batalla emocional. El dolor le dificultó hacer ejercicio, y a los dos años de dejar el Ejército, subió 23 kilos más.

«Bebía todo el tiempo, al menos un paquete de 12 a 24 latas a la semana. Pedía pizza con regularidad, comía demasiado», aseguró Reed, que ahora tiene 41 años, es especialista en imagen médica y vive en Fairmont, Virginia Occidental. Su peso máximo ha sido de 162 kilos.

Reed había sido luchador en la preparatoria, pero ahora ya no podía terminar una partida de golf con su padre. A su nueva esposa, Kathleen, le encantaba explorar los parques estatales y navegar en kayak. «Intentaba hacer esas cosas con ella», dijo Reed, «pero no podía».

Aun así, nunca pensó en ir al médico. Simplemente era corpulento, como muchos de sus amigos, y la pérdida de peso le parecía más una preocupación de mujeres; en sus círculos, sacar el tema de la obesidad era como decir que eres «vegano en un asador», señaló.

Pero en 2023, su mujer lo llevó a la consulta del médico, donde le recetaron fármacos GLP-1 para la diabetes tipo 2 y la obesidad. «Si no hubiera sido porque ella me obligó, quizá no habría hecho nada», comentó Reed.

Datos recientes sugieren que alrededor del 40 por ciento de los adultos de Estados Unidos padecen obesidad, lo que abre el camino a la hipertensión, diversas formas de cáncer y cerca de 200 complicaciones más. Los hombres presentan tasas de obesidad similares a las de las mujeres, pero son menos propensos a buscar atención médica: solo representan el 20 por ciento de los pacientes de cirugía bariátrica y alrededor del 22 por ciento de las personas que toman fármacos contra la obesidad. Aunque los hombres toman medicamentos GLP-1, un estudio reciente sugiere que también son más propensos a dejar de usarlos.

Es difícil determinar con exactitud por qué existe esta brecha en el tratamiento, pero quizá esté vinculada a la mayor atención que la sociedad presta al cuerpo de la mujer y a la tendencia general de los hombres a retrasar la búsqueda de atención médica, sobre todo cuando se trata del peso. Las consecuencias, sin embargo, pueden ser graves, pues la obesidad tiende a ser más mortal en los hombres que en las mujeres. Además, los expertos afirman que la obesidad no tratada contribuye en gran medida a la diferencia de 5 años de esperanza de vida entre hombres y mujeres.

La obesidad puede ser más peligrosa en los hombres

La obesidad está relacionada con el envejecimiento acelerado y la muerte prematura, y suele definirse por el índice de masa corporal, una medida del peso y la altura. Aunque el IMC se utiliza de manera amplia, es una herramienta inexacta que no puede distinguir entre músculo y diferentes tipos de grasa. El lugar donde se acumula el exceso de grasa también es importante.

Las mujeres tienden a acumular grasa alrededor de las caderas y los muslos, mientras que los hombres tienden a acumular grasa visceral en lo más profundo del vientre y alrededor de los órganos, explicó Louis Aronne, director del centro integral de control de peso de Weill Cornell Medicine.

La grasa visceral es especialmente peligrosa. Produce moléculas inflamatorias y un flujo constante de ácidos grasos, por lo que el hígado se inunda de estas sustancias químicas, señaló Aronne. Con el tiempo, esto puede provocar coágulos sanguíneos, resistencia a la insulina y placas arteriales, lo que puede ayudar a explicar por qué los hombres tienen un mayor riesgo de sufrir cardiopatías, diabetes tipo 2 y otras complicaciones relacionadas con la obesidad.

Sin embargo, la grasa subcutánea –que suelen tener las mujeres– puede proteger de muchas de estas complicaciones, pues retiran de circulación los ácidos grasos, según Aronne.

Se trata de una tormenta perfecta, ya que los hombres son más propensos a muchas enfermedades relacionadas con la obesidad, pero menos propensos a buscar ayuda médica, afirmó Michal Luniewski, endocrinólogo e investigador de salud metabólica de la Universidad Médica de Lublin, Polonia. A menudo acuden a consulta con complicaciones en fase avanzada más difíciles de tratar.

Por qué los hombres no se someten a tratamientos contra la obesidad

Es difícil señalar una razón de la brecha en el tratamiento de la obesidad, pero las mujeres en general se enfrentan a estándares de belleza más rígidos, dijo la doctora Juliana Simonetti, directora del programa de medicina de la obesidad en el Hospital de la Universidad de Utah. Por eso, las mujeres pueden sentirse más presionadas para buscar tratamientos contra la obesidad. Pero es menos probable que los hombres reconozcan siquiera que padecen obesidad.

Muchos hombres creen que pueden perder peso ellos solos, aseguró Spencer Tilley, médico especialista en medicina familiar de California. Hay un machismo que hace que los hombres sientan que pueden curar la obesidad con pura fuerza de voluntad, ya sea que decidan beber menos o ir al gimnasio. «Algunos no se dan cuenta de que en realidad se trata de una enfermedad», añade Tilley.

Los hombres de por sí son menos propensos a ir al médico, a diferencia de las mujeres; en cuanto a la idea de tener que perder peso, pueden sentirse menos hombres, afirmó Goutham Rao, jefe del departamento de medicina familiar y salud comunitaria del Centro Médico de los Hospitales Universitarios de Cleveland.

Nunca ha tenido un paciente varón que acuda a una consulta de atención primaria para perder peso, pero Rao dice que pueden venir porque les falta el aire constantemente y quieren mejorar su aptitud física, o después de haber tenido que ir a urgencias, pues quieren mejorar su salud cardiaca. Stephen Brandon, director de ingeniería de software de 46 años de Bremerton, Washington, buscó ayuda médica para la obesidad solo después de estar hospitalizado durante una semana debido a un problema cardiaco. El padre de Brandon tuvo que pasar por cuatro infartos para por fin decidirse a tomar un agonista del receptor GLP-1.

Cómo intentan los médicos llegar a los hombres con obesidad

Los nuevos fármacos contra la obesidad, como la semaglutida y la tirzepatida, también tratan las enfermedades cardiovasculares, la apnea obstructiva del sueño, las enfermedades renales y la hepatopatía grasa grave. Eso puede ser útil para los médicos que asesoran a pacientes reticentes, porque pueden vincular el tratamiento a afecciones que muchos hombres ya se toman en serio, dijo Tilley.

Del mismo modo, a menudo hace hincapié en que la pérdida de peso puede ayudar a sus pacientes a dejar de tomar otros medicamentos. La obesidad también está relacionada con un bajo recuento de espermatozoides, disfunción eréctil y escasa fertilidad, explicó Neel Shah, director médico de Maven Clinic, y los hombres suelen tomarse estas afecciones más en serio que el peso.

Las relaciones pueden ser otra motivación poderosa.

Rao afirma que muchos hombres solo acuden a su clínica de control de peso porque su pareja está preocupada por ellos o porque quieren dar un mejor ejemplo a sus hijos.

En cuanto a la mejor forma de llegar a los hombres, Reed ofrece un argumento más sencillo: la diferencia que los fármacos GLP-1 marcan en su propia vida. En los últimos dos años, ha perdido 34 kilos y, a medida que ha ido perdiendo peso, su diabetes se ha controlado, su dolor de espalda se ha calmado, y ahora él y su mujer están intentando tener hijos.

Este mes esperan hacer kayak en Elk River, cerca de donde creció Kathleen Reed. «Y hace solo unas semanas, pude completar 18 hoyos de golf con mi padre», dijo Eric Reed. Era la primera vez que podía jugar en cuatro años.

«Estaba cansado y adolorido», dijo, «pero no sentí que tuviera que parar».

En su momento de mayor peso, Eric Reed, en su casa de Fairmont, Virginia Occidental, pesaba 162 kg y padecía diabetes tipo 2, colesterol alto e hipertensión. Buscó ayuda médica para tratar su obesidad y comenzó a tomar medicamentos GLP-1 solo después de que su esposa lo animara a hacerlo. (Kristian Thacker/The New York Times)

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