Desde estas páginas hemos destacado el valor de las convocatorias públicas que llegan a la comunidad en busca de familias adoptantes. Muchos menores están institucionalizados. Otros se encuentran conviviendo con familias que se vuelven amorosos puentes hacia una vida mejor. Si bien la mayoría podría regresar con sus familias de origen o ampliadas, algunos serán declarados en situación de adoptabilidad.
Los hogares de acogida, de tránsito o convivenciales ofrecen una insustituible alternativa para esa transición hacia una adopción definitiva, cargándola de abrazos y mimos capaces de acompañar a los niños, incluso a bebés pequeños, brindándoles lo que necesitan para intentar sanar, generar apego y despertar en ellos el deseo de volver a ser parte de una familia.
Por un lado, familias constituidas se ofrecen para recibir a pequeños en condiciones de adoptabilidad hasta que se concrete su entrega. Con un amor desprendido y listo para soltar admirablemente el vínculo construido cuando llegue el momento. Por el otro, instituciones que acogen a muchos chicos mientras dura esa transición.
Los hogares de acogida, de tránsito o convivenciales ofrecen una insustituible alternativa para la transición hacia una adopción definitiva
Cuando se trata de grupos de hermanos, por distintas razones, a veces no logran estar juntos. Este fue el caso de tres hermanitos, ya no tan pequeños, que habían sido separados y cuyo primer sueño fue compartir un hogar a la espera de que se declarara su adoptabilidad. Así lograron reunirse en la ONG Una posta en el Camino (@una_posta_en_el_camino/) ubicada en Don Torcuato, una maravillosa institución que ha ido creciendo al ritmo de las necesidades. Conjuntamente con Fundación LA NACION difundieron hace unos meses una convocatoria de las que se saben difíciles: encontrar un hogar para tres hermanos que ya no eran tan pequeños. Pero no perdieron la fe y, con la ayuda de una comunidad que supo articular recursos, lograron concretar este sueño.
Los postulantes no eran de Buenos Aires, sino que venían de lejos. Los chicos jugaban al rugby, uno de ellos de manera muy destacada, en el Hindú Club, y fue el mismo club el que consiguió que esos candidatos a prohijar a los chicos pudieran alojarse en un departamento mientras duró la vinculación, unos 4 meses. No hubieran podido solventar ese gasto.
Construir lazos lleva tiempo. El Principito hablaba metafóricamente de “domesticar” para referirse a esa conexión mutua que vuelve especiales a las personas. Cuando detrás hay historias de abandono y dolor, el proceso es también particular.
Construir lazos lleva tiempo. Cuando detrás hay historias de abandono y dolor, el proceso es también particular
La semana pasada, esos tres chicos partieron del hogar junto a sus nuevos papás. Tendrán ahora también abuelas y abuelos, tíos, primos… La despedida que recibieron tanto en el hogar como en el Hindú Club fue sumamente emocionante. Incluso les consiguieron becas para sumarse al club de rugby de su nuevo lugar de residencia.
Historias difíciles, preguntas que no encuentran palabras, manos que se aferran, abrazos que contienen; aquellos espacios seguros para crecer cosechan sonrisas que lo dicen todo, pero que no podrían existir sin el sostén de una comunidad. En un mundo hostil, estas reconfortantes historias nos devuelven la esperanza y sirven de aliento para quienes quieran adoptar y para quienes pueden compartir el calor de su hogar con un pequeño. “Gracias por quererme tanto”, fue la frase que pronunció el mayor de los hermanos en su despedida. Vale la pena sumar nuestra contribución para apoyar estas iniciativas.