Pasó tan rápido que fue como un sueño. Es la primera vez que en el siglo XXI, la producción agrícola no es castigada con uno de los impuestos más distorsivos y perversos que existen: los Derechos de Exportación (DEX), mal llamados retenciones. Fueron apenas tres días.
Para que ocurriera semejante acontecimiento, hizo falta que la economía estuviera caminando por el precipicio. El viernes anterior, las cotizaciones del dólar estaban perforando el techo de la banda cambiaria que el gobierno de Javier Milei había diseñado como estrategia para estabilizar la economía y el riesgo país, índice que se toma como referencia para medir un potencial default, estaba en niveles alarmantes.
Y nuevamente, como ocurrió en varias ocasiones en los últimos 23 años, quienes manejan la economía entraron en zona de pánico y se acordaron del campo.
Sorpresivamente, el lunes por la mañana se anunció que los DEX de los granos pasaban a cero hasta el 31 de octubre o hasta que se registrara DJVE por US$7000 millones, lo que sucediera primero. Pasó lo segundo y la ilusión se terminó en tres días.
Ese manotazo sobre el campo más el respaldo contundente del gobierno de Estados Unidos al programa de Milei sirvieron para revertir la situación: del pánico se pasó al alivio, en términos macroeconómicos, claro.
Tres integrantes del equipo económico de Luis Caputo -Juan Pazo, Pablo Lavigne y Martín Vauthier- viajaron especialmente a Rosario, donde el martes pasado se celebró el seminario de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja), para defender públicamente la medida. Los organizadores del encuentro introdujeron de apuro un panel con los funcionarios para que expliquen el decreto 682. Primero ratificaron que no iba a haber continuidad y luego defendieron la medida. Fue Pazo quien llevó la voz cantante y recordó que, ante dificultades parecidas, otros gobiernos aumentaron impuestos o impusieron cepos. El punto fue bueno. En 2002, el gobierno de Eduardo Duhalde impuso un aumento de los DEX, sin resistencia del agro, con el argumento de la enorme crisis social que existía entonces. En 2007, Néstor Kirchner subió los DEX para que su esposa, Cristina, no tuviera sobresaltos en los primeros meses de su mandato. Tampoco hubo un rechazo contundente del agro. Eso comenzó a cambiar unos meses después, cuando la propia Cristina Kirchner temió algún problema en los ingresos fiscales y eligió la opción que le presentó su entonces ministro de Economía, Marín Lousteau, hoy senador opositor, con la resolución 125 que, en los hechos, implicaba que el Estado se iba a quedar con la mayor parte de la suba de los granos, especialmente la soja. Aquella vez sí hubo resistencia y la administración kirchnerista dio marcha atrás.
Ni Mauricio Macri, que se había comprometido a reducir la presión impositiva sobre el agro, pudo resistir a buscar en el campo una tabla de salvación al programa económico. A disgusto, en 2018 reimplantó los DEX al maíz y al trigo que había llevado a cero y desaceleró el camino descendente de las alícuotas de la soja.
Más cerca en el tiempo, la fugaz figura de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía puso en marcha un esquema de cotización diferencial del dólar para el agro, conocido como dólar soja, en el contexto del “Plan platita”, diseñado para ganar las elecciones presidenciales de 2023. Dejó al país con una inflación del 200% y un agujero fiscal por la enorme emisión monetaria que aplicó para ese esquema.
La administración Milei no escapó a la tentación de recurrir al campo como fuente de recursos para estabilizar la economía. A fin de enero pasado, el ministro Caputo bajó un 20% los DEX de forma temporal, hasta el 30 de junio, con el argumento de que el agro necesitaba la medida por una situación de crisis, por bajos precios y una incipiente sequía. Sin embargo, el motivo real era otro: que los productores no demoren la venta de la cosecha más allá del 30 de junio porque los dólares eran necesarios. La decisión de que esa baja fuera permanente, en julio pasado, fue la única que tomó Milei en el sentido de exhibir una señal clara al agro de que el camino de la presión impositiva estaba en marcha.
Ahora, aunque el Gobierno consiguió su objetivo, se declararon DJVE por US$7000 millones, y los exportadores volcarán un monto récord de divisas que servirán para calmar la cotización del dólar, quedó una sensación amarga en la producción por la rapidez con la que se terminó la baja. Esa sensación de malestar quizá sirva para que el Gobierno diseñe una estrategia seria para terminar con el infierno de las retenciones.