La inminente disputa entre Atlético Nacional y Millonarios en el estadio Atanasio Girardot de Medellín revive el recuerdo de una época en la que el fútbol colombiano se experimentaba bajo una atmósfera radicalmente distinta.
Un video recientemente difundido por el medio de comunicación partidario Nacional es pasión, mostró cómo se vivían los clásicos entre azules y verdes, en una época donde el narcotráfico, liderado por Pablo Escobar, estaba más vigente que nunca, y donde el defensor Andrés Escobar (asesinado en 1994 por su autogol ante Estados Unidos en el Mundial) era una de las grandes figuras del verde.
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En el video publicado por Nacional es pasión, el 26 de septiembre de 2025 se observa a los hinchas del “Verdolaga” en el sector de oriental del estadio Atanasio Girardot, con sus banderas, apoyando la salida del equipo, mientras las porristas acompañan la salida de los antioqueños.
Dentro de los detalles, se observa el momento de la salida del exdefensor Andrés Escobar, junto a Alexis García, Gabriel “Barrabás” Gómez, acercándose al campo de juego para disputar el partido ante Millonarios.
Las imágenes rescatadas de aquel clásico de 1991 en el Atanasio Girardot evidencian una atmósfera donde la pasión se manifestaba sin la presencia de barras bravas. En ese entonces, el ambiente se caracterizaba por la convivencia de hinchas de ambos equipos, la presencia de porristas en la antigua pista atlética del estadio y un clima de alegría y presión que dista del que se observa en la actualidad.
También se observa que las graderías eran ocupadas por hinchas que no tenían nada que ver con las actuales barras bravas que se han tomado algunas tribunas
El video, según el mismo medio, es de 1991, siendo una de las piezas audiovisuales más destacadas en la historia del fútbol colombiano.
Así nació la rivalidad entre Nacional y Millonarios
El episodio en el que Hernán Silva, árbitro chileno, dejó caer accidentalmente su silbato durante un partido, marcó un antes y un después en la rivalidad entre Atlético Nacional y Millonarios. Aquella noche del 18 de abril de 1989, en el estadio El Campín de Bogotá, se disputaba el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa Libertadores. El ambiente era dominado por una multitud azul, mientras el marcador favorecía 1-0 a los locales, igualando la serie tras la victoria de Nacional en Medellín.
La jugada que alteró la historia ocurrió cuando Arnoldo Iguarán penetró el área rival y fue derribado por René Higuita, quien se lanzó para frenar el avance del delantero sin tocar el balón. Mientras Iguarán caía, observó al árbitro en busca de una decisión. Higuita, por su parte, se reincorporó de inmediato, intentando disimular la falta. Según relatan quienes presenciaron el encuentro, Silva se disponía a sancionar penalti, pero en ese instante el silbato se le escapó de la boca y cayó al césped.
Al agacharse para recogerlo y levantar la vista, el árbitro, como si un recuerdo repentino lo hubiera asaltado, optó por señalar tiro de esquina. El penalti no cobrado, junto a varios fueras de lugar discutidos esa noche, permanece como uno de los momentos más recordados y polémicos de la historia del fútbol colombiano.
La decisión de Silva resultó determinante. Millonarios tenía la oportunidad de adelantarse en la serie, pero la jugada quedó en la memoria como una deuda pendiente. Finalmente, Atlético Nacional avanzó de ronda y se consagró campeón de la Copa Libertadores, un logro que transformó el panorama del balompié nacional y profundizó la tensión entre ambos clubes, una rivalidad que, con el paso de los años, solo se intensificó.
Hasta ese momento, Millonarios ostentaba el título de equipo más grande de Colombia. De las 15 estrellas que hoy figuran en su palmarés, ya había conquistado 13 para 1989. El club había vivido épocas doradas, como la era de El Dorado, la década del 60 y los cuatro títulos obtenidos entre los 70 y 80, consolidándose como símbolo del poder centralista de Bogotá y reflejo de la estructura política del país. Esta hegemonía capitalina contrastaba con la resistencia de las regiones, que buscaban no quedar relegadas por el Estado.
En los años 70, Millonarios y Santa Fe eran los únicos equipos colombianos con protagonismo en la Copa Libertadores, torneo dominado históricamente por clubes de Argentina, Uruguay y Brasil. El clásico bogotano representaba el esplendor del fútbol capitalino, mientras Deportivo Cali se erigía como el principal rival de los azules en la disputa de títulos nacionales, llegando incluso a ser el único equipo colombiano en disputar una final de Libertadores en 1978.
La década de los 80 trajo consigo un cambio radical en el fútbol colombiano. La irrupción del narcotráfico en las estructuras de poder alteró el equilibrio de fuerzas. La influencia de la mafia se hizo sentir especialmente en clubes como América de Cali, que logró cinco campeonatos en esa década, y en Atlético Nacional, que alcanzó la gloria continental en 1989. Para entonces, los antioqueños, fundados en 1947 como Atlético Municipal y rebautizados en 1951, apenas sumaban tres títulos y no habían participado en la Copa Libertadores hasta 1972. Su rivalidad principal era con Independiente Medellín.
El ascenso de Atlético Nacional se consolidó a partir de finales de los 70, impulsado por la llegada del técnico Osvaldo Zubeldía, una fuerte inversión económica y la formación de planteles históricos como los “puros criollos” de Francisco Maturana, base de la selección nacional que regresó a los mundiales en 1990. Mientras tanto, Millonarios comenzaba a perder su hegemonía y, antes de entrar en una prolongada sequía de títulos, luchó en los 80 por mantenerse en la cima frente a los nuevos grandes, América y Nacional.
En 1987, bajo la dirección de Luis Augusto “el Chiqui” García, Millonarios obtuvo su duodécima estrella tras una reñida competencia con Nacional y un octagonal final frente a América de Cali. Al año siguiente, sumó la decimotercera en un mano a mano con los verdolagas. Fue entonces cuando la rivalidad entre ambos equipos comenzó a tomar forma, hasta explotar en el recordado partido de la Copa Libertadores de 1989, donde la polémica decisión de Silva privó a los azules de un penalti clave.
Después de la estrella de 1988, Millonarios atravesó su etapa más difícil, debiendo esperar 24 temporadas para volver a celebrar un título. Durante ese periodo, Atlético Nacional y América igualaron y superaron el palmarés de los bogotanos, incrementando su popularidad y extendiendo sus hinchadas por todo el país, favorecidos por la mayor difusión mediática y el inicio de la globalización.
A diferencia de otros clubes como Santa Fe, Millonarios mantuvo la base de su afición, que aguardó pacientemente el retorno de los días de gloria y observó con recelo el ascenso de los nuevos protagonistas del fútbol nacional.
La rivalidad con Atlético Nacional, convertido en el club más laureado de Colombia y único con dos Copas Libertadores, se alimentó también de la histórica competencia entre Bogotá y Medellín, dos ciudades que vieron encenderse su antagonismo futbolístico a partir de 1989. Desde entonces, salvo contadas excepciones como la Copa Merconorte o la Superliga, ambos equipos no habían vuelto a enfrentarse en una instancia tan decisiva como la lucha por el título del primer semestre en la Liga BetPlay.