Trueno agradece, dice que lo que está sucediendo es una nueva muestra de que el hip hop en Argentina está vivo y que el público está a la altura. Allí se resume la misión del rapero nacido y criado en La Boca: militar un hip hop anclado en la tradición y poner en valor la música y la cultura argentina para un público global.
Plantarse en un escenario acompañado por una orquesta sinfónica fue para Trueno una nueva manera de demostrar que puede rapear en cualquier contexto sin perder pisada ni encanto. Su flow elástico y con potencial de pista de baile, deudor de las leyendas de la Costa Oeste de Estados Unidos con 2Pac a la cabeza, se ha vuelto a esta altura irreprochable. Incluso cuando los arreglos orquestales caían en lugares comunes. Así fue el inicio con “Rain III”, “Feel Me?” y “Fresh”, con la orquesta sonando a pleno, en un despliegue de la paleta tímbrica extendido pero carente de matices y sutilezas. Como si la necesidad de provocar un impacto inicial hubiese vuelto las cosas demasiado obvias.
Los pizzicatos en “Real Gangsta Love” cortaron con tanta cuerda frotada y tanta instrumentación empastada y a partir de entonces el orden pareció restablecerse: la orquesta al servicio del hip hop y no al revés. Tendencia que se incrementó una vez que se sumaron guitarra y bajo eléctricos desde “Cruz” en adelante.
Celebración y arenga
En “344”, sin embargo, el predominio de bronces impuso una atmósfera de música para cocktail en un crucero, una sugestión de lujo acorde a una letra que cae en los clichés de la música urbana y esa construcción del famoso angustiado. “Y yo ya estoy cansado de esta vida / De la fama, de la gira y los contratos”, dice la letra que también habla sobre sentirse solo en hoteles lujosos de Europa. Debajo del escenario, influencers, famosos y personalidades del establishment de la cultura pop celebraban y arengaban. De allí sin escalas a “Lauryn”, un homenaje a Lauryn Hill, la leyenda del soul y el hip hop que en 1998 le cantó como pocas a los avatares de ser una madre afroamericana y sostener su lugar en la música popular.
Y tal vez desde allí se pueda leer el ¿concierto? ¿recital? ¿evento? en el Coliseo, en el marco del ciclo Red Bull Symphonic. Al igual que cualquier producto cultural masivo, el hip hop que llega a grandes audiencias es capitalizado e institucionalizado con todas sus complejidades intactas. Por un lado, el lujo, los viajes y las marcas -desde la comunicación se hizo hincapié en la marca de las zapatillas que usó Trueno-, parte de un topos que hoy ya se ve más como meritocracia y regodeo que como el colonialismo invertido que en algún momento vino a proponer la irrupción del hip hop. Por otro, la inclusión en el repertorio de canciones que mencionan a Santiago Maldonado y a los 30 mil desaparecidos durante la última Dictadura Militar. Siempre hablando de los artistas del estilo más convocantes, Trueno parece reunir ambos mundos como pocos. Un poco de bling bling y un poco de rap conciencia. Ni tan solamente lleno de oro Duki, ni tan solamente perturbado como Wos.
De ahí que la participación de Milo J como único invitado de la noche haya reforzado ese lugar. Hoy por hoy, los únicos dos raperos también interesados en rescatar los sonidos folklóricos para sumarlos al hip hop, aunque sea a modo pintoresquista. Pegados como parte de un binomio, “Tierra Zanta” con el ya mencionado Milo J y “Argentina” con Rodolfo Mederos en bandoneón, se convirtieron en los momentos más logrados de la noche. Un cariño localista con respeto a la tradición en un presente entreguista.
Hacia la recta final, no exenta de agradecimientos y reivindicaciones a la cultura local toda, Trueno dio lugar a una seguidilla de éxitos de neto corte rapero. “Fuck el Police”, la actualización argentina del clásico de “N.W.A”, puso a bailar a todos, incluso a aquellos que jamás estarán ni cerca de sufrir violencia policial. Por último, “Dance Crip”, que en su cadena de samples traza una genealogía con perspectiva regionalista y va desde Marvin Gaye, “Rapper’s Delight” y Ice Cube hasta Illya Kuryaki & The Valderramas, fue el último tema, y por supuesto el más celebrado, con Trueno entregando pasos y rimas con la precisión que solo te da el sentido de pertenencia.
A su alrededor, los arreglos orquestales y la suavidad de gran parte del público hacían realidad aquel chiste de los Simpson en el que Marge, al escuchar que a los alguna vez peligrosos Cypress Hill se les une una orquesta sinfónica, sentencia: “Esto sí me gusta”.