El contundente tuit del secretario del Tesoro estadounidense Scott Bessent el lunes temprano diciendo que Estados Unidos “haría todo lo que sea necesario” para apoyar a la Argentina despejó la tormenta eléctrica que se posaba sobre el mercado cambiario. Y el anuncio del miércoles, a través de otro tuit, sobre el swap de US$20.000 millones que el gobierno de Donald Trump negocia con la administración de Javier Milei –un respaldo histórico-, junto con la predisposición a recomprar deuda, cambió por completo el panorama para los inversores. En dos días, el mercado pasó de las jornadas febriles de la semana anterior –jueves 18 y viernes 19- en las que el Banco Central había tenido que vender US$1110 millones para defender el valor del dólar en el techo de la banda cambiaria, a un rally alcista de los bonos y caída del tipo de cambio producto de la reducción de la incertidumbre sobre la capacidad de pago de la Argentina en 2026.
Pero en medio de esta vertiginosa volatilidad financiera y con la incógnita que todavía genera el resultado de las elecciones legislativas –un condicionante que quedó sobre la mesa en la propia asistencia que ofreció Estados Unidos-, la pregunta entre los analistas sigue vigente: ¿hay que aprovechar esta señal de apoyo para recalibrar el esquema cambiario y empezar a acumular reservas sin pausa, la asignatura pendiente que casi todos los economistas venían reclamando? ¿Qué hace falta ahora para que el riesgo país siga bajando y la Argentina pueda retornar al mercado voluntario de deuda en 2026?
Al cambio de clima que llevó el riesgo país a la zona de los 900 puntos y la cotización del dólar minorista a los $1355 el último jueves (lejos del techo de la banda de flotación de $1478,26) se sumó el aporte de las liquidaciones del agro, luego de la eliminación temporaria de las retenciones. El miércoles a la noche, el Gobierno comunicó que en solo tres días hábiles ya se había alcanzado el cupo de los US$7000 millones que pretendía conseguir. Se espera un aluvión de dólares en los próximos días que el Ministerio de Economía debería aprovechar para recomponer lo perdido en la corrida previa al efecto Bessent y para asegurar la paz cambiaria hasta el 26 de octubre, coinciden los analistas.
“Hay que flotar ya”, plantearon algunos economistas y operadores en la red social X, alentando al Gobierno a no dejar pasar la oportunidad de romper el esquema de bandas cambiarias impuesto en abril y liberar por completo el tipo de cambio, sin un techo que defender, ahora que la Argentina cuenta con el espaldarazo del swap estadounidense y el adelanto extra de dólares del campo. La sugerencia del reseteo del programa en lo cambiario y monetario vino atada al reclamo más persistente del mundo económico: comprar reservas.
Cuando implementó el esquema de bandas, el Banco Central se autoimpuso la regla de intervenir solo para vender en el techo o para comprar en el piso (algo que nunca ocurrió, pese a los pronósticos oficiales de que la cotización bajaría). En las últimas jornadas dejó de lado ese mandato y empezó a comprar y el viernes restringió por 90 días las operaciones con dólares financieros (MEP y CCL) para quienes compren en el mercado oficial.
Hasta la ex número dos del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gita Gopinath, salió a decir que la Argentina debía moverse a una mayor flexibilidad y empezar a acumular, además de avanzar con las reformas siempre pendientes.
“Creo que, si la presión sobre el tipo de cambio hubiera seguido, habría sido inevitable tomar una decisión antes de las elecciones, y en ese escenario yo hubiera optado por dejar flotar. Pero este alivio [por el apoyo de Estados Unidos] da tiempo: permite llegar a las elecciones sin cambios bruscos en el esquema cambiario actual, siempre y cuando el buen humor de los mercados se sostenga”, evalúa desde Nueva York el economista argentino Alberto Ades, director de investigación y estrategia del hedge fund NWI Management.
“Para sostener ese escenario, es importante que el Gobierno refuerce su coalición política. Antes de octubre es difícil por la competencia electoral, pero al menos debería procurar bajar el tono del conflicto”, sugiere Ades en su análisis y repite: “Si los mercados se mantienen sólidos, la estrategia debería ser clara: comprar reservas sin dudas. Esa acumulación da margen de maniobra y credibilidad para lo que venga después de octubre”.
Quien también pone el foco en las reservas es Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora EcoGo. “Casi en el borde del precipicio, el Gobierno recibió un salvataje extraordinario de Estados Unidos para evitar tener que tomar medidas disruptivas para contener la pérdida de reservas. Parte de estos problemas surgieron por el diseño de un programa cambiario que tuvo fallas, no fortaleció las reservas internacionales ni logró conseguir el acceso a los mercados externos a pesar del gran esfuerzo fiscal realizado”, opina. “Es momento que el Gobierno realice una autocrítica y aprovechando la oportunidad y los fondos conseguidos, establezca un programa cambiario que acumule reservas, tal como está establecido en el acuerdo con el FMI al cual Bessent adhiere”, completa.
Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos, comparte que la entrada de dólares y la señal estadounidense le quitaron la urgencia a la necesidad de recalibrar el esquema, pero aclara que se debería evolucionar hacia una flotación total con acumulación de reservas. “Frente a la pregunta de si la dolarización es el fin de todo esto, creo que no, pero no lo descartaría completamente, aunque creo que lo mejor para la Argentina es ir hacia un tipo de cambio flexible”, señala sobre los próximos pasos que puede dar el Gobierno.
El economista celebra que la reversión del escenario de crisis permita una descompresión de las tasas de interés para revitalizar la actividad económica –que en julio volvió a caer por tercer mes consecutivo, según el Indec- y pone el ojo en la necesidad de reconstituir el vínculo político con aliados y gobernadores. “Con este aval que consiguió, Milei puede sentarse a negociar con otro peso con la oposición, hay que ver si del otro lado están dispuestos”, plantea. Pero esa posibilidad es tan incierta como el resultado electoral de octubre, admite.
Para Juan Pablo Ronderos, socio cofundador de la consultora MAP Latam, el Gobierno debería aprovechar esta segunda oportunidad que habilitó el respaldo internacional para “reforzar y dar mayor consistencia al programa, con el objetivo de consolidarlo como un verdadero plan de estabilización”. Ello implica avanzar hacia un régimen cambiario más flexible, que permita acumular reservas y reduzca vulnerabilidades, insiste. En ese punto, sugiere como referencia la estrategia de Chile: compras diarias de dólares (US$ 25 millones) con esterilización mediante deuda del Banco Central, “que buscan fortalecer las reservas sin presionar la liquidez en pesos”.
Agustín Etchebarne, director general de la Fundación Libertad y Progreso, se suma a los que piensan que el día después de las elecciones exige “recalibrar el régimen monetario-cambiario hacia una arquitectura auténticamente liberal”. Y dice: “Mi preferencia es la dolarización; alternativamente, una salida completa del cepo y de las bandas, con un programa creíble de acumulación de reservas y disciplina fiscal estricta”.
El factor político es otro punto clave en la hoja de ruta. “Una vez que LLA logre ampliar su presencia en el Congreso en las próximas elecciones, será igualmente indispensable construir un acuerdo político más amplio que haga posible avanzar con la reforma laboral, previsional y una reforma impositiva que incluya la eliminación permanente de las retenciones”, opina.
La debilidad del Central
Las reservas internacionales son el flanco débil de la economía argentina. En torno a los US$39.000 millones, siguen en terreno negativo según la metodología de cálculo del Fondo Monetario Internacional (FMI) si se descuentan los aportes del organismo, el swap de China y los encajes de los depósitos privados en dólares, todo aquello que los economistas etiquetan como “reservas prestadas”.
Martín Redrado, expresidente del Banco Central y director de la Fundación Capital, exhibió en distintas entrevistas periodísticas en las últimas semanas los números que dan cuenta de la debilidad local: mientras que los países de la región tienen reservas equivalentes a entre 15% y 30% de sus PBI, la Argentina apenas llega al 6%. Brasil acumula más de US$350.000 millones; México, más de US$244.000 millones y Perú –el ejemplo regional que logró una estabilidad monetaria a prueba de crisis políticas gracias a la acumulación de reservas-, más de US$87.000 millones.
“Un swap de monedas para cualquier Banco Central de un país emergente es un complemento, jamás un sustituto de la acumulación de reservas”, posteó Redrado el miércoles luego del anuncio de la asistencia del Tesoro.
“Las dos inquietudes de todos los inversores en el exterior son el resultado de las elecciones de octubre y la situación de las reservas líquidas, hasta antes del respaldo [de Estados Unidos] sacaban la cuenta de almacenero de cuánto había para pagar los vencimientos de deuda del año próximo y se alarmaban”, afirma un economista ligado al mercado financiero local que acaba de regresar de una gira por Europa, donde visitó hedge funds. “Para que baje el riesgo país tienen que sí o sí cambiar el esquema cambiario y comprar reservas, el mercado internacional está muy deseoso de que acumulen, ahora que la posibilidad de un incumplimiento de la deuda se redujo mucho”, insiste.
La baja del riesgo país está atada a lo que ocurra en las elecciones y a la necesidad de acumular dólares, pero no solo a eso. Para Menescaldi, se requiere equilibrio en lo fiscal y lo externo de manera conjunta con un planteamiento consistente en lo monetario y un programa político que logre consensos. “Si podemos demostrar que podemos armar un programa económico de consenso que perdure en el tiempo, más allá de las fuerzas que gobiernen, es factible que podamos volver a los mercados de manera exitosa para poder afrontar la renovación de la deuda”, opina.
“La respuesta sigue siendo contingente al resultado electoral”, afirma Ades ante la consulta de si aumentaron las posibilidades de ese retorno con el apoyo estadounidense. “Para que la Argentina regrese a los mercados en 2026 se necesita una baja muy sostenida del riesgo país, y para eso, un resultado electoral favorable es clave. Y aun en ese escenario favorable, no es obvio que los mercados privados estén dispuestos a proveer los montos que el país necesita. Por eso, en paralelo, hay que explorar alternativas complementarias: más del apoyo de Estados Unidos, acuerdos de repo con bancos internacionales, canjes de deuda, y sobre todo aumentar el superávit fiscal. La combinación de consolidación fiscal y respaldo externo será lo que determine la verdadera viabilidad del retorno a los mercados”, analiza.
“Hoy estamos sin dudas más cerca de recuperar el acceso a los mercados que hace apenas una semana –afirma Ronderos-. La prioridad es asegurar la cancelación de los compromisos de deuda que operan el año próximo, por cerca de US$4300 millones en enero y un monto similar en julio. El apoyo externo despejó las dudas sobre la capacidad de repago de 2026, y eso ya generó una fuerte compresión del riesgo país. Esta mejora abre la puerta al rolleo de vencimientos, y es un paso clave para pensar en un retorno pleno a los mercados”.
Habrá que esperar en menos de un mes el veredicto de las urnas. Como tantas otras veces.