En la Argentina, cuando pensamos en ahorrar o invertir, solemos tener una reacción casi automática: recurrir al dólar. Es una costumbre tan profundamente arraigada que rara vez la cuestionamos, como si fuera la única opción posible. En inglés existe una expresión que ilustra bien esta sensación: only game in town (en español, “el único juego del pueblo”), que transmite la idea de que no hay alternativas visibles, como si lleváramos anteojeras que nos obligan a mirar siempre en la misma dirección, sin notar lo que ocurre a los costados. Aunque ganamos y gastamos en pesos, nuestra mente permanece anclada al dólar, incluso en un contexto global donde esa lógica empieza a dejar de ser la norma. Esta conducta se intensifica durante de tensión cambiaria, cuando el temor a perder poder adquisitivo en pesos nos empuja a buscar refugio en el dólar de manera casi instintiva, aún cuando eso implique dejar de lado opciones más atractivas o diversas. Pero lo que alguna vez fue una respuesta defensiva válida, hoy puede funcionar como un obstáculo que limita nuestras decisiones. En esta columna vamos a analizar este comportamiento tan característico y, sobre todo, a abrir el juego hacia otras alternativas. El objetivo no es reemplazar al dólar, sino incorporar nuevas herramientas que nos ayuden a tomar decisiones financieras más completas, menos impulsivas y mejor alineadas con un entorno económico que ya está cambiando.
La paradoja argentina
La lógica que sigue la mayoría de los ahorristas argentinos parece, en principio, bastante simple: si el dólar sube frente al peso, entonces ahorrar en dólares es la mejor jugada. Sin embargo, esa conclusión puede resultar engañosa si no se observa lo que ocurre fuera de nuestras fronteras. En lo que va de 2025, el dólar no se fortaleció en términos globales; por el contrario, se debilitó frente a casi todos los activos relevantes: cayó un 11 % frente al euro, más de un 30 % frente al oro y alrededor de un 20 % respecto al bitcoin. Es decir, mientras en Argentina el dólar aumentó su valor un 20 % respecto al peso, en el resto del mundo perdió terreno frente a prácticamente todo lo demás. Esto genera una paradoja interesante: si bien quienes ahorraron en dólares hoy tienen más pesos en mano, la realidad es que con esos mismos dólares ahora pueden comprar menos euros, menos oro y menos bitcoin que en 2024. Y lo más significativo es que, si en lugar de quedarse en dólares se hubiese optado por invertir en alguno de estos activos alternativos, el resultado sería incluso mejor, con un poder de compra en pesos notablemente mayor. De hecho, quienes apostaron por el oro, el euro o el bitcoin hoy tienen en promedio un 20 % adicional medido en pesos respecto a quienes simplemente conservaron dólares.
¿Por qué el dólar podría debilitarse más fuera de argentina?
Durante décadas, el dólar mantuvo su hegemonía como la principal moneda de referencia a nivel global, pero en la actualidad enfrenta varios factores que apuntan hacia un debilitamiento estructural. Uno de los más visibles es la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos, que recientemente retomó un ciclo de baja de tasas de interés. Este cambio no es un simple ajuste técnico: cuando la Fed reduce las tasas, mantener dólares se vuelve menos atractivo, ya que los bonos del Tesoro ofrecen rendimientos más bajos. En ese contexto, los capitales internacionales tienden a desplazarse hacia otros activos que ofrecen mejores retornos, como acciones, commodities o criptomonedas. La consecuencia natural es una menor demanda global de dólares, lo que termina presionando su valor a la baja frente a otras monedas y activos financieros. A este factor coyuntural se le suma un problema más profundo y estructural: el nivel de deuda de Estados Unidos. El país continúa acumulando pasivos a un ritmo que genera preocupación incluso entre inversores institucionales, ya que se vuelve cada vez más difícil sostener la posición de liderazgo de una moneda respaldada por un emisor con cuentas públicas tan desequilibradas. No se trata de anticipar el colapso del dólar, pero sí de reconocer que ha comenzado a perder ese carácter incuestionable que lo posicionó durante tanto tiempo como el activo más seguro del mundo. Mientras tanto, otras monedas y sistemas financieros comienzan a ganar terreno. El euro refuerza su protagonismo, China avanza en acuerdos comerciales denominados en yuanes y, en paralelo, el ecosistema cripto ofrece alternativas descentralizadas y sin fronteras. En este escenario, suponer que el dólar seguirá siendo el único refugio sólido implica desconocer señales claras de transformación. Puede mantener su lugar durante algún tiempo más, pero los síntomas de agotamiento de su supremacía ya no son tan fáciles de ignorar.
Más allá del dólar: qué alternativas hay
Aceptar que el dólar ya no es el único refugio posible implica ampliar la mirada y empezar a construir un portafolio más alineado con el que podría diseñar un inversor global. Las opciones están disponibles, incluso para el ahorrista minorista argentino que busca salir de la lógica del billete guardado en el colchón y comenzar a gestionar sus recursos con una perspectiva más estratégica. Una de las alternativas más consistentes es el oro, que en lo que va del año se fortaleció más de un 30 % frente al dólar y mantiene su rol histórico como reserva de valor. A través de instrumentos como el ETF GLD, es posible acceder al rendimiento del metal sin necesidad de adquirir lingotes físicos ni asumir complicaciones logísticas. También existen opciones vinculadas a materias primas sensibles a la inflación, como el ETF HGER, que funciona invirtiendo en diversos comodities como cobertura en contextos de pérdida de poder adquisitivo.
Dentro del universo cripto, Bitcoin y Ethereum han demostrado que su utilidad no se limita a la especulación, sino que también pueden formar parte de una estrategia de diversificación. Hoy, con ETFs como IBIT para Bitcoin y ETHA para Ethereum, es posible tener exposición regulada y transparente a estos activos. Aunque su volatilidad sigue siendo elevada, incorporarlos con un peso moderado en el portafolio puede aportar tanto retorno como cobertura frente al debilitamiento del dólar. Lo importante es entender que se trata, en definitiva, de dejar atrás una estrategia puramente defensiva y reactiva para adoptar una visión más amplia, proactiva y adaptada al escenario financiero actual.
Conclusión
La pregunta clave ya no es cuánto vale el dólar frente al peso, sino cómo se comporta frente a aquellos instrumentos que hoy marcan tendencia global. Para el inversor argentino, el verdadero desafío es animarse a dar un paso más allá. No se trata de abandonar el dólar ni de ignorar su función, sino de dejar de verlo como la única alternativa posible. Construir un portafolio que combine distintas monedas y activos no solo permite salir de una respuesta instintiva, sino que representa una forma más estratégica e inteligente de participar en un entorno cada vez más dinámico. El futuro de las finanzas personales no estará definido por quién acumuló más dólares, sino por quién logró diversificar con una mirada global y consciente. La seguimos la semana que viene con más material de finanzas personales e inversiones.