Su enfermedad comenzó con una fiebre muy alta que no bajaba y frenó su carrera: “No perdí la esperanza y luchaba para sanar”

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“Al recibir el diagnóstico, yo era licenciada y trabajaba como periodista en un importante medio de noticias, mientras mi carrera artística recién empezaba. Sin embargo, la enfermedad me impedía llevar una vida normal: tuve que pasar casi tres meses en aislamiento total en una habitación de hospital y, luego, casi un año en casa -debido a la pandemia- esperando un trasplante de médula ósea. Por eso, hacer shows o asistir a eventos masivos era prácticamente imposible. Pero a pesar de la soledad y la incertidumbre, nunca perdí la esperanza ni el sueño de volver a compartir mi música con el mundo”.

Rocío Portillo, oriunda de Mendoza y formada en una familia donde la música siempre estuvo presente, creció rodeada de música clásica, tango y folklore gracias a sus padres, involucrados en el canto coral y el piano. Desde joven estudió canto, instrumentos, teatro, baile y dibujo.

A los 18 años, su interés en la música electrónica comenzó como asistente a raves y evolucionó hacia la producción y mezcla musical. Paralelamente, trabajó como periodista, lo que le permitió abordar la música con una mirada crítica y construir una identidad propia. Colaboró con músicos como Karim Sar Sar y Valley AR, y se destaca como DJ, productora, cantante y performer en vivo.

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El desafío más difícil de su vida

El año pasado Rocío llevó su música a Barcelona, Ibiza, Ámsterdam, Copenhague, Madrid, Tenerife y Mallorca; y este 2025 volvió a cruzar el Atlántico para presentarse en nuevos destinos como Croacia, Escocia y Dinamarca, compartiendo cabina con referentes mundiales como Hernán Cattáneo, Nick Warren, Guy J, Sasha y John Digweed.

Sin embargo, el desafío más grande le llegó a los 25 años, en 2019, cuando se enfermó gravemente. “Todo comenzó un viernes con una fiebre muy alta que no bajaba, hasta que finalmente fui al hospital para averiguar qué pasaba. Con el tiempo, recordé que antes de la fiebre había tenido las encías inflamadas, pero al consultar con un dentista no encontraron nada preocupante”.

El lunes siguiente Rocío se presentó en la guardia de una clínica a la que asistía con frecuencia y cuando le comentaron sobre los análisis que le habían efectuado, hicieron referencia a que tenía muchos valores que habían dado mal y que debía ser internada.

Cuando estaba creciendo y haciéndose conocida, Rocío Portillo debió interrumpir sus giras por un inesperado diagnóstico.

Inesperado diagnóstico

Primero, cuenta, los médicos buscaron detectar otros tipos de enfermedades, pero como los resultados eran negativos, optaron por realizarle una punción lumbar para ver si tenía cáncer. “Recibí transfusiones de sangre y medicamentos para bajar la fiebre, con la que hacía días estaba conviviendo y pasé por algunas habitaciones para estar más cómoda, siempre acompañada de mi familia en todo el proceso”.

Una tarde en la que Rocío se encontraba sola en la habitación, ingresó un hematólogo y con todo el tacto y cariño posible, dice, le comentó lo que estaba atravesando: una Leucemia Mieloide Aguda (LMA). Se trata de un cáncer de la médula ósea que afecta las células sanguíneas. Se caracteriza por la producción excesiva de glóbulos blancos inmaduros llamados mieloblastos. El término “aguda” indica que la enfermedad avanza rápidamente si no se trata. Estas células anormales reemplazan a las células sanas de la médula, lo que causa problemas como infecciones, anemia y sangrados, además de poder propagarse a otras partes del cuerpo.

-¿Me voy a curar? -le preguntó Rocío al médico.

– Como la enfermedad fue detectada a tiempo, tenés posibilidades de recuperarte haciendo el tratamiento -le respondió.

“No creí que iba a poder hacerlo”.

El diagnóstico no la paralizó y, como ella misma dice, lo enfrentó con valentía. De esta manera lo describe: “No investigar mucho del tema, acudir a distintas terapias para sanar. Leer libros, ver películas, documentales, escuchar música, estar en contacto con el arte, decorar la habitación del hospital para que sea más amigable. Tener contacto continuo con familiares, intentar que en el hospital te puedan cocinar algo que te guste. Básicamente, mantener la mente activa, enfocada y lograr que el entorno sea lo más hogareño posible. Lo que quería evitar era el sufrimiento innecesario y, en mi caso, necesitaba saber si valía la pena luchar para sanar. Así pude tomar la decisión de aprovechar el tiempo que me quedaba y vivir al máximo”.

“No creí que iba a poder hacerlo”

El tratamiento consistió en tres ciclos de quimioterapia, administrados durante varios días a través de un catéter con una bomba controlada por una enfermera especializada. Esta terapia destruía su médula ósea, dejando su cuerpo sin glóbulos blancos (defensas), glóbulos rojos (transporte de oxígeno) ni plaquetas (coagulación). Después de cada ciclo, Rocío necesitaba transfusiones de sangre y plaquetas, además de recibir vacunas para estimular la producción de glóbulos blancos. Durante todo el proceso debía evitar enfermarse, ya que su sistema inmunológico debilitado la exponía al riesgo de ser derivada a Terapia Intensiva.

El día que recibió el alta, rodeada del cariño de su familia y médicos.

“Mi familia y seres queridos tuvieron una templanza admirable, como la tuve yo también, pero recuerdo como si fuera ayer el dolor y miedo que tenían ese día. Yo realmente no tuve miedo, sí no podía creerlo y lo abordé con toda la tranquilidad posible, desdramatizando la situación. Cuando fue pasando el tiempo, por momentos, fui sintiendo distintas emociones. Hubo instantes muy duros donde no creí que iba a poder hacerlo, pero la ayuda de mucha gente y de mí misma, mentalizándome que podía y armando una rutina, una vida lejos de las redes sociales y el mundo exterior, me hizo afrontarlo”, confiesa.

¿Cómo fue su ceremonia de “resurrección”?

Luego de cada quimioterapia a Rocío le realizaban una punción de médula a la altura de la cadera para ver el porcentaje de células malignas, y si todo iba bien le harían un trasplante de médula ósea. “Mi hermano no era compatible por lo que debía buscar un donante a nivel mundial y encontré dos durante la pandemia, todo bastante atípico, pero por complicaciones lógicas de una pandemia viví como si estuviera sana durante meses y al final, contra todo manual de medicina, no fue necesario ya que mi cuerpo solo con el tratamiento realizado se había curado”.

En ningún momento perdió la sonrisa.

Además, durante el tratamiento podía tomar clases, escuchar música, grabar sets, y cada vez que salía se juntaba con amigos músicos o profesores para seguir activa. Con mucho cuidado, y la supervisión de sus médicos, más adelante pudo tener algunos shows. Todos estos permitidos posibilitaron que estuviera de mejor ánimo y con mucha entereza a la hora de enfrentar la etapa final del tratamiento. Parecía que su autoestima había recobrado los valores previos a la enfermedad.

En 2024 Rocío compartió con sus seguidores de Instagram la manera en que celebró su curación, su Ceremonia de “resurrección“.

“Después de cinco años y tras una vida normal, regresé de un viaje de seis meses por Europa y quise celebrar mi alta en Mendoza, en la clínica Arbesú donde me trataron. Rodeada solo por mi familia, toqué una campana como símbolo de recuperación, inspirada en los niños con leucemia del hospital de mi provincia. Fue mi manera de devolver un poco de todo el apoyo recibido. Después de unas palabras emocionadas de mi familia y médicos, que lucharon conmigo, hice sonar la campana y soplé unas velas, como un cumpleaños, como una nueva vida”.

Disfrutando de su gran pasión.

¿Qué te enseñó la enfermedad?

A valorar las pequeñas y cotidianas cosas, a valorar el tiempo que no es infinito, a conocerme a mí misma y sorprenderme de lo poderosa, fuerte y resiliente que soy y estar completamente segura de la incondicionalidad de mi familia y mucha gente. Veo como una bendición lo que me pasó. Vi mucha gente que no llegó y estar hoy aquí, rodeada de mis seres cercanos como padre, madre, hermano, novio, viviendo de lo que amo es un completo regalo y privilegio.

¿Cuáles son tus próximos objetivos?

Seguir expandiendo mi sonido por el mundo, seguir creciendo como artista, performer, compositora y persona. Volver al periodismo, poder concientizar sobre la donación de médula ósea y sangre y lanzar un radioshow llamado Médulas en el que vengo trabajando hace bastante.

¿Y tus sueños?

Quiero seguir compartiendo y componiendo música. Y si puedo vivir de ello, mejor aún. Conocer el mundo maravilloso e inmenso que tenemos, que la gente se sienta conectada y conmovida con lo que hago y con lo que tengo para decir. Poder ayudar a quienes atraviesan situaciones parecidas a las mías o que necesitan ayuda, ya sea como artista o persona.

¿Qué le dirías a las personas que se encuentran atravesando una enfermedad oncológica?

La vida es bellísima por más dura, injusta o dolorosa que sea. Nadie está solo, hay que saber pedir ayuda, que es más común y normal de lo que parece. Que es una oportunidad en su totalidad, de escuchar, entender, mejorar y sanar.

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