“Le escribimos con profunda preocupación sobre su plan de enviar un rescate financiero de 20.000 millones de dólares, financiado por los contribuyentes estadounidenses, a la Argentina, tan solo días después de que ese país tomara medidas para perjudicar a los agricultores estadounidenses. La semana pasada, la Argentina anunció su plan de suspender los impuestos a la exportación de soja, marginando así a los productores de soja estadounidenses en el mercado internacional”, señala, entre otras objeciones, la carta firmada, entre otros, por los senadores demócratas Elizabeth Warren, Chuck Schumer, Bernie Sanders y Amhy Klobuchar dirigida al presidente de los EE.UU., Donald Trump.
Trump está recibiendo varias críticas en su país por el anuncio de un apoyo financiero a la Argentina para que pueda salir de una crisis financiera que algunos analistas califican como “gravísima” y “con pocas salidas a la vista”. Trump se compró un problema interno con la movida realizada de la mano del Departamento del Tesoro con el fin de auxiliar al gobierno de Javier Milei, quizás por ser el único representante en esta parte del mundo de la extrema derecha que pregona el presidente norteamericano.
Ya, la semana pasada, la senadora Elizabeth Warren advirtió, y de modo menos amable, a Trump de que no podían permitir ese auxilio que solo traería problemas a su propia economía. “Trump debería dejar de aumentar los precios para los estadounidenses y de regalar nuestro dinero a sus amigos corruptos”, dijo refiriéndose a Milei.
No fue esta la razón más importante, pero sí le dio un argumento más a los demócratas para exigir a Trump un acuerdo para votar una extensión del financiamiento del gasto federal a corto plazo, hasta el 21 de noviembre. El mismo consistía en incluir fondos para el cuidado de salud médica, entre ellos, reducir los recortes impulsados este verano por el gobierno de Donald Trump al Plan Médico -una bandera demócrata- y que haya más exenciones tributarias para que cuesten menos las pólizas de seguros médicos privados. Los republicanos, por orden de Trump, se negaron y ello llevó a que a la medianoche del martes el estado federal viviera un government shutdown (cierre del gobierno) que afectará su funcionamiento, suspensión de varias agencias de servicios federales y que cientos de miles de empleados queden sin cobro. Los senadores opositores se preguntaron en rueda de prensa “porqué hay recursos para países aliados a Trump y no para la salud de los norteamericanos”.
Milei viajaría el 14 de octubre a Estados Unidos a reunirse con Donald Trump, que deberá sostener su “amistad” con el libertario muy a pesar de lo que diga la opinión pública, enojada con la decisión de poner afuera el dinero que hace falta adentro. Muchos recordaron en estos días aquella lapidaria frase de abril de 2001 del entonces Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O’Neill, al anunciar el fracasado “blindaje de la deuda argentina”: “Estamos trabajando para crear una Argentina sostenible, no para que sigan consumiendo el dinero de los plomeros y carpinteros estadounidenses que se preguntan qué diablos estamos haciendo con su dinero”.
Era otro momento, otro país, pero las sensaciones se parecen y la pregunta aparece naturalmente: ¿sostendrá Trump el apoyo a Milei en este contexto conflictivo, sin presupuesto y con fuertes demandas en el área de salud pública, si la opinión pública estadounidense aumenta su disconformidad? Sabemos que si hay algo que caracteriza al polémico líder republicano es su permanente cambio de parecer, no tiene problemas en decir una cosa y al poco tiempo desmentirlo o cambiar de opinión. También en eso se parece bastante a su par argentino.
Desde que Milei se hizo regalar un tuit impreso en Nueva York de manos de Trump y las palabras de Scott Bessent vinieron atadas a un manto de tranquilidad hacia los mercados locales luego de una semana furibunda donde el país caminó sobre la cornisa, al gobierno argentino le salió todo mal. El auxilio de Trump no logró su cometido, pero sin proponérselo, solo expuso las debilidades de un gobierno que a veces parece perdido.
Si bien la movida con la quita de retenciones fue muy bien recibida en el campo, solo duró tres días, y se beneficiaron cuatro cerealeras importantes y un grupo menor de productores. Los miles pequeños y medianos productores pasaron de la algarabía -“por primera vez cosecharemos sin el peso del estado en nuestras espaldas” decían en las redes mientras se fotografiaban en un tractor- a la bronca. Todos quedaron afuera, algunos denunciando manejo de información privilegiada de parte de los que entraron al programa de “retenciones cero”, otros con ganas de salir a las rutas, como se escuchó la semana pasada en Tres Arroyos, donde hubo una incipiente protesta que hasta llegó a tapar el cartel que decía Tres (de Tres Arroyos) con el fin de aludir al 3% con el que se la acusa a la hermana del Presidente de recibir sobornos. De hecho, el candidato José Luis Espert suspendió el acto que tenía pensado realizar en la Sociedad Rural de esa ciudad (donde ganaron los libertarios el 7 de septiembre), ahora no solo enojada por las retenciones sino también por el cierre de tres empresas locales que dejaron sin trabajo a unas 150 personas. Panorama que se repite en varias ciudades de la provincia de Buenos Aires y en las zonas productoras del interior del país. Hoy el gobierno tiene un conflicto en ciernes con el campo que hace 15 días no tenía y que, paradójicamente, nació luego de un buen anuncio, pero con una pésima implementación.
Mientras en Estados Unidos se preguntan por qué ayudar a un “amigo corrupto” (palabras de la senadora Warren) en desmedro de los productores locales de soja en lugar de pensar en su sistema de salud, aquí hay quienes se preguntan por qué el gobierno pareció regalarle con su medida 1500 millones de dólares a un grupo concentrado de exportadores y vetó la ayuda financiera para el Garrahan, en la llamada “emergencia pediátrica” que no alcanzaba los 100 millones de dólares.
Por su parte, Espert enfrenta una gran crisis política de la mano de una denuncia que lo señala como receptor de un pago de 200.000 dólares de Federico “Fred” Machado, un empresario argentino con pedido de extradición en Estados Unidos acusado de narcotráfico y fraude. Esto complica la campaña bonaerense del oficialismo. ¿Cómo encararía un discurso de “cárcel o bala” o contra el narcotráfico cuando su candidato está acusado en Estados Unidos de ser receptor de fondos provenientes de ese delito? Las encuestas comienzan a mostrar esa realidad para el hombre que estaba pensado como candidato a gobernador bonaerense en 2027.
Todo esto en un contexto donde los mercados demostraron no confiar aún en el plan económico y el dólar y el Riesgo País se dispararon nuevamente y los bonos cayeron, solo días después del anuncio de “auxilio” del Departamento del Tesoro. La inflación superaría este mes el 2%, en Diputados avanza la investigación en la Comisión $LIBRA, presidida por el muy activo diputado Maximiliano Ferraro de la Coalición Cívica, con identificación de las billeteras virtuales que movieron dinero en personas del entorno de Milei como es Mauricio Novelli y donde también avanza la posibilidad de que Karina Milei sea llevada por la fuerza pública a declarar junto a otros funcionarios, como el jefe de la Oficina Anticorrupción.
La respuesta que encontró el Presidente –como suele hacer cuando tiene que responder a las pocas preguntas que permite le hagan algunos periodistas, no habla con la prensa independiente- es simplemente que se tratan de “chismes de peluquería” o con datos tergiversados, como cuando respondió que “el campo ganó porque la soja ahora vale 350 dólares el valor más alto de los últimos 25 años”. Lo cual no es así: el grano cotizó en la primera década del siglo entre U$$435 y U$$605 – cuando se hablaba del “viento de cola” en la Argentina- con un pico de U$$ 640 en 2022 producto de la invasión de Rusia a Ucrania. Incluso el año pasado estuvo encima de los 400 dólares.
Con sabor a poco, Milei elude respuestas concretas a preguntas necesarias, sigue banalizando los errores de gestión y las pésimas decisiones que se toman, suma sospechas de corrupción, que cada vez son más -Andis, $LIBRA; PAMI, las valijas de Scatturice o el tráfico de influencias- y subestima a una sociedad que le dio su respaldo, apostó a cambiar haciendo algo distinto y amanece cada día observando como la historia se repite una y otra vez, como una película vieja, donde solo cambian los protagonistas.