La travesía hacia el descanso eterno en la cosmovisión mexica no se concebía como un tránsito solitario. A lo largo de los nueve niveles del Mictlán, el inframundo al que se dirigían las almas tras la muerte, diversos animales sagrados desempeñaban funciones esenciales, acompañando, guiando o vigilando a los difuntos en su arduo recorrido de cuatro años.
El Xoloitzcuintle, conocido también como Xolo, destaca como el guía espiritual más emblemático de este viaje. Según la tradición, solo quienes mostraron bondad hacia los perros durante su vida podían contar con la ayuda de un Xolo para cruzar el río Apanohuaya, el primer y más desafiante obstáculo del Mictlán.
Sin la asistencia de este perro de piel lampiña, el alma quedaba irremediablemente atrapada, lo que subraya la importancia de la relación entre humanos y animales en la visión mexica de la muerte.
En el trayecto, el tecolote se asociaba con la muerte y el misterio. Su canto, de acuerdo con las creencias, anunciaba la proximidad de la muerte o la presencia de un espíritu. Este animal nocturno, presente en numerosas culturas indígenas, era considerado un mensajero del inframundo, reforzando la idea de que la frontera entre la vida y la muerte estaba marcada por señales naturales. De la creencia de este animal surge el refrán: “Cuando el tecolote canta, el indio muere”.
Las mariposas, especialmente las negras como la Ascalapha odorata, y las polillas, también ocupaban un lugar destacado en el imaginario mexica. Se creía que estas criaturas representaban manifestaciones del alma de los muertos. Las polillas, por su actividad nocturna, simbolizaban el tránsito entre mundos y la visita de los difuntos a los vivos, una creencia que se hacía especialmente visible durante el Día de Muertos.
El ciempiés encarnaba lo oculto y subterráneo. En ciertas leyendas, se le atribuía la función de proteger el inframundo o impedir el retorno de las almas al mundo de los vivos. Su forma alargada y movimientos sigilosos lo vinculaban con el misterio y la vigilancia, reforzando su papel como guardián de los límites entre ambos mundos.
Las arañas eran consideradas tejedoras del destino. Dentro de la cosmovisión mexica, se pensaba que podían tejer los caminos del Mictlán y atrapar almas errantes, simbolizando la conexión entre los distintos planos de existencia y la red invisible que une el universo.
Por su parte, los alacranes representaban el dolor, el sacrificio y la transformación. Se les atribuía la función de guardianes en ciertos niveles del Mictlán, y su picadura era vista como una prueba de resistencia. Además, se creía que protegían entradas sagradas o pasajes entre los diferentes niveles del inframundo.
Los murciélagos, habitantes de la oscuridad, simbolizaban el renacimiento tras la muerte. En algunas versiones del mito, estos animales estaban presentes en el sexto nivel del Mictlán, donde las almas debían atravesar un campo de flechas. Los murciélagos guiaban a los difuntos a través de este peligro, reafirmando su papel como acompañantes en los momentos más críticos del viaje.
Las lagartijas, por su vida entre piedras y grietas, eran vistas como habitantes naturales del inframundo. Representaban la adaptabilidad del alma durante el trayecto y, en ciertas interpretaciones, servían de compañía o señal de que el alma avanzaba correctamente.
El jaguar, por su parte, era parte fundamental del camino al descanso de las almas, pues estos habitaban en el sétimo nivel y, según la leyenda, estos felinos comían del corazón de los muertos.
Los gusanos eran también frecuentes en el Mictlán, pues estos solían representar a la misma descomposición, por lo que su papel era importante en la simbología de la trascendencia del cuerpo al alma.
Otro animal que pudo tener gran relevancia en el Mictlán eran las tortugas, como símbolo de longevidad y que habitaban junto a la Cipactli, un monstruo acuático relacionado con la creación mexica.
Estos animales, lejos de ser simples figuras mitológicas, constituyen símbolos vivos de una cosmovisión que integra la muerte como parte fundamental del ciclo natural. En las leyendas mexicas, cada uno desempeña un papel específico en el Mictlán, y su conocimiento permite adentrarse en las profundidades de la cultura mexicana.