A lo largo de los caminos de España, existen lugares donde los muros desgastados, los techos a cielo abierto y el silencio polvoriento cuentan historias más poderosas que cualquier libro de texto. Ruinas, edificios abandonados y espacios olvidados se reparten por toda la geografía, convertidos en escenarios donde el misterio y la curiosidad atraen a viajeros y exploradores en busca de vivencias poco convencionales.
Lejos de provocar una sensación de tristeza, estos enclaves invitan a adentrarse en una atmósfera única e irrepetible, en la que los ecos de un pasado glorioso se mezclan con rumores de fenómenos paranormales y leyendas aún vivas en la memoria colectiva. En este panorama, el Preventorio de Aguas de Busot, situado en la provincia de Alicante, se ha convertido en uno de los destinos por excelencia y más desconocidos de España.
Los orígenes dorados de un balneario legendario
A los pies de la sierra alicantina, el Preventorio de Aguas de Busot comenzó su andadura en 1918 como un complejo hotelero y balneario impresionante, acorde al esplendor de la Belle Époque. El edificio, de grandes dimensiones y dotado de todo tipo de servicios modernos para la época, fue concebido aprovechando la creencia en las virtudes curativas de las aguas del entorno. Este sentimiento impulsó a viajeros, familias acomodadas y enfermos del resto del país a buscar salud y bienestar en el abrigo de las montañas, dando lugar a épocas de auténtica efervescencia social.
Durante estas primeras décadas, el balneario ofrecía tratamientos termales, habitaciones elegantes y zonas ajardinadas; toda una referencia del turismo de salud en el Levante español. El éxito, sin embargo, no sería eterno. La llegada de la Guerra Civil altera el destino del fastuoso balneario. Al estar situado en una zona estratégica, las autoridades deciden requisarlo y transformarlo temporalmente en centro de transfusión de sangre, cesando su actividad turística.
Al igual que muchos edificios emblemáticos de la época, el complejo se adapta de urgencia a las necesidades bélicas del país, convirtiendo los salones y estancias en improvisados espacios sanitarios. Este cambio de función marcó el inicio de una etapa de constantes transformaciones. A pesar de los intentos por recuperar el turismo después de la guerra, la inestabilidad sociopolítica y los cambios en la sociedad española empujarán a este inmueble hacia una nueva y crucial etapa, todavía muy presente en la memoria colectiva de la comarca.
De balneario de lujo a esperanza infantil
A partir de 1941, el Preventorio de Aguas de Busot abre de nuevo sus puertas, pero su objetivo es ahora muy distinto. El edificio se convierte en un preventorio antituberculoso especializado en la atención infantil, en un momento en el que la tuberculosis causaba estragos en la población, especialmente en los sectores más desfavorecidos. Para muchos niños y niñas, aquellas paredes significaban la esperanza en la recuperación y la posibilidad de una vida futura lejos de la enfermedad.
Durante tres décadas, el preventorio funcionó intensamente. Los testimonios de antiguos pacientes, trabajadores y familias aún circulan en el imaginario local, llenando de vida —y a veces de sombras— los pasillos vacíos. El avance de los tratamientos, la vacunación masiva y el cambio en las políticas sanitarias provocaron el cierre definitivo del centro en los años 70, cuando la incidencia de la tuberculosis dejó de ser una emergencia sanitaria. Desde entonces, el edificio quedó atrapado en una especie de limbo, entre la nostalgia y la ruina.
Un futuro en debate y un presente lleno de misterio
Con el paso de los años, el Preventorio de Aguas de Busot se ha ganado una reputación como uno de los lugares más enigmáticos del patrimonio abandonado español. Visitantes, investigadores y amantes de lo paranormal recorren sus galerías en busca de rastros de lo inexplicable; hay quien asegura haber experimentado sucesos fuera de toda lógica, en un entorno donde el peso de la historia se percibe en cada rincón.
Si bien las autoridades locales y autonómicas han debatido en repetidas ocasiones sobre el futuro del edificio —llegando a plantear su transformación en centro cultural o turístico—, a día de hoy ningún proyecto ha conseguido materializarse. El preventorio sigue en pie, envuelto en su aura de leyenda, entre la maleza y el olvido, invitando a los más intrépidos a escuchar los susurros de su pasado y a imaginar, quizá, un nuevo capítulo para este gigante dormido de la sierra alicantina.
Cómo llegar
Desde Alicante, el viaje es de alrededor de 30 minutos por las carreteras A-70 y CV-775. Por su parte, desde Valencia el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 55 minutos por la AP-7 (hay peajes).