Entre las 22.43 y las 22.53 el 19 de septiembre pasado, los conductores de la camioneta Chevrolet Tracker blanca Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez y de Volkswagen Fox blanco con techo negro, patente NAG 813, recorrieron las calles de Florencio Varela en una caravana que terminó en la casa situada en la esquina de Río Jáchal y Chañar. Este lugar fue el escenario del brutal homicidios de las tres jóvenes.
A partir de la reconstrucción realizada por efectivos de la policía bonaerense se determinó que la Chevrolet Tracker con las tres jóvenes a bordo fue registrada por la cámara del Municipio de Florencio Varela, en la esquina de Donato Álvarez y La Tranquera, a las 22.43. Mientras que el dispositivo, instalado en Donato Álvarez y El Apero grabó el paso de la camioneta a las 22.44.
A las 22.45, dicho vehículo fue grabado en la esquina de Padre Novack y La Pulpería. Luego, a las 22.48, la cámara de seguridad instalada en Eva Perón y Cabildo registró a la Chevrolet Tracker blanca. Un minuto después, la camioneta y el Volkswagen Fox blanco llegaron en caravana a la esquina de Chañar y Río Iguazú.
Antes de llegar a la vivienda en la que Brenda, Lara y Morena fueron asesinadas, los conductores de ambos vehículos se detuvieron en una parrilla al paso. Allí el dueño del precario comercio recordó que el conductor de la camioneta se detuvo cerca de la esquina y reconoció a una pareja que se acercó al vehículo. Según el testigo el hombre y la mujer “viven en el barrio, son peruanos y venden droga”.
La presencia de ambos vehículos grabados en caravana por las cámaras de seguridad y ratificada por el comerciante echaría por tierra la coartada del acusado Víctor Lázaro Sotacuro, titular del Volkswagen Fox blanco, que afirmó que trabajaba como remisero, que no tenía ninguna vinculación con los homicidios de Morena, Brenda y Lara y que nunca se cruzó con los ocupantes de la Chevrolet Tracker blanca en la que trasladaban a las víctimas.
Después que uno de los ocupantes del Volkswagen Fox compró un sándwich en la parrilla al paso, según consta en el expediente, los conductores de ambos vehículos se dirigieron en caravana hasta la casa de Chañar y Río Jáchal.
Allí, a partir del relato de Celeste González Guerrero, una de las tres mujeres acusadas y que todavía no consta en el sumario, recibió a los dos hombres que iban en la Chevrolet Tracker y a Lara, Brenda y Morena. Luego, de acuerdo a lo que manifestó ante uno de sus abogados, Celeste recibió US$1000 que le entregó uno de los hombres y abandonó la vivienda junto con su pareja, Miguel Ángel Villanueva Silva.
El letrado que representa a la acusada afirmó que su defendida le dijo que se cruzó con las víctimas en la vivienda, cobró el dinero por el alquiler de la casa y se fue junto con Villanueva Silva. Pasó parte de la noche en el refugio de una parada de colectivos hasta que a las 6, la llamaron para pedirle que llevara comida.
Entonces, según el relato realizado ante su letrado, compró diez hamburguesas y una gaseosa, pagó con su billetera virtual, fue a la casa, entregó el pedido y no ingresó.
Con este relato, la acusada intentará desvincular su responsabilidad en los homicidios de Brenda, Morena y Lara. Según le habría dicho a su abogado, no estuvo en la casa la noche que mataron a las tres jóvenes. Sin embargo, no explicó qué hizo cuando regresó a la vivienda y encontró los cuerpos. Con respecto a Villanueva Silva, no podría asegurar qué hizo entre el 19 y 20 de septiembre, entre las 22.50 y las 6, cuando llegaron Brenda, Morena y Lara y el momento en que llevó las hamburguesas.
De acuerdo con lo que le habría dicho a su abogado, Celeste estaría en condiciones de identificar al ocupante de la Chevrolet Tracker blanca que le pagó US$ 1000.
Si bien nunca estuvo cara a cara con Tony Janzen Valverde Victoriano, alias Pequeño J, acusado de ser unos de los presuntos autores de los tres homicidios, habría dicho que en su celular figuran dos números de telefóno agendados como “Pequeño” y “Tony”, supuestamente en referencia a Tony Montana, el protagonista de la película “Caracortada”.
En declaraciones realizadas en el programa +Verdad AM, en el canal LN+, conducido por Esteban Trebucq, el abogado Daniel Giaquinta, que afirmó que se hizo cargo de la defensa de Celeste, manifestó que la acusada es inocente y que, una vez que la indaguen en la fiscalía aportará detalles sobre lo que hizo y dónde estuvo la madrugada del triple crimen.
El letrado sostuvo que la imputada estaba sometida a Villanueva Silva y teme por su vida. Ese miedo de Celeste se hizo carne el 23 de septiembre pasado cuando llegó a la casa de Chañar y Río Jáchal y encontró a un grupo de policías.
Los mensajes con la madre
“Mamá borra los mensajes por favor. Necesito unas horas porque si yo voy sola a casa, voy a pagar el plato de todos. El jefe este se va a enterar y chau Celeste. No sé si me entendés. Necesito acomodarme con él”, le dijo la acusada a su madre en un mensaje de audio que le mandó el día anterior al hallazgo de los cuerpos en la casa en la que vivía.
Antes de que Celeste fuera detenida el 24 de septiembre a la madrugada la habitación 9 de un hotel alojamiento de Florencio Varela junto con el mencionado Villanueva Silva, le mandó otro mensaje a su madre en el que le dijo que “se había mandado una macana”.
Dominada por el miedo de que Celeste tuviera riesgo de vida o de quedar para siempre en la cárcel, la madre entregó su celular con los mensajes a los policías que detuvieron a su hija. Ambos teléfonos y los dichos de la acusada constituyeron la llave para abrir la investigación que derivó en la identificación de Pequeño J, su presunto cómplice, Matías Agustín Ozorio y el mencionado Villanueva Silva.
En ese momento, los responsables de la investigación se encontraron con un problema: Pequeño J tenía dos alias y eran falsos. Dos días después, los detectives de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de La Matanza recibieron el dato que aportó una mujer que conocía al acusado y le puso nombre, apellido y rostro al imputado.
Además, la testigo entregó el número del celular que, en ese momento, usaba Pequeño J. “El hombre que busca la policía por los homicidios de las tres chicas, Pequeño J, se llama Tony Janzen Valverde Victoriano, es peruano y se mueve en un Volkswagen Fox blanco con techo negro”, expresó la mujer.
Con estos datos, entre el viernes pasado a la noche y el sábado a la mañana, los policías allanaron una pieza en un conventillo situado en el barrio San Alberto, de la localidad de Isidro Casanova, en el partido de La Matanza, a no más de 40 cuadras de la esquina de La Quilla y El Tiburón, en La Tablada, el último lugar en el que Brenda, Lara y Morena fueron vistas con vida por última vez, cuando abordaban la Chevrolet Tracker blanca.
Al revisar la pieza, en la que irrumpieron porque en la zona se había registrado la última actividad del celular de Pequeño J, los policías encontraron un DNI con la foto cortada, una pistola Glock calibre .40, una caja con 50 proyectiles y un pantalón con restos de sangre. Esa prenda fue secuestrada y será sometida a una serie de peritajes para establecer si el ADN de esos restos hemáticos corresponde a alguna de las tres víctimas.
Con la información encontrada en este allanamiento, la revisión de la actividad del celular del acusado y los datos aportados por las autoridades peruanas, la Justicia y el Ministerio de Seguridad bonaerense pidieron la captura nacional e internacional de Valverde Victoriano y solicitaron la emisión de la denominada circular roja de Interpol.
Otro dato que no pasó inadvertido para los investigadores fue que Villanueva Silva el ocupante de la vivienda en la que mataron a Brenda, Lara y Morena, nació en Trujillo, Perú y vivió en la misma cuadra que la familia de Pequeño J.
Hasta el momento, los investigadores policiales y judiciales establecieron que la casa de Florencio Varela en la que las tres jóvenes fueron asesinadas era usada como un lugar de acopio y venta de la droga de la banda en la que Pequeño J era el jefe de una de las células que forma parte de una banda peruana que opera en esa zona, La Matanza, Esteban Echeverría y la villa Zavaleta.
Lo que no se sabe todavía es qué pasó con los entre tres y cinco kilos de cocaína que supuestamente habrían robado una de las tres víctimas y, en ese caso, si dicha joven, en realidad, fue usada por otra banda que le encargó robar la droga.