*Por Ally Hirschlag, Martha Henriques
No los ves, pero están ahí: cientos de minúsculas partículas de plástico están en tu cocina. Por ejemplo, en una sartén caliente, estos indeseables huéspedes se licúan, filtrándose en los alimentos antes de solidificarse de nuevo al enfriarse en el plato. Y no solo están allí: sin darte cuenta, los podés estar comiendo constantemente.
Estos intrusos en nuestros alimentos son microplásticos y nanoplásticos, partículas de menos de 5 mm o entre 1 y 1000 nanómetros, respectivamente.
Pero ¿cómo llegan a nuestros alimentos? Y, en un mundo inundado de trozos de plástico, ¿qué podemos hacer para reducir la exposición en nuestra dieta?
Si observas tu cocina con más atención, empezarás a reconocer por dónde entran los microplásticos en nuestras comidas. Se desprenden de la espátula que usás para preparar el desayuno, se filtran de la botella de agua de plástico que metés en la mochila de tu hijo y flotan en la taza de té de tu escritorio. También están enterrados en los alimentos que consumimos, desde las hamburguesas hasta la miel.
Una vez que empezás a buscarlos, los puntos de exposición a los microplásticos son tantos que puede resultar abrumador. Pero también es posible hacer cambios para reducir la cantidad a los que estamos expuestos en nuestras cocinas.
“Hay muchas opciones fáciles de abordar en casa”, dice Sheela Sathyanarayana, docente de Pediatría y profesora adjunta de Ciencias Ambientales y de la Salud Ocupacional en la Universidad de Washington y el Instituto de Investigación Infantil de Seattle.
“Creo que les da a las personas una sensación de control sobre sus propias vidas, porque efectivamente tenemos más control de lo que pensamos”, afirma.
Alimentos
Los microplásticos se encuentran en frutas y verduras, miel, pan, lácteos, pescado y carnes, desde hamburguesas hasta pollo. Se encuentran en las yemas de los huevos y también en las claras.
Un estudio realizado en 109 países reveló que la cantidad de estos plásticos que las personas consumían habitualmente en 2018 era más de seis veces superior a la de 1990.
Los microplásticos pueden llegar a nuestros alimentos cuando las plantas los absorben por las raíces y los animales al alimentarse.
“Si cultivás en un terreno que antes era industrial y el suelo está contaminado, existe la posibilidad de que esas plantas acumulen los contaminantes”, afirma Sathyanarayana.
Una vez cosechados los cultivos, hay muchas más posibilidades de contaminación durante el procesamiento, ya que “las fábricas utilizan una gran cantidad de plástico para ser eficaces y tener un alto rendimiento de sus productos”.
En el caso de algunos alimentos, es posible eliminar parte de los microplásticos antes de consumirlos.
Un estudio realizado en Australia reveló que las personas consumían habitualmente entre 3 y 4 mg de plástico por ración de arroz casero y hasta 13 mg por ración de arroz precocido.
Los microplásticos estaban presentes tanto en el arroz envasado en papel como en plástico. Sin embargo, los investigadores descubrieron que enjuagar el arroz reducía la cantidad de microplásticos entre un 20 y 40%.
Lavar la carne y el pescado también puede reducir los microplásticos, pero no eliminarlos.
Para otros alimentos, enjuagarlos es imposible. La sal suele contener microplásticos debido a la contaminación en los puntos de extracción y procesamiento.
Un estudio de 2018 reveló que 36 de las 39 marcas de sal analizadas contenían microplásticos. La sal marina presentó los niveles más altos de microplásticos, probablemente debido a la alta contaminación por microplásticos en lagos, embalses, ríos y océanos del mundo.
Tanto Sathyanarayana como Annelise Adrian, funcionaria sénior del programa del equipo de ciencias de plásticos y materiales del Fondo Mundial para la Naturaleza, abogan por cambiar a alimentos frescos e integrales o, como mínimo, evitar los ultraprocesados siempre que sea posible.
“Cuanto más ultraprocesado sea un alimento, mayor será la probabilidad de que presente una alta contaminación por plástico, debido a los numerosos puntos de contacto en la fábrica que lo elabora”, explica Sathyanarayana.
Reducir la cantidad de plástico en la cadena alimentaria requerirá más que cambios en nuestras cocinas.
“El plástico es un material bueno y barato”, afirma Vilde Snekkevik, bióloga marina e investigadora de microplásticos en el Instituto Noruego para la Investigación del Agua. “El problema es que lo estamos usando en exceso. Está en todas partes”.
El agua
Ya sea del grifo o de una botella, el agua es otro punto de exposición notable a los microplásticos.
Un estudio reveló que el simple acto de desenroscar la tapa de una botella de plástico aumentaba drásticamente la cantidad de microplásticos presentes en el agua que contenía: con cada giro, se generaban 553 partículas por litro.
“Se están publicando estudios que demuestran que hay muchos más microplásticos y nanoplásticos en el agua embotellada de lo que se creía”, afirma Adrian.
Los microplásticos también se encuentran comúnmente en el agua del grifo. Un estudio realizado en Reino Unido los encontró en 177 muestras analizadas, sin diferencias apreciables en la concentración de microplásticos con respecto al agua embotellada.
Hallazgos similares en China, Europa, Japón, Arabia Saudí y Estados Unidos sugieren que se trata de un problema mundial.
Pero si se tiene la opción, beber agua del grifo puede ser una mejor manera de reducir la exposición a los microplásticos, siempre que el suministro sea seguro.
Adrian afirma que invertir en un buen filtro marca una diferencia notable. Incluso uno simple de carbón, como el que se encuentra en una jarra de agua con filtro, puede eliminar hasta el 90% de los microplásticos.
Sin embargo, nada de esto sirve de mucho si se planea añadir una bolsita de té con plástico para preparar dicha infusión, puesto que se pueden liberar alrededor de 11.600 millones de microplásticos y 3100 millones de nanoplásticos en la taza.
El plástico se suele utilizar en pequeñas cantidades para sellar bolsas que, de otro modo, estarían hechas de papel.
Empaques y contenedores
Además, está el plástico con el que se envasa gran parte de nuestros alimentos.
“Los alimentos almacenados en plástico inevitablemente contienen microplásticos”, afirma Adrian. “Esto también incluye las latas de aluminio revestidas de plástico”.
Un estudio australiano descubrió que con solo abrir un envase de plástico se libera una gran cantidad de microplásticos. Ya sea con tijeras, rasgando un paquete con las manos, cortándolo con un cuchillo o girando la tapa, se pueden generar hasta 250 microplásticos por centímetro.
La edad de un envase de plástico también puede influir. Un estudio realizado en Malasia analizó cuencos reutilizables de melamina y descubrió que, después de 100 lavados, la liberación de microplásticos era mucho mayor que después del primer lavado. (Otros materiales, como la silicona, también pueden comportarse de forma diferente con el tiempo).
Incluso si la comida solo permanece en un recipiente durante un breve periodo, existe una amplia posibilidad de contaminación. En China, un estudio sobre microplásticos presentes en diferentes tipos de recipientes de comida de restaurante para llevar estimó que las personas que compraban entre cinco y diez veces al mes, podrían estar consumiendo entre 145 y 5520 microplásticos.
Elementos de cocina
Ahora que sacamos la comida de su envase o recipiente, viene la preparación. Y el punto de partida de muchos platos es la tabla de cortar.
Un estudio analizó incisiones individuales hechas en una tabla de cortar y estimó que se podían generar entre 100 y 300 partículas microplásticas o nanoplásticas por milímetro de corte.
Un estudio de 2023 descubrió que un tipo de tabla hecha de polietileno liberaba entre 7,4 y 50,7 gramos de microplásticos al año. En el caso de una de polipropileno eran alrededor de 49,5 gramos al año. Para contextualizar, 50 gramos equivalen aproximadamente al peso de una generosa porción de cereales para el desayuno.
Cabe destacar que este fue un estudio pequeño y la liberación de microplásticos variaba según el estilo de corte de cada persona, así como entre los tipos de tabla. Una liberación de plástico de tal magnitud dejaría la tabla de cortar hecha trizas tras unos pocos años de uso.
“Empezás a mirar y te das cuenta de que sí, claro que puedo ver (las muescas) en la tabla”, dice Snekkevik, quien publicó en 2024 un análisis sobre las fuentes de microplásticos en la cocina. “Entonces, ¿adónde fue a parar el plástico? Debió de ir a alguna parte”.
A veces, va directamente a la comida picada. En Emiratos Árabes Unidos, investigadores informaron en 2022 que la carne comprada en una carnicería y en un supermercado contenía microplásticos procedentes de tablas de cortar de plástico. Estos microplásticos se fundían al cocinar la carne y luego se solidificaban de nuevo al enfriarse.
Los investigadores descubrieron que lavar la carne a fondo durante tres minutos reducía pero no eliminaba los microplásticos que contenía. El análisis de una tabla de carnicero usada estimó que se habían perdido 875 gramos al final de su vida útil.
Los utensilios de cocina antiadherentes también pueden liberar entre miles y millones de partículas de microplásticos por uso, incluso si son nuevos.
Del mismo modo, los tazones de plástico y las licuadoras liberan partículas con cada uso. Batir hielo durante 30 segundos, por ejemplo, libera cientos de miles de microplásticos.
A veces se sugiere la silicona como una alternativa más segura a los utensilios de plástico, pero Adrian afirma que no hay pruebas concretas de que libere menos microplásticos. “Si bien la silicona es técnicamente más estable y soporta temperaturas más altas que los plásticos de un solo uso, los problemas no se evitan por completo”, afirma.
Dicho esto, teniendo en cuenta su estabilidad, ella sí utiliza algunos utensilios de silicona en su propia cocina.
Snekkevik señala que la silicona se degrada a temperaturas muy altas. “Así que, sin duda, es una buena alternativa y requeriría un poco más (que el plástico) para fragmentarse. Pero no me sentiría cómoda diciendo: ‘Sí, opten por la silicona’”, dice Snekkevik.
Otras alternativas para algunos utensilios de cocina son el vidrio y el acero inoxidable, señala.
También existen bioplásticos basados en la química verde, diseñados para biodegradarse (a diferencia del plástico tradicional) tanto en el medio ambiente como en el cuerpo.
“En esencia, el cuerpo ha evolucionado para metabolizar biomateriales y no para metabolizar materiales sintéticos”, afirma Paul Anastas, profesor de Química Aplicada para el medio ambiente en la Universidad de Yale en New Haven, EE.UU.
Anastas afirma que la química verde nos permite crear materiales plásticos con menos riesgos. “Es benigna por diseño”, afirma.
Sin embargo, muchos plásticos, como las pajitas de ácido poliláctico, se han promocionado como biodegradables, pero resultaron no serlo. A veces, estos plásticos simplemente se fragmentan más rápido en microplásticos, explica Snekkevik: “No son todavía la alternativa perfecta y dorada”.
Calor
Ahora que los ingredientes están preparados, es hora de cocinar.
En cuanto al calor, cuanto más calientes se ponen los plásticos, más microplásticos tienden a liberar.
Un estudio descubrió que los recipientes de plástico calentados en el microondas durante tres minutos podían liberar hasta 4,22 millones de microplásticos y 2110 millones de nanoplásticos en un solo centímetro cuadrado de plástico.
Usar recipientes similares en el refrigerador también puede liberar de millones a miles de millones de microplásticos y nanoplásticos, pero durante un período mucho más largo de seis meses, según el estudio.
Poner una bebida caliente en un vaso de plástico desechable también genera microplásticos.
En todos los tipos de vaso, la contaminación era menor cuando el contenido estaba frío.
Al examinar los vasos posteriormente, los investigadores descubrieron que el contenido caliente había dañado la superficie del plástico.
La limpieza
Terminada la comida, ahora toca lavar los platos.
Las esponjas de cocina desechables son otra fuente de microplásticos y nanoplásticos. Entre las que tienen una superficie más dura y otra más blanda, las primeras presentan un mayor riesgo de desprender microplásticos.
A medida que se desgastan, las esponjas de cocina pueden liberar hasta 6,5 millones de microplásticos por gramo. Añadir detergentes y otros productos de limpieza a una esponja puede hacer que esta libere aún más microplásticos.
En el caso de otros productos de limpieza de plástico comunes, todavía hay muy poca investigación sobre su liberación de microplásticos.
Si los paños de microfibra liberan microplásticos durante la limpieza era un tema de investigación poco estudiado cuando Snekkevik y sus colegas publicaron su estudio en 2024.
Sin embargo, es bien sabido que los textiles sintéticos desprenden grandes cantidades de microplásticos y se cree que son una de las principales fuentes de contaminación plástica en el océano.
¿Qué hacer con una cocina llena de plástico?
Snekkevik recomienda no tirar todos los utensilios y electrodomésticos de plástico de la cocina por impulso. “Incluso después de escribir este artículo, todavía tengo algunos artículos de plástico en mi cocina”, afirma. “No voy a tirarlo todo y decir que ya está”.
Una estrategia es centrarse en los artículos que muestran signos evidentes de daño, como cualquier cosa visiblemente raspada, cortada, descascarada o derretida. Cuando parezca que es hora de cambiar el artículo, Snekkevik dice que generalmente se debería elegir un reemplazo sin plástico.
“Pero yo no revisaría mi cocina y lo tiraría todo ahora mismo, porque esa tampoco es necesariamente la forma más ecológica de hacerlo”.
Más allá de tu plato
Los alimentos y las bebidas pueden ser la vía más directa por la que los microplásticos entran en nuestro sistema digestivo, pero aún no está claro qué efecto tienen en nosotros.
La investigación hasta la fecha sobre los efectos de los microplásticos en la salud intestinal no es concluyente y se han realizado pocos estudios en humanos.
Algunos científicos han sugerido que podrían alterar los microorganismos que habitan en nuestros intestinos o que algunas de las partículas más pequeñas podrían incluso pasar al torrente sanguíneo.
Parte de este material extraño podría simplemente alojarse en nuestro cuerpo.
“Se han detectado plásticos de origen fósil, en sus formas micro y nano, en prácticamente todos los órganos estudiados, incluyendo las arterias, el cerebro, la sangre, la placenta y los testículos”, afirma Anastas.
Es posible que gran parte del plástico que llevamos dentro no cause problemas de salud, afirma Sathyanarayana: “Se podría argumentar que las partículas pueden alojarse en un lugar y permanecer inertes allí”.
Adrian añade que tampoco hay consenso sobre cuánto tiempo permanece el plástico en el cuerpo ni sobre si se acumula con el tiempo. Por lo tanto, los microplásticos que ya hemos consumido y bebido hoy podrían no estar destinados a permanecer en nuestro cuerpo para siempre.
De hecho, se ha observado que al menos algunos de los microplásticos que consumimos habitualmente salen directamente por el otro extremo.