Cuando Una cosa llamada amor llegó a los cines, el 16 de julio de 1993, River Phoenix todavía estaba vivo. El actor, a quien todos veían como el heredero natural de James Dean por su versatilidad, su talento y su fama de rebelde, no pudo evitar el fracaso comercial del film: de los 14 millones de dólares invertidos, los productores solo pudieron recaudar uno.
Cuatro meses después, el 31 de octubre, el joven de 23 años murió de una sobredosis en la puerta del bar de Los Ángeles The Viper Room. De inmediato, la película acaparó la atención de todos y se cargó de un aura trágica. Con los años, se convirtió en una película de culto en parte gracias al recuerdo del desaparecido actor y en parte por su retrato genuino del oficio del cantautor.
Una cosa llamada amor sigue la historia de Miranda Presley (Samantha Mathis), una joven cantautora neoyorquina que llega a Nashville, cuna de la música country, con su guitarra y un sueño: convertirse en la nueva estrella del género. En el mítico café Bluebird, donde despliega toda la ternura de su voz, conoce a Linda Lue (Sandra Bullock), Kyle Davidson (Dermot Mulroney) y James Wright (River Phoenix). De pronto, Miranda se ve en la situación de tener que elegir entre el amor de dos hombres: el del brillante, pero complicado y muy egocéntrico James, o el de Kyle, su oponente, un guitarrista de buen corazón. Mientras tanto, cada uno de ellos lucha por triunfar sobre los escenarios.
Un proyecto en transición
La gestación del film de Paramount Pictures atravesó varios vaivenes. En un comienzo fue el director británico Brian Gibson quien estaba a cargo del proyecto, pero se bajó poco antes de comenzar el rodaje y el estudio decidió llamar a Peter Bogdanovich. El veterano cineasta aceptó el desafío con entusiasmo. Con un presupuesto moderado, buscó apoyarse más en la gran química del elenco y la ambientación real del film que en el guion en sí.
Más allá de Phoenix —quien se había convertido en toda una sensación gracias a su trabajo en Cuenta conmigo y Mi mundo privado—, el film reunió a un grupo de actores jóvenes que supieron brillar. Sandra Bullock estaba en los inicios de su carrera y su papel como Linda Lue, una aspirante dulce pero insegura, le permitió mostrar su carisma. Ese mismo año, Máxima velocidad la convirtió en una estrella mundial. Dermot Mulroney también consolidó con el tiempo una amplia carrera en cine y televisión. Samantha Mathis, por su parte, continuó con papeles en películas independientes y series.
El mejor escenario posible
La película se filmó en locaciones reales de Nashville, incluido el legendario Bluebird Café, epicentro de la música country emergente. Así, logró capturar la atmósfera de la escena musical de principios de los 90. Además, para los integrantes del elenco, actuar en un lugar donde habían comenzado muchas de las grandes figuras del género, como Garth Brooks y Kathy Mattea, fue un honor y a la vez una presión. “Sentías el peso de la historia musical en cada rincón”, reveló Mulroney en una entrevista con Entertainment Weekly (1993). A partir de esa decisión de la producción, la ciudad trascendió el rol de locación y se convirtió en un personaje en sí mismo, con sus códigos, sus sueños y su tradición.
Actores, cantantes y compositores
En una oportunidad, Bogdanovich definió el film como una historia romántica atravesada por canciones, y no se equivocó: mientras en pantalla los protagonistas buscan convertirse en artistas reconocidos y desfilan en breves escenas figuras del mundo country como Trisha Yearwood, Pam Tillis y K.T. Oslin, en el set los actores se comprometieron a tal punto que varios de ellos compusieron sus propios temas.
River Phoenix, quien ya había sacado a relucir su faceta de músico con su banda Aleka’s Attic, compuso y cantó varios de los temas que interpreta en pantalla. Uno de ellos, “Lone Star State of Mine”, quedó registrado como un ejemplo de su talento como compositor. Dermot Mulroney, además de actor, es músico y también hizo su aporte. Incluso Sandra Bullock se animó a escribir la letra para la canción que interpreta su personaje: “Heaven Knocked on my Door”, el tema de Linda Lue; lo hizo en 15 minutos.
“Se suponía que era una canción metafóricamente mala, y estaban pagando a compositores talentosos un montón de dinero para hacerla”, reveló la estrella de Hollywood en una nota con Los Angeles Times. “Les dije que si querían una canción mala, podían pagarme y les escribiría una canción terrible”, agregó.
La preparación de las presentaciones para la película incluyó ensayos con músicos profesionales. Phoenix trabajó con figuras como T Bone Burnett, lo que le permitió pulir su interpretación vocal y sonar como un verdadero cantautor. Esa autenticidad quedó reflejada en cada una de las escenas: los intérpretes realmente cantaban y tocaban.
Del talento a la tragedia
Phoenix se involucró profundamente con su personaje: reescribió algunos diálogos y sumó matices. Sin embargo, y aunque varios de sus compañeros señalaron la gran química del elenco, el rodaje estuvo marcado por tensiones. Según testimonios de Bogdanovich, Phoenix ya mostraba signos de agotamiento físico y emocional. Si bien en el set mantenía la concentración, fuera de cámara lidiaba con sus problemas de adicciones. John Davis, productor de la película, también dio cuenta de ello.
“Hice la última película de River Phoenix, Una cosa llamada amor. Estaba pasando por un difícil problema con las drogas, y lo estaba pasando en el set. Era un tipo encantador, pero no había forma de ayudarlo. Traté de ponerme a su lado en todo momento, físicamente, para mantenerlo alejado de la medicación. Y de alguna manera [las drogas] siguieron pasando. Estábamos demasiado avanzados en la película para reemplazarlo cuando el problema se intensificó. Habríamos tenido que reiniciar todo”, repasó Davis en una nota con The Hollywood Reporter en 2015.
“Hablé con uno de sus representantes al respecto, sobre la importancia de conseguirle ayuda, pero me dijo: ‘Solo está resfriado y está tomando medicamentos para eso’. Fue difícil porque era un gran tipo y un actor muy interesante. Y lo estaba viendo bajar por la madriguera del conejo muy rápido”, completó.
En enero de 1994 fue el crítico de cine Roger Ebert quien llamó la atención sobre el film y sobre lo que él vio de Phoenix en pantalla. “En la primera escena de Phoenix es obvio que está en problemas. El resto de la película solo lo confirma, lo que hace que Una cosa llamada amor sea una experiencia dolorosa para cualquiera que lo recuerde con buena salud. Se ve enfermo: delgado, cetrino, apático. Sus ojos se dirigen principalmente al suelo. No puede encontrarse con la cámara o los ojos de los otros actores. A veces es difícil entender su diálogo. Peor aún, no hay energía en el diálogo, no hay convicción de que le importe lo que está diciendo”, se lee todavía en un portal web.
Luego de hablar de un supuesto deseo de Phoenix de emular a James Dean en el film, el fallecido especialista habló de la muerte del actor y del supuesto rastro de sus adicciones en su último trabajo completo. “El mundo se sorprendió cuando sufrió una sobredosis, pero las personas que trabajaron en esta película no deberían haberlo estado”, aseguró. “Esta actuación en esta película debería haber sido vista por alguien como un grito de ayuda”, cerró, contundente.
Samantha Mathis y la sombra de River Phoenix
La tragedia de Phoenix dejó desdibujada a Samantha Mathis, quien además de haber sido la última pareja del actor, tuvo en Una cosa llamada amor su debut como protagonista. Recién en 2018, cuando se cumplieron 25 años de aquella tragedia de la que además fue testigo, rompió el silencio y habló sobre lo que significó aquella pérdida para ella. “Me llevó muchos años poder hablar de aquella noche. Pero ver la película me hizo volver atrás. River estaba tan vivo en esas escenas que sentí que debía decir lo que no había dicho”, dijo en una charla con The Guardian.
Ese 30 de octubre, Mathis encontró a su novio convulsionando en la vereda del club. De inmediato corrió hacia adentro del local para encontrar a Joaquin Phoenix, su hermano, quien llamó al 911. Cuando llegaron los paramédicos, su novio había dejado de respirar. Lo declararon muerto en el hospital, después de una sobredosis de cocaína y heroína.
“Lo que surgió para mí alrededor del aniversario fue: ‘¡Oh! Esto también me sucedió a mí y tuvo un profundo efecto en mi vida, más de lo que todavía entiendo incluso con todos los años de terapia’”, expresó. “Necesitaba hablar de ello por mí misma”, sumó.
Mathis recordó que en ese momento se quedó absolutamente sola, algo que hoy sería casi imposible. “Si me hubiera sucedido ahora habría salido de mi edificio con una cámara en la cara”, sostuvo. “No puedo imaginar a un joven de 23 años pasando por eso hoy”.