Estamos viviendo la tensa calma que se siente en el ojo del huracán.
No sabemos qué, pero percibimos que algo va a pasar… en un año, en dos, o mañana mismo.
Estar en el ojo significa haber sobrevivido al primer impacto. Lo mismo nos sucede hoy: estamos en el centro de un fenómeno que ya nos golpeó y que volverá a hacerlo, seguramente con más fuerza.
Así como en la naturaleza el huracán surge de calor, humedad y presión, el nuestro encontró en la tecnología las condiciones perfectas para desatarse.
La llegada masiva de la Inteligencia Artificial generativa, a fines de 2022, fue como el océano caliente, la energía que liberó de golpe una fuerza acumulada durante años en investigación.
La aceleración digital que dejó la pandemia actuó como la humedad en el aire, llegando a cada rincón de la vida personal y laboral.
El avance de la automatización fue como esos cambios de presión invisibles, capaces de alterar el equilibrio y acelerar el movimiento.
Y, para completar el combo, la cultura de la inmediatez terminó de darle velocidad al fenómeno, empujando procesos y obligándonos a responder sin mucho tiempo para pensar.
En la naturaleza, cuando esos factores coinciden, nace un huracán. En el mundo del trabajo y los negocios, la conjunción de estos elementos generó la tormenta que hoy nos tiene en el centro del remolino.
Entraron con violencia, removieron estructuras, obligaron a improvisar y resistir. Como en un remolino, vemos desaparecer empleos, creencias y saberes que parecían sólidos.
La calma aparente del ojo
El ojo del huracán es engañoso, el cielo parece despejado y el viento se calma, pero la tormenta no terminó. Lo que viene puede ser más intenso, ya que llega desde el lado contrario con la fuerza acumulada de todo lo que arrasó antes.
Los datos hablan. En el mundo informático y de videojuegos ya se cuentan decenas de miles de empleos perdidos, mientras el Foro Económico Mundial proyecta 92 millones de desplazados hacia 2030.
En logística y comercio exterior también se sienten los vientos cruzados, la automatización de procesos aduaneros, la inteligencia predictiva en rutas y la robotización de depósitos están cambiando roles tradicionales y obligando a repensar cadenas de valor completas.
Estamos en un momento de calma tensa. Lo peligroso es creer que no pasa nada.
Qué hacer en el centro del huracán
El ojo no es descanso, es la oportunidad para prepararse estratégicamente.
Revisar la brújula, no solo el mapa. La primera pared obligó a improvisar. Esta pausa es momento de revisar dirección y propósito.
Invertir en capacidad de adaptación. No basta con herramientas: lo central es entrenar equipos para leer y accionar en entornos cambiantes.
Construir vínculos sostenibles. La tormenta muestra quiénes son aliados reales. Este es el momento de reforzar relaciones estratégicas.
Simular escenarios. En comercio exterior nadie espera a que el contenedor se pierda para buscar soluciones. Se diseñan planes alternativos y rutas secundarias. Con la disrupción tecnológica pasa lo mismo: no se trata de adivinar, sino de ensayar futuros posibles.
Cuidar la energía personal y colectiva. El ojo es pausa para reorganizarse antes del desgaste.
El lado positivo del huracán
Aunque solemos asociarlos solo con destrucción, y lamentablemente se llevan cosas buenas, los huracanes también cumplen un rol positivo: derriban lo viejo, remueven lo estancado y regeneran ecosistemas. Ese sacudón es, en realidad, una oportunidad de renovación.
El huracán tecnológico no es distinto. Obliga a procesos obsoletos a transformarse o desaparecer. Abre lugar a nuevas profesiones y modelos de negocio. Rompe monopolios del conocimiento y democratiza oportunidades para innovadores y emprendedores. Y eleva el valor de lo humano: creatividad, criterio y capacidad de juicio.
La logística global también se está reconfigurando, con puertos más inteligentes, trazabilidad en tiempo real y redes colaborativas que abren espacio a pymes exportadoras que antes quedaban fuera del juego.
Como trabajadores, pensando en nuestro “Yo Laboral”, no somos solo lo que hacemos, sino lo que significamos con nuestro trabajo y vínculos. Esa idea cobra más vigencia que nunca. Si lo repetitivo ya no tiene lugar, lo que nos sostiene no es la tarea, sino la capacidad de aportar sentido, criterio y dirección.
Después de la tormenta
Tras un huracán natural, el territorio cambia, cicatrices, escenarios nuevos y comunidades que deben reconstruirse. El paisaje nunca es igual.
Con la disrupción tecnológica pasa lo mismo. No regresaremos a lo conocido, el trabajo, los negocios y los vínculos ya están atravesados por la IA. Quedarán prácticas obsoletas, pero surgirán profesiones nuevas, formas distintas de colaborar y un ecosistema renovado.
El huracán destruye, pero también redefine.
Nuestro desafío no es esperar que pase para volver a lo anterior, sino reconstruir sobre lo nuevo. Diseñar organizaciones más resilientes, liderazgos más humanos y decisiones con más criterio.
Lo que está en juego no es solo sobrevivir al huracán, sino aprender a liderar y liderarnos en medio de él.