Hollywood puede ser las dos caras de una misma moneda. La fama, el dinero y la popularidad de un lado, y la soledad, la tristeza y el tormento personal por el otro. Muchas veces ese maratónico ascenso es difícil de controlar y puede verse reflejado en la oscuridad que envuelve a una persona. En 1999, cuando tenía 21 años, Jason Biggs saltó a la fama por interpretar a Jim Levenstein en American Pie, pero ese reconocimiento internacional lo sumergió en uno de los peores momentos de su vida. En una reciente entrevista, el actor reflexionó sobre cómo recayó en las drogas y el alcohol y cómo fue su lucha para salir de ese lugar.
En una entrevista para el pódcast de Neal Brennan, Biggs recordó el impacto que tuvo American Pie en su vida. Grabó la película a los 20 años y dos meses después de cumplir 21 años, el mundo vio su trabajo y su fama escaló incontrolablemente. “Nadie me decía que no. Podía conseguir lo que quisiera y lo hice. En este momento empecé a consumir muchas drogas y a beber mucho”, admitió. “En ese momento la vida simplemente despegó con un serio impulso de combustible para cohetes”, dijo. A esa edad fue introducido a un mundo de excesos sin control. “La gente decía que sí antes de que yo preguntara. A cualquier cosa”, reveló.
“Había un componente de fiesta en todo esto al que tuve acceso y que aproveché al máximo”, sostuvo durante la entrevista y contó que no solo se vio envuelto en las drogas, las cuales consumió también en Costa Rica, Uganda y Uruguay, y el alcohol, sino también en el sexo. Si bien hizo énfasis en que todo esto era “divertido”, también reconoció que era “peligroso”.
Consumía cocaína y éxtasis. Solía hacerlo en solitario y sabía muy bien como ocultarlo. En ese período conoció a la actriz y escritora Jenny Mollen, con quien se casó en 2008, y si bien ella estaba al tanto de que bebía, él pudo mantenerla a las sombras de sus adicciones. Relató que como ella solía irse a dormir antes que él, aprovechaba ese momento para consumir drogas en otra habitación. Fue así como la bebida se convirtió en una obsesión. Salía de fiesta a diario y sentía la necesidad de beber “para silenciar a las serpientes en mi cabeza y para superar el día a día”. Incluso admitió que llegó a sentir la necesidad física de tomar un trago, sin importar el contexto ni el horario.
El verdadero punto de quiebre fue cuando su esposa quedó embarazada. Fue ahí cuando decidió pedir ayuda. “Me dijeron: ‘No podés estar sobrio por nadie ni por nada. Tenés que hacerlo por vos mismo’. Y es verdad. Creo que podés intentar estar sobrio por alguien más, pero mantenerte sobrio depende de vos”, reflexionó. Estuvo cuatro años, entre recaídas, para poder salir de ese lugar. Los actores continúan casados y tienen dos hijos juntos, Lazlo y Sid.
En reiteradas oportunidades, el actor, que ahora tiene 47 años, habló de su adicción a las drogas y el alcohol y su lucha para mantenerse sobrio. Asimismo, en una reciente entrevista con Page Six dio detalles de la transformación física a la que se sometió, no solo por una cuestión estética, sino también de salud, puesto que los médicos lo alertaron sobre el alto nivel de colesterol en sangre. Perdió 16 kilos y su colesterol bajó 70 puntos.
Para lograrlo, el actor cambió por completo sus hábitos alimenticios, redujo el consumo de azúcares y grasas, y sumó una rutina de ejercicios físicos que pudo mantener en el tiempo. Reconoció que uno de los mayores desafíos fue dejar atrás su viejo amor por el helado: “Probablemente, era por los potes de helado que me tomaba de un trago”. A pesar de los cambios en su alimentación, Biggs admitió que de vez en cuando se da un gusto de su postre favorito. “Sigo comiendo helado de Van Leeuwen de vez en cuando. Es mi capricho preferido”, comentó.