Desde que Sigmund Freud lo definió, sabemos que lo familiar siempre anida en lo siniestro. Y viceversa. Dobles, autómatas, antiguas muñecas de trapo o porcelana: objetos privilegiados para alojar cierto tipo de inexplicable estremecimiento. Los maniquíes –y qué decir de sus descendientes, los robots antropomórficos– forman parte de esa singular cofradía. Así lo vemos en esta foto. ¿Qué más cercano, aquí o en la ciudad rusa donde están, que una hilera de maniquíes luciendo sombreros y gorros a la venta? La mujer que los observa no muestra terror, sino cálculo: probablemente esté evaluando costos, calidad, necesidades. Y sin embargo, ¿qué más inquietante que unos perfiles iguales y a la vez distintos al de cualquier ser humano, plástico decapitado y mudo, que no mira a nadie pero está allí: una hendidura extraña entre tanto objeto cercano.
Cristian, albañil: “No puedo permitir que un oficial de primera esté cobrando 1.700 euros y el peón cobre casi 1.600, solo 100 euros de diferencia”
Mié Oct 8 , 2025
El sector de la construcción en España atraviesa un periodo de crecimiento inesperado, después de meses de estancamiento. Según los datos de Eurostat recogidos por COPE, en junio la actividad del ladrillo experimentó un aumento interanual del 31,4 %, favorecida por el impulso de nuevas obras, la rehabilitación de viviendas y la activación de […]
