Elegir sofá parece sencillo, pero no lo es. A menudo nos dejamos llevar por el color, el diseño o las modas sin pensar en algo tan básico como dónde lo vamos a colocar. Y, sin embargo, esa decisión lo cambia todo. Poca gente lo sabe, pero la posición del sofá -si va pegado a la pared o en medio del salón- condiciona el tipo de respaldo que conviene elegir, un detalle simple que puede transformar por completo la sensación de amplitud y equilibrio del espacio.
Si el sofá va pegado a la pared, no hay problema: puedes elegir cualquier tipo de cabezal o respaldo, ya sea fijo, reclinable o de carraca, siempre que te resulte cómodo. Pero cuando el sofá se coloca en el centro del salón, la historia cambia.
En ese caso, los decoradores recomiendan dos opciones: un respaldo de carraca italiana, que se puede subir mientras se usa y bajar cuando no, para mantener una vista despejada; o un respaldo fijo y bajo, que no interrumpa la continuidad visual y haga que el espacio se vea más amplio. Este pequeño gesto tiene un gran efecto: la habitación parece más ligera, el sofá se integra mejor con el entorno y el conjunto resulta mucho más armónico.
ANTES DE COMPRARLO, PIENSA EN SU FUNCIÓN
Más allá del respaldo, el punto de partida debería ser siempre para qué vas a usar el sofá. Según explican en el canal de youtube Ideas de decoración y más, no es lo mismo buscar un mueble para leer, para ver la televisión o para recibir visitas.
Si lo vas a usar con frecuencia, lo prioritario es la comodidad: asientos amplios, respaldo que sujete bien la espalda y reposabrazos a la altura del codo. En cambio, si su función es más decorativa -por ejemplo, en un despacho o una segunda sala- puedes permitirte un diseño más estilizado o de líneas rectas, aunque sea menos mullido.
También influye la cantidad de personas que lo usarán a diario. Un sofá de dos plazas puede bastar en espacios pequeños, pero en salones grandes puede verse desproporcionado. Antes de decidirte, piensa en tu ritmo de vida y en quién lo usa: esa será la clave para acertar.
EL TAMAÑO Y LA UBICACIÓN IMPORTAN
El siguiente paso es ajustar el sofá al espacio. Uno de los errores más comunes es comprar un modelo que, aunque encaje estéticamente, resulta demasiado grande o incómodo de mover. Para evitarlo, los expertos recomiendan tomar medidas antes de comprar y respetar las zonas de paso. Entre el sofá y la mesa de centro debe haber al menos 40 centímetros de distancia, y si está junto a una pared o ventana, conviene dejar unos 15 o 20 centímetros.
En salones pequeños, los sofás con patas altas y colores claros ayudan a aligerar visualmente el ambiente. En cambio, los modelos grandes o con chaise longue solo funcionan bien en estancias amplias, donde puedan respirar sin interrumpir la circulación.
ALTURA, COLOR Y MATERIALES: LOS DETALLES QUE MARCAN LA DIFERENCIA
Más allá del tamaño, la altura del respaldo influye tanto en la comodidad como en la sensación de equilibrio del espacio. Lo ideal, según los especialistas, es que mida entre 85 y 90 centímetros.
En cuanto al color, los tonos neutros -beige, gris, arena o blanco roto- son más versátiles si te gusta cambiar cojines o mantas con frecuencia. Los oscuros aportan elegancia y sobriedad, pero pueden recargar una estancia pequeña.
También el material define el carácter del sofá: el cuero o sus imitaciones se limpian fácilmente, la tela ofrece más variedad de colores y texturas, y el terciopelo añade un toque sofisticado aunque requiere más cuidados. Los modelos desenfundables son la opción más práctica si hay niños o mascotas en casa.
En definitiva, a la hora de elegir, no hay una fórmula universal. El sofá «perfecto» no es el más caro ni el más grande, sino el que se adapta a tu espacio, a tus rutinas y a la forma en la que vives el salón.