Murió Miguel Ángel Russo, el embajador del perfil bajo, los amores fuertes y la lucha como estandarte

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Miguel Ángel Russo murió este miércoles, a los 69 años. El entrenador de Boca luchaba desde hace un tiempo con problemas de salud, tras ser diagnosticado con un cáncer de próstata en 2018. El DT había comenzado hace algunos meses con dificultades médicas que derivaron en internaciones durante las últimas semanas.

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Nunca se alejó del fútbol. No se lo podía permitir. No quería hacerlo, no lo podía imaginar ni pensar. Mantenerse parado dentro y al costado de la cancha fue un medio de vida y terminó por convertirse en su motor existencial. Con más de mil partidos dirigidos, 16 clubes de 8 países en más de 30 años de carrera, Russo dejó un legado en el mundo del fútbol que será imborrable.

Un perfil imposible de imitar. Un hombre que entendió a la perfección el mundo de la pelota y se transformó en un experto en no decir, en eludir, un “cultor de los códigos del fútbol”. Siempre se apegó al silencio, a la mesura y escondió las broncas para los lugares que entendió adecuados. “Son decisiones”, solía repetir cuando alguna pregunta periodística lo apremiaba y terminó por transformarse en un latiguillo inconfundible en el mundo del fútbol.

Miguel Angel Russo en su última etapa en Rosario Central. (Photo by Marcelo Manera / AFP)

Como embajador del perfil bajo y lejos de las estridencias, construyó su figura adentro y afuera de la cancha, desde aquel debut con Estudiantes de La Plata en 1975, cuando Carlos Bilardo lo mandó a la cancha junto con José Luis Brown y Patricio Hernández. Y nunca cambió, se propuso mantenerse firme a sus convicciones y así lo hizo hasta sus últimos días, dentro y afuera de la cancha.

Con los botines puestos fue un volante central de los duros, los que raspaban, de miradas intimidantes y con voz de mando. Estudiantes fue su casa y su cuna durante toda su carrera como jugador. Pero también como entrenador; un amor que lo marcó para siempre. Un hombre de amores fuertes, intensos, pasionales: por eso también dejó, años después, una huella profunda en Rosario Central y en Boca.

Russo construyó su principal obra con el buzo de entrenador. En la Argentina y en el exterior se encargó de dejar su sello de técnico obsesionado con los detalles, de conductor “bicho”, con lectura y pulso de los contextos, de saber aprovechar los recursos y tener la capacidad de adaptarse a la idiosincrasia de cada equipo en el que se dispuso a trabajar.

Después de colgar su camiseta de Estudiantes en el ropero y guardar los botines en un cajón, comenzó a dar instrucciones en Lanús en la temporada 1989/90, en el antiguo Nacional B, y dio un paso enorme al regresar al Granate a la máxima categoría, tras vencer a Quilmes en el reducido. No fue una experiencia impecable en la primera, porque descendió en la temporada siguiente, aunque volvió a subir en la 1991/92 como campeón del torneo. Lanús siempre fue parte de su historia, por eso tuvo un último capítulo en el Granate entre 1999 y 2000, aunque aquél no fue un paso tan próspero.

Miguel Ángel Russo junto con Juan Román Riquelme en la etapa de 2007

En su carrera como DT resultó inevitable su desembarco en su querido Estudiantes, que recurrió a sus servicios en 1994, en la hora del descenso. Compartió la conducción con Eduardo Luján Manera y juntos consiguieron enseguida el ascenso a la primera división. Un amor que es eterno y que volvió a cultivarse en la temporada 2011/12 por apenas un puñado de partidos, pero que resultó combustible para el DT que se crió en Villa Diamante, un barrio de Valentín Alsina, en un contexto marcado por la pérdida de su padre cuando apenas tenía cinco años.

Russo vivió en el seno de una familia pobre, pero su abuela paterna lo mimó desde pequeño y le permitió conocer otra vida fuera del partido de Lanús. “Mi nonna me formó culturalmente. Me llevaba a tomar el té a Harrods Gath & Chaves, a museos, al Teatro Colón”, contaba Russo en una entrevista con TyC Sports en 2024.

Y la “Nonna” como la recordó siempre “Miguelito”, fue la que le dio las herramientas para que él pudiera adaptarse a cualquier situación. Así, su primera chance en el exterior llegó en 1996, cuando Universidad de Chile lo contrató para dirigir en la Libertadores, una campaña que terminó cuando chocó contra River en las semifinales y entendió que debía dar un paso al costado. También incursionó por España, en 1998, en su único paso por el fútbol europeo, pero no resultó la mejor experiencia, porque ganó sólo 4 de los 16 partidos que dirigió a Salamanca y retornó a Argentina para dirigir a Colón de Santa Fe, donde estuvo apenas 12 encuentros.

Miguel Ángel Russo dejó su marca de Racing

Pero antes, en 1997, comenzó uno de sus mayores romances dentro del mundo del fútbol: Rosario Central, el club en el que tuvo varias etapas como DT. Las primeras experiencias no fueron de las más destacadas, aunque la identificación recíproca con el pueblo canalla fue inmediata y terminó por consolidarse con el ascenso a primera en la temporada 2012/2013. Mucho más acá en el tiempo, en 2023, se marcó a fuego para siempre el amor con la conquista de la Copa de la Liga.

Fue un trotamundos. Dirigió a Los Andes, Colón, San Lorenzo, Racing, Necaxa, de México, Millonarios, de Colombia, Al Nassr (Arabia Saudita), Alianza Lima de Perú y Cerro Porteño, de Paraguay. Luchó siempre por ser mejor, por ganar, por competir, hasta el último día. Nunca se tomó un descanso porque persiguió siempre la gloria, una cuota que pagó como entrenador recién en 2005 en la primera división del fútbol argentino, al consagrarse con Vélez Sarsfield en el torneo Clausura, con seis puntos de ventaja sobre Banfield.

Miguel Ángel Russo con la Copa Libertadores en Boca

Poco después se le abrió uno de los capítulos más significativos en su carrera, el desembarco en Boca. En diciembre de 2006 reemplazó a Ricardo La Volpe. Y su primer capítulo por La Ribera quedó marcado por la conquista de la Copa Libertadores 2007 gracias a un equipo espectacular, que contaba con Juan Román Riquelme, Martín Palermo, Rodrigo Palacio… Aquel proceso se terminó en la final del Mundial de Clubes, cuando perdió con Milan por 4-2. Una temporada tan volcánica como inolvidable.

En su ciclo en Millonarios de Colombia, en 2018, comenzó con los problemas de salud, pero luchó y dejó atrás un cáncer de próstata y una fuerte infección intrahospitalaria. Su periplo siguió: emigró a Perú y más tarde a Paraguay, para recalar en 2020 en Boca y después seguir por Arabia. Cuando volvió a Central alcanzó la gloria local, dio otro paso por San Lorenzo y volvió a la entidad xeneize en 2025, en medio de urgencias y apuros de Juan Román Riquelme, con quien siempre tuvo una relación muy especial, de cariño profundo.

300 partidos de Miguel Ángel Russo como DT de Rosario Central

El cáncer me enseñó que el día a día es inigualable… Es una bendición ver crecer a los demás… ¿Para qué apurarse? Una mañana diré ´Hasta acá llego, punto’”. Y listo. Fue igual como futbolista, y así será como técnico. Con naturalidad, no va a ser calculado. No habrá análisis previo, será por las sensaciones. Yo me guío mucho por mis sensaciones. Una mañana voy a decir hasta acá llegué“, contó Miguel Russo en una charla con LA NACION. Y así fue vivió hasta el último segundo con pasión, pero siempre conservando la esencia de ”Miguelito». El de Valentín Alsina. El que crió la “Nonna”.

Aquel dolor de no ir al Mundial de México 86

Miguel Ángel Russo disputó 17 partidos con la selección argentina en el inicio del ciclo de Carlos Bilardo, que conocía al mediocampista de Estudiantes de La Plata. Cinco de ellos fueron por las Eliminatorias, en donde marcó el primer gol en el 3 a 0 a Venezuela en Buenos Aires. No fue citado para el último encuentro (2 a 2 con Perú en el Monumental) que selló la clasificación para México ‘86.

Pese a la confianza entre ambos, el Narigón decidió no incluirlo en la lista final de un equipo albiceleste que luego se consagró campeón del mundo tierra mexicana.

En una extensa entrevista con LA NACION en enero de 2020, Miguelo se refirió a aquel momento y compartió el dolor que sintió entonces.

Miguel Russo disputó 17 partidos con la camiseta de la selección argentina, pero el DT Bilardo finalmente decidió no llevarlo al Mundial de México en 1986

–El mito dice que una tarde, Bilardo compartió el ascensor de la AFA con Julio Grondona, y que cuando subieron usted y Sabella (Alejandro) eran una fija para ir al Mundial de México. Y cuando bajaron, alguien tachó sus nombres de la lista. ¿Verdadero o falso?

–Conociéndolo a Bilardo no creo en esas cosas.

–¿Cómo vivió ese momento en el que se enteró que no iba al Mundial?

–Son cosas muy difíciles de asimilar para un jugador. Yo entendía que había hecho bien todo el proceso de selección, e incluso con él en Estudiantes. La frase célebre de Carlos fue: “El día que seas técnico lo vas a entender. Mientras tanto, no”. Y así es. Son decisiones. Carlos toma una decisión que tiene que ver con una operación que había tenido (en los primeros días de enero de 1986 debió operarse la rodilla derecha después de sufrir un accidente en la bañera), y por cosas que solo él y yo sabemos.

Russo, en una de sus últimas apariciones en público, en el partido entre Boca y Central Córdoba

–¿Hubo algún reclamo?

–(Gesto de resignación). Reclamo, ninguno. Dolor, sí. Quedar afuera de un Mundial… Creo que si miro toda mi carrera, es lo único que me faltó. Incluso me invitaron a ir a ver la final y no quise ir. Entendía que no correspondía. El fútbol me ha dado todo… menos jugar un Mundial. Creo que no me puedo quejar. Si miro toda mi historia, lo que me quitó de un lado me lo devolvió con creces enormemente por el otro. El fútbol y Dios fueron muy generosos conmigo. Algo me quitó o no me dio, y me lo devolvió con muchísimas cosas más. Igual, un Mundial es un Mundial. De eso no tengas ninguna duda: como jugador es la experiencia y la satisfacción personal más grande que podés tener.

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