Yanina Latorre estuvo este miércoles como invitada a Otro día perdido (América), el ciclo de Mario Pergolini. Allí abordó en una charla distendida y con mucho humor un concepto muy propio al que llama “conchasequismo mental” y relató cómo cambió su vida los últimos años, excepto una sola cosa: su amor por la Navidad.
Durante un intercambio con el conductor, la panelista explicó: “Yo combato el conchasequismo mental”, refiriéndose a una postura rígida, prolija y convencional, que —según dijo— caracterizó buena parte de su pasado. “Era eso, colegio de monjas. Yo los domingos rezaba el rosario. Di clases de catequesis”, compartió la conductora de SQP, mientras describía ese período de disciplina y formalidad.
Pergolini reaccionó sorprendido ante el término y pidió precisiones sobre su significado. Latorre respondió que representa cumplir con cada expectativa social al pie de la letra: “La que iba a Punta del Este, la que tomaba el té con cupcakes, la que hacía todo como había que hacer, la que se recibió… Todo prolijito. Te casás, tuve dos hijos, fueron al colegio… Mirá, Lola es abogada, Dieguito se está por recibir de abogado. Una cosa de concha seca al ‘dope’”, afirmó entre risas y comentarios irónicos.
Contrastando con esa imagen, Yanina reveló su pasión por el espíritu navideño, costumbre que lleva al extremo en su hogar. Relató que en cada rincón de su casa el decorado y los utensilios remiten a la Navidad: “El papel higiénico de Papá Noel y tengo repasadores de Papá Noel. Te mandaría fotos. Tengo seccionado el altillo con decoración”, detalló. También mencionó que utiliza vajilla temática, desde platos y copas hasta cuchillos para untar, y que incluso dispone de figuras navideñas parlantes: “Tengo un par de Papá Noeles que cuando entrás a casa cantan ‘jingle bells’”.
Su entusiasmo, no obstante, no se limita a la Navidad. “Lo mismo me ocurre en Halloween. Pero yo después para afuera me hago la que no, que soy borracha. Mentira”, confesó, divertida. Al ser consultada por la forma en que celebran en su casa, compartió que suele ser quien dirige el armado del árbol y que tiene el hábito de fotografiarse con la estrella navideña, aunque lo asuma con cierta autocrítica: “El día que armo el árbol, me saco la foto con la estrella. Sí, soy una pelotuda”.
Ante la pregunta sobre si cuando sus hijos eran chicos solían recibir la visita de Papá Noel, Latorre recordó entre risas un episodio familiar: “Un día se dieron cuenta que era Diego porque le salían los pelos abajo del disfraz. Uno dijo: ‘Es papá’”. Al indagar si los decorados permanecen hasta después de la festividad, confesó que, al marcharse de vacaciones el 27 de diciembre, parte de la decoración queda en la casa durante semanas: “En febrero cuando vengo, hay Papá Noeles desvencijados. Y eso me da medio depresión”, admitió.
La conversación abordó además la dinámica de los regalos, donde Yanina afirmó que prefiere que su esposo, Diego, sea quien le compre obsequios costosos: “El regalo me lo tiene que hacer Diego carísimo, carísimo. Que no me ofendo”, subrayó. Cuando Pergolini sugirió que quizá el mejor presente era la relación de pareja, Latorre remató con ironía: “El regalo del año es cada día tener el placer de compartir tu vida conmigo”.
En otro momento de la entrevista, Yanina Latorre recordó cómo nació su amor con Diego Latorre: “Cuando lo conocí me gustó, me pareció bueno, simpático, pero era jugador de fútbol, para mí el jugador de fútbol era un hijo de p…, depredador mujeriego, que te usaba y te tiraba”, contó.
“Cuando le dije a mi mamá puso en el grito en el cielo y Rosa, la mujer que trabajaba en casa, me trajo el póster porque lo tenía de ídolo y lo tenía pegado en el cuarto. Y fue como un drama, y así y todo contra viento y marea me fui”, se sinceró.