Llegaban a los boliches y le tenían un lugar reservado en la zona VIP. No eran para nada discretos cuando se sentaban en la mesa: mientras compartían tragos y escuchaban música, ostentaban una gran cantidad de billetes de dólares, además de colgantes y anillos de oro. Después, todo lo dejaban registrado en sus perfiles de Instagram.
El dinero y las joyas eran mal habidas. Eran parte del botín de los violentos robos que protagonizaba en casas de San Isidro la temible organización criminal conocida como la Banda del Millón, conocida por haber golpeado y hasta torturado a sus víctimas.
Tras una extensa investigación, que contó con la colaboración de detectives de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, el fiscal general adjunto de San Isidro, Patricio Ferrari, presentó el requerimiento de elevación a juicio y solicitó que 11 de los supuestos integrantes sean juzgados por ocho millonarios robos ocurridos entre el 19 de octubre de 2024 y el 5 de marzo pasado.
Entre las víctimas de la Banda del Millón estuvo el conductor de TV Ángel “Baby” Etchecopar, robo ocurrido en noviembre del año pasado.
“Se dijo entonces que la presente pesquisa exhibía la existencia de una organización delictiva caracterizada por una estructura de un sinnúmero de intervinientes que se empeñaban a diario en ejecutar delitos contra la propiedad de notable impacto. Los sucesos ocurrían en horas de la madrugada en diferentes casas de San Isidro, con la peligrosidad que caracterizaba esas acciones y la reiteración que -a ese tiempo- no cesaba. Tal como se describió en los requerimientos presentados [en referencia a los pedidos de detención presentados en su momento], se había verificado que el núcleo operativo de la organización -en su mayoría con residencia en el barrio La Cava, en Beccar- había perfeccionado sus tácticas delictivas, recurriendo a tareas de inteligencia previa, análisis del entorno y selección de víctimas particularmente vulnerables, entre ellas, personas de edad avanzada”; sostuvo el representante del Ministerio Público Fiscal en el requerimiento de elevación a juicio, al que tuvo acceso LA NACION.
El primer golpe que se le adjudicó a la banda del Millón, que se tramitó en un expediente por separado y cuyos protagonistas, en su momento, fueron detenidos, fue el homicidio de Jorge Enrique De Marco, asesinado a golpes durante un robo en su casa de Las Lomas, en San Isidro.
“Se trata de una banda con un sinnúmero de jóvenes que había logrado operar con impunidad gracias a su capacidad para dividir funciones dentro de la organización y cambiar constantemente de roles”, explicó el fiscal Ferrari en el citado dictamen presentado ante el juez de Garantías de San Isidro Esteban Rossignoli.
El primer golpe que se le adjudica a la organización criminal que ahora está cerca de ir a juicio ocurrió en horas de la madrugada del 19 de octubre del año pasado en una casa situada en Emilio Mitre al 700, en Martínez, San Isidro.
Cinco asaltantes irrumpieron en la casona de Alberto Jorge Y. después de escalar un muro de 2,40 metros de altura. Sorprendieron a la víctima, de 75 años, cuando dormía.“¡Quedate quieto o te mato!”, ordenó uno de los ladrones. El hombre y su hijo, Sebastián, fueron atados de pies y manos. La banda estuvo media hora recorriendo el inmueble hasta que decidieron escapar. Se fueron con un botín de 100.000 dólares, 240.000 pesos, 900 euros, un reloj Omega Constellation y un objeto cuyo valor es incalculable: una camiseta del seleccionado argentino de fútbol firmada por el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, según el expediente judicial.
“Operaban diariamente, cometiendo robos en viviendas de gran porte [sic], focalizándose en aquellas habitadas por personas mayores, siempre en horario nocturno. Los bienes sustraídos eran utilizados para la compra de vehículos, ropa de marca, celulares y joyas, elementos que luego eran exhibidos abiertamente en redes sociales, en particular en Instagram, como también fue comprobado en esta pesquisa. Además, se estableció que adquirían armas de fuego, tanto para ejecutar los despojos como para protegerse de otras bandas rivales. También se confirmó que se reunían en distintos puntos del barrio para consumir alcohol y sustancias estupefacientes antes de salir a delinquir, lo que incrementaba notoriamente el nivel de peligrosidad”, dijo el fiscal en el citado dictamen.
Por ejemplo, en otro golpe, ocurrido el 9 de noviembre del año pasado en una casa situada en Las Heras al 2400, en Martínez, los ladrones se hicieron de un botín de 130.000 dólares, $2.000.000 y un reloj de oro marca Rolex.
“Cabe destacar que los delincuentes resultaron ser sumamente violentos con las personas a las que robaban: las golpeaban, maniataban, las quemaban con agua caliente y amenazaban de muerte, todo con la finalidad de que le entreguen el dinero u objetos de valor que poseían”, afirmó el fiscal Ferrari.
Entre los sospechosos que el representante del Ministerio Público pido juzgar se encuentran el sindicado líder de la Banda del Millón, Hugo Castillo San Martín, que fue atrapado en un boliche de Don Torcuato, en Tigre, después de estar varios meses prófugo.
Otro de los acusados que podría enfrentar un juicio oral y público es Brandon Imanol Brites, de 19 años. Para el fiscal Ferrari y los detectives de la policía bonaerense que participaron de la investigación era quien hacía la inteligencia previa a los robos: buscaba información en Google Maps y en perfiles de redes sociales como Facebook y LinkedIn, entre otras.
Todo con una particularidad: lo hacía desde su lugar de detención. En un primer momento, en un centro de alojamiento de menores y después, cuando cumplió la mayoría de edad, en la cárcel de Campana.
“Deviene necesario e insoslayable señalar que la organización criminal aquí investigada, aparece, a diferencia de otras estructuras criminales, con una nota distintiva y particular que le ha permitido, entre otros beneficios, su persistencia en el tiempo y una elocuente capacidad operativa inclusive, a pesar de que la mayoría de sus miembros mayores de edad, se encuentran actualmente privados de la libertad en esta pesquisa y otras conexas. Esa característica radica en la activa y preponderante y punible participación en los despojos de menores de edad -entre 12 y 17 años-. Aquella intervención que auspician no solo responde a una cuestión de ventaja física o logística (por ejemplo, al momento de ingresar en un domicilio a través de aberturas reducidas), sino que también les ha permitido, para el caso de haber sido sorprendidos en la flagrante comisión de un hecho delictivo, obtener beneficios liberatorios más prontos. En efecto, las limitaciones que la normativa penal juvenil actual establece, conlleva que, en la práctica, muchos de estos jóvenes permanezcan detenidos por lapsos muy breves o, incluso, sin sometimiento a medidas de coerción personales. Se ha verificado entonces, particularmente, que sobre todo aquellos menores de 16 años que dentro del mismo núcleo criminal han participado en algunos de los despojos han reincidido en diversas prácticas delictuales casi en forma sistemática”, sostuvo Ferrari al explicar la complejidad de la organización criminal.