El atentado suicida perpetrado en el año 2000 por parte de la organización terrorista Al Qaeda contra el destructor estadounidense ‘USS Cole’ cuando estaba anclado en el puerto yemení de Adén cumple este domingo 25 años, sin que el proceso judicial en Estados Unidos contra el considerado como ‘cerebro’ del ataque, Abdelrahim al Nasiri, haya derivado en una sentencia contra él tras años en Guantánamo y otros centros clandestinos de detención de la CIA en el extranjero.
El atentado fue perpetrado el 12 de octubre del año 2000, menos de un año antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001 –que llevaron a Estados Unidos a lanzar la llamada ‘guerra contra el terrorismo–, por parte de dos terroristas suicidas que empotraron una lancha explosiva contra el buque.
Los terroristas, que se acercaron al ‘USS Cole’ haciendo gestos amistosos para atraer la atención de parte de la tripulación, activaron la carga explosiva cuando el destructor estaba cargando combustible en el puerto de Adén, matando a 17 personas, hiriendo a 40 y abriendo un agujero de más de doce metros en el casco a causa de la potencia de la deflagración.
El suceso se convirtió así en el ataque más mortífero contra un buque de la Armada estadounidense desde el registrado en 1987 contra el ‘USS Stark’, en el que murieron 37 marineros después de que un avión iraquí lanzara dos misiles contra él en medio de la guerra con Irán (1980-1988), en la que Washington era aliado de Bagdad, lo que llevó a Sadam Hussein a disculparse y decir que se trató de un error.
Al Qaeda, entonces liderada por Osama bin Laden, ya había intentado ejecutar previamente ataques similares contra la Armada estadounidense, incluido uno en Adén en enero de ese mismo año contra el ‘USS The Sullivans’ en el marco del ‘plan del Milenio’, si bien el buque no sufrió daños después de que la barca explosiva se hundiera antes de llegar a impactar debido al exceso de carga.
El ataque llevó al FBI a enviar a Yemen un equipo de investigación para analizar la situación y mantener reuniones con el entonces presidente, Alí Abdulá Salé, quien había accedido al poder meses antes, para buscar su cooperación y fijar los protocolos para el interrogatorio de testigos y sospechosos.
Las autoridades yemeníes detuvieron durante las siguientes semanas a varios sospechosos, entre ellos Yamal Muhamad Ahmad al Badaui y Fahad Muhamad Ahmad al Quso, supuestamente vinculados con la planificación de los ataques contra el ‘USS The Sullivans’ y el ‘USS Cole’ y quienes murieron en sendos bombardeos estadounidenses en territorio de Yemen en 2019 y 2012, respectivamente.
Al Badaui fue imputado por su papel en el ataque y condenado a muerte en Yemen, si bien escapó de prisión en dos ocasiones, llegando a convertirse en una de las personas más buscadas por el FBI antes de su muerte en un bombardeo de un dron en Marib el 1 de enero de 2019. Al Quso fue condenado a diez años de prisión en Yemen, si bien fue liberado en 2007 y murió en mayo de 2012 en otro bombardeo estadounidense.
AL NASHIRI, ‘CEREBRO’ A LA ESPERA DE JUICIO
Las autoridades estadounidenses y yemeníes identificaron ya entonces a Al Nashiri como una pieza clave en el atentado, que llevó al Departamento de Defensa estadounidense a modificar sus parámetros de seguridad para intentar evitar ataques similares en el futuro y que fue ensalzado por el propio Bin Laden en varios mensajes emitidos antes de los ataques del 11-S.
Al Nashiri, un ciudadano saudí nacido en 1965, fue detenido por agentes de la CIA en 2002 en la ciudad de Dubái, en Emiratos Árabes Unidos (EAU), que lo trasladaron a varios centros clandestinos de detención en países como Afganistán, Taildandia, Polonia, Marruecos, Lituania y Rumanía antes de ser llevado a la base de Guantánamo, en Cuba, donde fue sometido a diversos abusos por parte de sus carceleros.
El Pentágono publicó en marzo de 2007 unas transcripciones de un tribunal militar en las que Al Nashiri afirmó haber realizado una confesión falsa bajo tortura, después de que Ualid bin Atash –un ciudadano yemení también encarcelado en Guantánamo que llegó a ser guardaespaldas de Bin Laden– reconociera su responsabilidad y de que la CIA confirmara que el preso había sido sometido a ahogamientos simulados en prisión.
La situación de Al Nashiri sufrió un giro en 2008, cuando fue imputado por asesinato y crímenes de guerra, si bien un año después los cargos fueron retirados tras una orden de Barack Obama congelando los casos pendientes relativos a presos en Guantánamo, a pesar de lo cual hizo frente a nuevos cargos en abril de 2011 por su papel en el atentado, el incidente en el ‘USS The Sullivans’ y otro ataque contra un petrolero francés en 2002, por lo que se expone a ser condenado a muerte.
El proceso contra Al Nashiri, que sigue bajo custodia y que figuró en la conocida lista de «detenidos de alto nivel» de Estados Unidos en el marco de la ‘guerra contra el terrorismo’, fue aplazado nuevamente en mayo de este año, con las próximas vistas previstas para junio de 2026, en medio de denuncias sobre los abusos y torturas que habría sufrido durante más de dos décadas de encarcelamiento.
LA VÍA SUDANESA
El proceso judicial vio además cómo se abría una nueva vía en julio de 2004, cuando familiares de los marineros muertos en el atentado presentaron una demanda contra Sudán reclamando más de cien millones de dólares en daños argumentando que Jartum dio apoyo a Al Qaeda y permitió que la organización terrorista perpetrara el ataque contra el ‘USS Cole’.
En 2007, un juez estadounidense falló que Sudán tenía responsabilidad penal en el ataque y ordenó que el país africano pagara compensaciones, algo confirmado por un segundo tribunal en 2012, siendo las apelaciones rechazadas en 2015, en medio de las tensiones bilaterales por el papel jugado por Jartum durante la etapa en la que Bin Laden vivió en su territorio entre 1992 y 1996, cuando estableció su base en Sudán.
Bin Laden se trasladó a territorio sudanés tras un breve paso por Afganistán después de ser expulsado por Arabia Saudí por sus reiteradas críticas a la alianza entre Riad y Washington y su creciente radicalización, estableciendo bases de entrenamiento en Jartum, desde donde habría planificado diversos ataques por parte de Al Qaeda y Yihad Islámica de Egipto, incluido el intento de asesinato en 1995 del entonces presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Finalmente, el líder de Al Qaeda se trasladó a Afganistán, donde se asentó con el apoyo de los talibán, tres años después de que Estados Unidos incluyera a Sudán en su lista de países patrocinadores del terrorismo por el apoyo del entonces mandatario, Omar Hasán al Bashir, a grupos como Al Qaeda, una lista en la que Jartum permaneció hasta 2020.
La retirada de Sudán de la lista derivó del pago de 335 millones de dólares por parte de las autoridades de transición instauradas tras el derrocamiento de Al Bashir un año antes como compensación por el ataque contra el ‘USS Cole’, los atentados de 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania –que dejaron cerca de 225 muertos– y el asesinato en 2008 de un trabajador de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
El acuerdo entre ambos países se enmarcó además en la decisión de Sudán de sumarse a los conocidos como ‘Acuerdos de Abraham’, en los que normalizó sus relaciones diplomáticas con Israel junto a Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Marruecos, siendo los primeros países de la región en hacerlo desde Egipto (1979) y Jordania (1994). Sin embargo, Jartum aún no ha ratificado su adhesión al histórico pacto.