Murió Pupy. Murió después de casi seis meses de libertad en el Santuario de Elefantes en Chapada de Guimaraes, Mato Grosso, Brasil. El estupor, la tristeza, los cuestionamientos. ¿Qué pasó? ¿Por qué? Hasta ahora poco es lo que se sabe, tan solo lo que Scott Blais, el director del Santuario de Brasil adonde Pupy vivía hacía seis meses, comunicó.
La necropsia está en curso, y los motivos de la muerte se sabrán recién en semanas. Seguramente, y por todo lo que se sabe hasta el momento, el resultado dará, aunque cueste asumirlo, que los reales motivos, sean simplemente los más de treinta años de vida en cautiverio en menos de 50 metros cuadrados de diámetro, en el recinto de las elefantas del exzoológico victoriano de Buenos Aires.
Los cólicos de Pupy, consecuencia del encierro, eran conocidos por todos sus cuidadores, veterinarios, nutricionistas. “No encontraron nada significativo en la necropsia hasta el momento, pero sí, todos sabemos de las cicatrices del cautiverio”, dice Tom Sciolla, el director de la Fundación Franz Weber, que articuló el traslado de Pupy de la Argentina a Brasil.
“Después de tanto trabajo, nos quedamos con esos seis meses en que ella estuvo recomponiendo su relación con ella misma, adquiriendo seguridad y confianza, en un entorno natural, con autonomía en cuanto a cada una de las decisiones que tomaba, decidiendo lo que comía, lo que hacía, y especialmente pudiendo reconectar con una elefanta de una manera natural, como jamás lo había hecho. Pupy se fue de este plano, en el mejor lugar posible. Todo esto es lo que nos da tranquilidad. Todos queremos respuestas, pero el legado de Pupy va mucho más allá de ella como individuo, es un mensaje a la humanidad“, suma Sciolla.
“No queremos más animales en cautiverio, sino que los zoológicos se conviertan en espacios de conservación y no en vitrinas de animales pasándola mal, como sucedió en el actual Ecoparque, hoy un ejemplo en todo el mundo”, plantea Sciolla.
“Sabemos que habrá gente que dirá que no hubiera debido ser trasladada, que debería haber quedado en ese pequeño espacio, y tanto más. A lo largo de un año, murieron dos elefantas en cautiverio, una en el Ecoparque, Kuky, y otro en Mendoza, Tamy. Ellas nunca llegaron a conocer la vida que conoció Pupy, a vivir en un espacio, lo más parecido a la libertad posible. El que siempre hubieran de haber tenido. Y sobre todo, quisiera resaltar, es que Pupy se fue, no solamente acompañada desde lo humano, Triscia, su veterinaria, Scott Blaise, y todos los que trabajan en el santuario, sino que estuvo acompañada por Kenya, quien estuvo a su lado hasta el último momento. Sus últimos años en el Ecoparque estuvo cuidada y amada, con todos alrededor de ella haciendo enormes esfuerzos, pero no dejaba de ser un cautiverio. El cautiverio los destroza”, amplía Sciolla. Y admite, conmovido: “Lloré toda la mañana, como todos los que estuvimos involucrados con ella y su traslado, pero Pupy nos deja un mensaje mucho más grande”.
Desde el santuario de Brasil, Scott Blaise, su director, también devastado por la partida de Pupy, señala: “No tengo demasiadas palabras, estoy devastado y al mismo tiempo agradecido por el tiempo que estuvo aquí, por todos los esfuerzos para traerla al santuario, por el viaje, por que pudo explorar la naturaleza. Sí, fue demasiado corto este tiempo, desafortunadamente, pero esto es lo que sucede después de años de cautiverio tantas veces”.
“La necropsia tardará semanas, pero creo que su vida en el santuario fue increíble, y todo lo que la cuidaron en Buenos Aires y la oportunidad que le dieron también, y también fue increíble que pudiera estar con Kenya, una gran hermana para apoyar sus inseguridades. En el corto tiempo que estuvieron juntas, Pupy confió en Kenya. El tiempo fue muy corto, pero les aseguro que ella cobró vida aquí”, asegura Scott.
Durante una Semana Santa inolvidable, cientos, miles, quizás millones de argentinos, siguieron la salida de Pupy del ex zoológico de Buenos Aires, conmovidos. Durante cinco días, todos los que viajamos con ella, vivimos y experimentamos la emoción, el cuidado, el profesionalismo y el amor de cada uno de los involucrados.
Nos emocionamos por cada uno de los comentarios, con el inmenso cariño que recibimos de la gente a través de las pantallas. El mensaje que nos dio Pupy fue tan grande como ella, contundente, irrevocable, e involucró a una sociedad entera. Quizás debamos reprocharnos esos ocho, eternos años de espera, de permisos que nunca llegaron, de gobiernos que obstaculizaron la salida de las elefantas, de mezquindades humanas que prolongaron el cautiverio de Pupy, Kenya, Tamy… ocasionando muertes.
Los cuatro meses que antecedieron a su salida fueron inolvidables, las aguas se abrieron y la voluntad política de que ellas pudieran salir del cautiverio destrabaron todas las barreras. Pupy será inolvidable para nosotros los argentinos. La recordaremos en esa también inolvidable noche en la que mientras todos entonábamos un feliz cumpleaños debajo de las estrellas, Pupy se animó a salir de su caja para empezar a explorar su nueva vida de elefanta africana. Gracias Pupy por abrirnos los ojos. Estarás en cada jaula abierta, después de años de sufrimiento, en cada traslado hacia la vida en libertad, que cada individuo merece tener.