Hace quince años, luego de trabajar en la producción de eventos y compartir una parte de sus vidas como pareja, Rocío Brítez y Javier Monzón, oriundos de Avellaneda, emprendieron un proyecto de “viviendas con alma”.
Se trata de las Tiny Houses, o casas mínimas, que construyeron en Chapadmalal, una zona donde la llanura pampeana se une con las playas del Atlántico y que posee una identidad propia y salvaje, aunque plena de confort.
“Desde el comienzo, sentimos la necesidad de que cada detalle hable de nosotros y de lo que creemos posible. Queríamos que nuestros huéspedes se sintieran cómodos, en un lugar que creemos soñado”, dice Rocío respecto del complejo al que bautizaron Santa Isabel y que se encuentra a 200 metros de la zona comercial.
Las Tiny House son viviendas de dimensiones reducidas que permiten un estilo de vida sostenible y minimalista. Suelen medir entre 10 y 40 m2 y poseen todo lo que es necesario para un hábitat confortable.
El plan de Rocío (46 años) y Javier (49) les permitió “escapar de la ciudad, del consumismo y de lo superficial, para vivir de forma relajada y en contacto con la naturaleza”, como buscaban.
En 2015 comenzaron a construir su primera Tiny. La zona, entre Mar del Plata y a Miramar, tiene acantilados con olas ideales para surfistas y reúne gente que está buscando “una manera distinta de habitar, más consciente y esencial. Esa primera mini casa, de 30 m², hoy es nuestro hogar”.
Un año después nació la idea de crear un complejo “para que otros puedan experimentar, aunque sea brevemente, lo que para nosotros fue una verdadera transformación de vida”.
Así, en 2017, dieron inicio a un proyecto turístico con houses de 11, 15 y 18 m². Decidieron trascender el estándar: “si bien nuestra vivienda ya era pequeña, sentíamos que podíamos explorar aún más la simplicidad. Nuestro objetivo fue siempre ofrecer una vivencia única, demostrando que menos también puede ser mejor, más libre, más auténtico”, coincidieron.
Ellos mismos diseñaron y construyeron toda la infraestructura del complejo de Chapa de modo de producir una comunión con el entorno. “Lo hicimos con nuestras propias manos. Somos autoconstructores”. Javier tuvo una formación técnica y un breve paso por la Facultad de Arquitectura, lo que le aportó una mirada estructural al proyecto. Rocío posee una fuerte sensibilidad por el arte y la decoración, y es quien imprime identidad, calidez y estilo a cada espacio. Esa conjunción de saberes fue clave para que las Tiny Houses pudieran nacer y desarrollarse.
Diseñar una mini casa “no es sólo reducir metros cuadrados: es un acto de diseño consciente”, señala Rocío. “Es repensar cómo vivimos, qué necesitamos para tener una cotidianeidad más verdadera, sin tantos artificios, y cómo cada espacio puede estar al servicio de lo primario”, aporta Javier. “En apenas 11 m2, cada rincón se diseñó con una intención. Nada se dejó al azar”. La última Tiny la construyeron en apenas 58 días.
“La cocina, por ejemplo, no es únicamente un espacio con electrodomésticos: es un sistema pensando a medida, optimizado para cada movimiento y necesidad. Diseñamos el lugar para que la cocina resulte funcional”, agrega ella. Está de acuerdo, además, en que “cada metro cuadrado fue consecuencia de una lógica general, como si estuviésemos planeando la cabina de un avión: compacto, preciso y esencial. Habitar en sitios pequeños exige una mirada aguda y creativa que exige pensar”, sostiene Javier.
También aprendieron que lo que no está en la construcción de cada residencia debe encontrarse en el exterior. Por eso, “aprovechamos un terreno amplio para articularlo con un entorno vivo y lleno de árboles, la mayoría producidos por nosotros, por medio de semillas y esquejes. Generamos un pequeño ecosistema con pájaros y mariposas, decks y fogones para disfrutar al aire libre”, aporta Rocío.
Durante la estadía en Santa Isabel se pueden realizar cabalgatas, actividades de pesca, elegir entre varias opciones gastronómicas o, simplemente contemplar la belleza del paisaje y despejar la mente.
Debido a lo novedoso del proyecto, están llegando con gran impacto a más personas, inspirando y fortaleciendo el valor de las Tiny. “Muchas empresas comenzaron a contactarnos para vincularse, apoyarnos y colaborar. También recibimos en forma constante mensajes de gente que quiere conocernos, no sólo para hospedarse sino para replicar esta forma de vida”, comenta Javier.
“Estamos por comenzar la segunda fase del proyecto, la llamamos Tiny House en el Refugio: un nuevo espacio de encuentro, destinado a la recreación. Un lugar pensado para nuestros huéspedes, donde también se podrán compartir eventos, talleres y experiencias vinculadas al arte y la cultura. Queremos seguir creciendo, pero sin perder la esencia: que cada paso que demos esté en sintonía con lo que somos y con lo que queremos transmitir”.
Ya están trabajando, además, en un nuevo desafío: el desarrollo de un prototipo de Tiny House aún más pequeño, menor que 11 m². Se trata de una propuesta extrema que busca seguir explorando los límites del diseño funcional y del habitar mínimo, que esperan materializar en el corto plazo.
Para aprender a construir esta línea de casas desde cero y con las propias manos, entre el 10 y el 15 de noviembre presentarán el primer taller-escuela de autoconstrucción de tiny houses en Argentina. Durante seis días, los participantes aprenderán de modo intensivo a construir una vivienda en una experiencia transformadora que combina saber técnico, comunidad y vida sustentable.
El costo de este tipo de residencias es mucho menor que el del mercado inmobiliario tradicional. “Queremos democratizar el acceso al conocimiento constructivo de estas casas, compartiendo herramientas, comunidad y una nueva forma de habitar el mundo”, destacan los impulsores del proyecto.
El taller desarrollará un prototipo real de vivienda utilizando paneles SIP y se dictarán módulos clave como diseño, normativas, herramientas, electricidad, energía solar, sanitarios, revestimientos y más. Se brindarán charlas, demostraciones técnicas y asesoramiento directo a los participantes.
“Una tiny house puede construirse por un valor promedio de 7 mil dólares, sin contar el terreno; es incluso más accesible que el auto cero kilómetro más económico y por eso creemos que este tipo de viviendas pueden ser, además de un destino viajero, una verdadera alternativa habitacional para muchísimas personas”, afirma Monzón.
La tendencia global por estas Houses crece en Argentina, combinando diseño inteligente, bajo impacto ambiental y costos accesibles.