El cubano José Raúl Capablanca (1888-1942) fue el único campeón mundial de ajedrez de habla hispana. También el único de origen latino. En la historia reglamentada del ajedrez, que se podría comenzar con el alemán Wilhelm Steinitz en 1886, por ser el primero reconocido convencionalmente, hasta la actualidad, han pasado alrededor de 140 años.
No sólo Capablanca fue el único campeón, ningún otro ajedrecista latino estuvo cerca de ser campeón mundial. Quizás, el que más se acercó fue el brasileño Enrique Costa Mecking, que en los años 70 por dos veces se clasificó a los matches de Candidatos. Pero nunca pudo pasar de los cuartos de final. En 1974, Viktor Korchnoi (apodado “El terrible”), y en 1977, Lev Polugaievsky, frenaron su avance.
Surge entonces una pregunta natural: ¿habrá algún motivo concreto que pueda explicar esta diferencia de rendimiento con respecto a europeos y asiáticos? Tal vez el temperamento latino, más cercano a las efusividades de la pasión, no se detiene tanto en los arcanos de lo abstracto. Lo cierto es que, sorprendentemente, un niño argentino que este martes cumple 12 años, se erige como la mayor probabilidad, desde Capablanca, de que haya un campeón mundial latino y de habla hispana: Faustino Oro lo ha dicho, quiere ser campeón del mundo. La rueda del tiempo deberá dar algunas vueltas todavía, pero dentro de cinco o seis años, esto, que hoy es una mera especulación, podría transformarse en realidad.
La comparación de Faustino con Capablanca, aunque aventurada, tiene sentido. “Capa”, como le decían sus contemporáneos, fue un niño prodigio; Faustino lo es. Una anécdota conocida sobre el cubano cuenta que aprendió a jugar a los 4 años, viendo a su padre hacerlo con un amigo. En cierta ocasión, el niño detectó que uno de los contendientes había hecho una jugada ilegal, y lo señaló. Su padre, sorprendido, lo invitó a jugar una partida, en la cual el niño lo venció fácilmente. A los 13 años ganó el campeonato nacional de Cuba, y ya a los 18 era uno de los mejores jugadores del mundo, aunque recién se coronó campeón mundial a los 32, cuando venció a Emmanuel Lasker, sin perder una sola partida en el encuentro por la corona.
Para trazar un paralelo, en el mundo informatizado del presente, Faustino empezó a destacarse a los 8 años, mostrando un nivel de juego insólito para esa edad. A los 10 años consiguió ser el maestro internacional más joven en la historia del ajedrez; con 11 fue el primer ajedrecista en alcanzar el ranking Elo de 2500 (actualmente tiene 2509 y es el sexto del escalafón nacional absoluto). Ya obtuvo su primera norma de gran maestro, y necesita sumar dos normas más para llegar a ese título. Si lo consigue dentro de los próximos cinco meses, ello lo acreditaría como el gran maestro más joven de la historia del ajedrez.
Tiene por delante tres compromisos de envergadura en nuestro país: el 15 y 16 de noviembre se enfrentará en un match de partidas semirrápidas a Sandro Mareco, el ajedrecista número uno de Argentina. Este encuentro se realizará en Bahía Blanca, bajo la dirección de la maestra y organizadora Elisa Maggiolo. Luego, en Buenos Aires, tendrá el desafío del Campeonato Argentino, cuyo ganador más joven hasta el momento es el gran maestro Hugo Spangenberg, que lo consiguió en 1993, cuando tenía 18 años. Inmediatamente le espera, también en Buenos Aires, un fuerte torneo magistral patrocinado por el maestro y empresario Tomás Darcyl. Importante es remarcar que estos dos últimos certámenes le brindan la posibilidad de alcanzar una norma de gran maestro.
Así trazada la perspectiva, se puede decir que Faustino Oro sigue la huella de Capablanca para alcanzar la cima del ajedrez mundial. Para el conocedor, hay otras metas que puede alcanzar Faustino, y que en el ajedrez contemporáneo son tan importantes como ser campeón del mundo. Una de ellas es la de llegar a la élite de los 10 o 12 mejores, lo que requiere un ranking aproximado de 2750. Todos ellos tienen nivel para ser campeones, y son poquísimos los latinos que han llegado a pertenecer a ese selecto club. Y lo más difícil de todo, ser el número 1 del ranking mundial, un lugar que ocupa Magnus Carlsen desde hace alrededor de quince años.
Una anécdota de Capablanca
En los años 20 del siglo pasado, Capablanca, que en ese momento era campeón del mundo, gozaba de una merecida fama de imbatibilidad. Estaba en su mejor momento deportivo y rara vez perdía una partida. Entonces, el reconocido jugador y teórico ruso Knosko-Borowsky, anunció que iba a publicar un libro con el título, » Capablanca errors», en el que analizaba las derrotas del célebre cubano. Al tiempo, Capablanca contestó de manera filosa que él había pensado escribir otro libro, “Knosko-Borowsky good moves” (las buenas movidas de Knosko-Borowsky), pero que no encontró material suficiente para hacerlo.
Una partida de Capablanca
Aunque “Capa” era un jugador técnico, de impecable estilo posicional, si la posición lo demandaba, podía consumar ataques brillantes, como esta partida. En la jugada 17 sacrifica una torre, con una secuela de golpes maestros hasta el jaque mate final.
Capablanca, José Raúl – Steiner, Herman – Los Angeles, 1933
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Cc3 Cf6 4.Ab5 Ab4 5.0–0 0–0 6.d3 d6 7.Ag5 Axc3 8.bxc3 Ce7 9.Ch4 c6 10.Ac4 Ae6? 11.Axf6! gxf6 12.Axe6 fxe6 13.Dg4+ Rf7 14.f4 Tg8 15.Dh5+ Rg7 16.fxe5 dxe5 17.Txf6! Rxf6 18.Tf1+ Cf5 19.Cxf5! exf5 20.Txf5+ Re7 21.Df7+ Rd6 22.Tf6+ Rc5 23.Dxb7! Db6 24.Txc6+! Dxc6 25.Db4# jaque mate