La película que nadie quiso ver en 1941 y hoy todos estudian como la mejor de la historia

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El Teatro Palace de Nueva York presenció en mayo de 1941 el debut cinematográfico de un genio de apenas 25 años. Orson Welles, quien ya había causado pánico nacional con su adaptación radiofónica de La guerra de los mundos, presentaba su primera película: Ciudadano Kane. La crítica aplaudió de pie. El público apenas acudió a las salas. La taquilla fue un desastre.

Orson Welles tenía solo 25 años cuando filmó Ciudadano Kane

La ira de un magnate

La razón del fracaso no fue artística. William Randolph Hearst, el magnate de prensa más poderoso de Estados Unidos en aquel momento, reconoció en Charles Foster Kane un retrato demoledor de sí mismo. El film contaba la historia de un empresario que levantó un imperio de medios y terminó sus días solo en una mansión opulenta, con todas sus riquezas incapaces de devolverle la felicidad de su infancia. La similitud era inquietante: Hearst había gastado fortunas en impulsar la carrera de su amante Marion Davies en el cine, tal como Kane hace con su esposa Susan Alexander en la ópera.

La venganza del magnate fue implacable. Intentó comprar los negativos de la película a RKO Pictures para destruirlos. Cuando fracasó en ese intento, prohibió que todos los periódicos y emisoras de su conglomerado mencionaran siquiera el título de la obra. La presión funcionó: numerosas salas de cine se negaron a exhibirla por temor a las represalias. Aquellas que sí lo hicieron, enfrentaron amenazas.

William Hearst, el magnate de los medios de aquel momento, boicoteó la película porque se sintió identificado con el protagonista

El documental The Battle Over Citizen Kane responsabiliza directamente a Hearst del fracaso comercial del film. Si bien la película alcanzó el sexto lugar en recaudación de su año, los resultados quedaron muy por debajo de las expectativas. RKO había apostado por un director sin experiencia y le había dado libertad total: un contrato extraordinario que incluía el corte final, privilegio reservado para los grandes maestros de Hollywood.

El genio sin brújula

Orson Welles había revolucionado el teatro de Nueva York con su compañía Mercury Theatre. Su versión radiofónica de La guerra de los mundos en 1938 lo convirtió en una celebridad nacional. Hollywood acudió a él con los brazos abiertos, pero el joven director carecía de experiencia cinematográfica. Para compensarlo, se rodeó del mejor equipo posible encabezado por el director de fotografía Gregg Toland, que buscaba un colaborador dispuesto a experimentar ideas consideradas demasiado radicales en los estudios.

Gran parte de las innovaciones que Welles introdujo en el film surgieron de su propia ignorancia

Welles vio películas clásicas durante un mes, estudió el expresionismo alemán y las técnicas de iluminación. Algunas de sus mayores innovaciones, según él mismo confesó después, nacieron de su ignorancia. Le pareció lógico que la cámara debiera captar todo tal como lo hace el ojo humano. Esta ingenuidad produjo milagros.

La revolución técnica

La profundidad de campo revolucionó el lenguaje cinematográfico. Hasta entonces, la mayoría de las películas mantenían el foco en el primer plano y dejaban el fondo borroso. Toland y Welles lograron que cada elemento del encuadre permaneciera nítido: los objetos en primer plano, los actores en el centro de la escena y el fondo arquitectónico. Esta técnica obligaba al espectador a elegir dónde mirar, a participar activamente en la construcción del sentido.

Los planos contrapicados mostraron por primera vez los techos de los decorados, algo imposible en los estudios de Hollywood porque los escenarios carecían de ellos. El equipo de Welles cubrió la escenografía con muselina para crear la ilusión de habitaciones cerradas. Los ángulos extremos y el uso dramático de la luz y la sombra dieron a la película una atmósfera expresionista que la separó de todo lo producido hasta entonces en Estados Unidos.

La película se caracterizó por el uso dramático de las luces y las sombras

La estructura narrativa rompió todas las reglas: múltiples narradores cuentan versiones diferentes de la vida de Kane a través de flashbacks que se superponen. Esta técnica, común hoy en día, resultó rupturista en 1941. Hollywood esperaba historias lineales, personajes definidos y finales claros. Ciudadano Kane ofreció un rompecabezas, un enigma que se resiste a la interpretación única.

El sonido también marcó territorio nuevo. Welles aplicó técnicas radiofónicas al cine: las voces disminuyen de volumen cuando los personajes se alejan, los ecos y reverberaciones crean atmósferas específicas. La banda sonora de Bernard Herrmann, que trabajó con una orquesta completa, integró la música de manera orgánica con la narrativa.

El olvido y el rescate

Para 1942, Ciudadano Kane había desaparecido de los cines estadounidenses. Solo algunas proyecciones esporádicas en salas de arte y ensayo de las grandes ciudades mantenían viva la película. La crítica estadounidense, que inicialmente la había aplaudido, comenzó a reconsiderar su juicio. La Segunda Guerra Mundial impidió que se proyectara en Europa durante años.

El rescate vino de Francia. En 1946, cuando la película finalmente llegó a París, los críticos franceses la recibieron con entusiasmo. André Bazin, el influyente teórico del cine, declaró en un ensayo de 1950 que Ciudadano Kane marcó el inicio de una nueva era cinematográfica. Los escritores de Cahiers du Cinéma, entre ellos François Truffaut y Jean-Luc Godard, la estudiaron como una obra maestra. La Nouvelle Vague francesa construyó parte de su estética sobre las innovaciones de Welles.

La profundidad de campo fue uno de los recursos más innovadores de Ciudadano Kane

El año 1956 fue crucial para el redescubrimiento en Estados Unidos. RKO vendió su archivo a la televisión y Ciudadano Kane comenzó a transmitirse en los hogares estadounidenses. Al mismo tiempo, la película se reestrenó en los cines, lo que coincidió con el regreso de Welles al teatro neoyorquino, donde actuaba en El Rey Lear. La nueva generación de espectadores y críticos comprendió lo que Hearst había intentado destruir.

El legado eterno

Desde entonces, Ciudadano Kane encabezó todas las listas de mejores películas de la historia. El American Film Institute la coronó como la mejor película estadounidense en 1998 y reafirmó su posición en 2007. El influyente crítico Roger Ebert sentenció: “Está decidido: Ciudadano Kane es, oficialmente, la mejor película de la historia”.

Steven Spielberg compró uno de los trineos que se usaron en la película debido a su importancia en la historia del cine

La influencia de la obra es inconmensurable. Si El nacimiento de una nación de Griffith había definido el lenguaje cinematográfico básico, Ciudadano Kane lo expandió hacia el cine moderno. Cada plano elaborado, cada movimiento de cámara complejo, cada uso dramático del espacio que vemos hoy en el cine tiene su origen en esta película de 1941.

El destino de Orson Welles reflejó, de manera paradójica, el de su personaje. Después de un ascenso meteórico, el director enfrentó obstáculos constantes en Hollywood. Su espíritu independiente y su insistencia en el control creativo total le costaron financiamiento y distribución. Murió sin recibir otro Oscar más que el honorífico de 1970, aunque la Academia le había negado todos los demás premios en la noche de 1942, cuando solo ganó por Mejor Guion Original.

El trineo Rosebud, símbolo de la nostalgia más íntima de Kane, se convirtió en uno de los objetos más famosos de la historia del cine. Steven Spielberg compró uno de los trineos usados en la película en una subasta de 1982.

Ochenta y cuatro años después de su estreno, Ciudadano Kane permanece como una lección vigente sobre los peligros del poder desmedido, la soledad del éxito y la imposibilidad de penetrar en la complejidad del alma humana. La película que nadie quiso ver en 1941 se convirtió en la obra más estudiada, imitada y reverenciada del séptimo arte. El fracaso de taquilla se transformó en el triunfo del tiempo.

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