La ilusión democrática, otra vez en juego

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¿Qué Argentina es la que irá a votar el próximo domingo? ¿Cuál es la geografía social que está debajo de las decisiones racionales y de las emociones que guían la elección de cada ciudadano? ¿Qué se esconde detrás de la determinación de muchos de quedarse en su casa sin participar? El ruido de la campaña, las encuestas, la compulsa entre las principales fuerzas políticas parecen tener un efecto más limitado esta vez, en comparación con esos grandes interrogantes que subyacen a esa radiografía profunda que serán los comicios nacionales del 26 de octubre.

En 2023 la sociedad argentina llegó a las elecciones en una situación crítica histórica. Desencantado con el gobierno peronista, y sin encontrar atractivo en Juntos por el Cambio, basculó durante varios meses hasta que Javier Milei le ofreció un atajo desconocido a esa encrucijada. La gente buscaba un cambio de época, una vuelta de página, y Milei le ofrecía esa promesa. Y una mayoría se aferró a esa esperanza.

Al repasar estudios de opinión pública, revisar indicadores económicos y sociales y escuchar la voz de los especialistas, el panorama no difiere demasiado de aquella imagen de hace dos años atrás. Domina otra vez la incertidumbre y la sensación de desencanto, con bolsones de expectativa en aquellos adherentes férreos de los libertarios.

Javier Milei de campaña en Santiago del Estero junto a su hermana, Karina Milei

El Gobierno cayó fuertemente en su nivel de aprobación en los últimos meses, pero al mismo tiempo el peronismo sólo convoca desde su rol de instrumento de la ira contra el oficialismo, con pocos recursos para seducir por fuera de sus votantes clásicos y regenerar una alternativa atractiva. A partir de la observación del tenor de la campaña y del análisis de la oferta de candidatos, da la impresión de que la del domingo es una elección que no merecería tener ganadores.

Milei plantea un mundo sin kirchnerismo; Fuerza Patria llama a ponerle un límite a Milei. Son dos discursos clásicos de rechazo que operan en un contexto de polarización desgastada, porque convive con una dinámica complementaria muy intensa que es la de una desilusión que ya parece crónica. Polarización con desilusión, una combinación que denota un alto nivel de desagregación social y que termina paralizando la posibilidad de resolución virtuosa de la encrucijada.

Acto del gobernador Axel Kicillof con sindicalistas para el lanzamiento en territorio bonaerense de ¨Fuerza Patria¨ de cara a las elecciones de octubre. Hugo Yasky, Axel Kicillof y Jorge Taiana

Como señaló recientemente Rodolfo Terragno en una columna publicada en Clarín, las alternancias democracia-dictadura (que dominó el siglo XX argentino) y neoliberalismo-populismo (que sigue vigente en este siglo XXI) “han creado un sistema político-económico híbrido e inestable”.

El historiador Roy Hora enlaza la percepción del presente con el clima de hace dos años, al decir que “en 2023 muchos pensamos que la crisis iba hacia algún tipo de resolución, a partir de la percepción generalizada de que la Argentina no podía seguir tal como estaba. Parecía que Milei era esa resolución, que la crisis argentina finalmente se había definido en una dirección. Pero en los últimos meses tengo la impresión de que estamos ante otro experimento frustrado, que choca con el mismo tipo de dificultades que los proyectos anteriores”.

Surge entonces la pregunta más profunda en este sentido: ¿tiene Milei algo más para ofrecer, o su misión se cumplió cuando rompió el tablero político de las dos grandes coaliciones, bajó la inflación y ordenó la macroeconomía? ¿Es un fenómeno de transición después de los desequilibrios del último gobierno peronista, o es además un factor de reconstrucción de un nuevo modelo?

Reunión entre Donald Trump con Javier Milei y equipo

El Milei de 2023 era el outsider antisistema, el vengador del pasado. Tenía sentido frente a la demanda de vuelta de página histórica que reclamaba la sociedad. ¿Qué representa el Milei 2025? El mandato social está muy claro: su gestión será evaluada esencialmente por su capacidad para reactivar la economía, recuperar el poder adquisitivo y mejorar el empleo. Así respondió el 47% de los consultados por Isonomía ante la pregunta de qué significaría que Milei terminara siendo exitoso en su administración. Muy por detrás aparecieron las otras variables, como controlar la inflación (10%), que dominó la agenda inicial, o la batalla cultural (11%).

Y en este sentido, el Gobierno parece haber retrocedido varios casilleros este año. Un profundo estudio de la consultora Equilibra, realizado por Martín Rapetti, Lorenzo Sigaut Gravina y Gonzalo Carrera, desagrega con datos duros lo que llaman “la raíz del desencanto”, un juego de palabras entre la curva de los ingresos y el símbolo de la raíz cuadrada.

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Allí señalan que en los ingresos de los sectores registrados, “luego de una caída inicial del 19% respecto al promedio de enero-septiembre de 2023, hubo una recuperación parcial hasta febrero de 2025 (94% del nivel previo), seguida por un estancamiento y leve retroceso, en línea con la evolución de la actividad económica”.

Según el trabajo, durante los primeros 20 meses de la gestión Milei, este sector resignó el equivalente a 2,1 meses de ingresos reales, lo que explicaría el trasfondo más profundo del malestar social y la percepción de desencanto. Además, este proceso es mucho más marcado en el conurbano bonaerense que en el interior del país, razón esencial de las dificultades electorales del oficialismo en la provincia de Buenos Aires. El informe de Equilibra también establece una fuerte correlación entre esa curva de ingresos y el índice de confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella, un predictor de alta eficacia del desempeño electoral.

La

Los resultados hacen juego con otro trabajo de la consultora Escenarios, de Federico Zapata y Pablo Touzón, según el cual el 53% de los encuestados dice que no llega a fin de mes con sus ingresos y el 30% asegura que llega “con lo justo”. Esto agrandó la brecha entre la percepción negativa (55%) y la positiva (34%) de cómo se imagina la gente la situación económica del país dentro de un año. Un angostamiento de la expectativa a futuro, que había sido un motor del Milei modelo 2024.

Esto tiene un impacto no sólo sobre el gobierno libertario, sino sobre el sistema sobre su conjunto, un indicio que emerge en el set de preguntas vinculadas con el desempeño democrático. Si bien hay un apoyo abrumador al sistema, el 71% manifiesta estar “insatisfecho” con el funcionamiento democrático, según Escenarios.

Encuesta de Escenarios sobre satisfacción democrática

Natalio Botana le da sentido a esa distinción cuando habla de una “legitimidad de origen” del sistema democrático, basado en elecciones regulares y una oferta amplia de candidatos, donde la Argentina avanzó claramente desde la restitución de 1983; y una “legitimidad de resultados”, vinculada con el efecto concreto de ese funcionamiento institucional sobre el crecimiento económico y social, donde entiende que el balance es deficitario. La democracia también sufre una erosión cuando no puede dar respuesta satisfactoria a las demandas concretas de la gente.

Su expresión electoral más visible es el ausentismo que se vio a lo largo de todo el año. Según un relevamiento de la consultora Mide, el 50% de los que no fueron a votar en las elecciones provinciales de este año lo hizo por “cansancio/decepción/falta de representación”, el 28% porque considera corruptos a los políticos y el 12% porque siente que su voto “no tiene sentido”, “es una pérdida de tiempo” y “nada cambiará”.

Afiches para la elección a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires

Juan Germano, de Isonomía, se pregunta en este sentido si hay un “ausentismo crónico”, que extendería a las elecciones del domingo la baja participación de los comicios provinciales y hablaría de un clima de época; o si solamente se trata de un “efecto PASO”, que presagiaría que tras la apatía demostrada a lo largo del año, en la votación definitoria la gente concurrirá en forma masiva. Se vale para ello de los antecedentes recientes, considerando que en 2019 entre las primarias y las generales se sumaron 2,7 millones de votantes, y en 2023 hubo 2,9 millones más, claro que se trataba de elecciones presidenciales.

De todos modos, queda claro que hay una disfuncionalidad del sistema que se ha venido agravando. Con una sola excepción (en 2017), desde 2007 la sociedad argentina cambia el sentido de su voto cada dos años, en una búsqueda desesperada de respuesta que la dirigencia no parece poder proveerle. Parecía un problema de la vieja polarización kirchnerismo-macrismo, pero ahora Milei también podría caer presa de la misma trampa si no logra ganar el próximo domingo.

El sector que define la elección

Dentro de este contexto general, aparecen en los sondeos de opinión pública algunos indicadores que permiten tener referencias respecto de lo que puede ocurrir en una semana. En particular, una cuestión política-actitudinal: cómo se posiciona el votante de cada uno de los sectores. Allí se pueden identificar tres modos de encarar el desafío electoral.

El primero de ellos corresponde al votante afín a La Libertad Avanza. Hay un núcleo duro que sigue muy firme junto a Milei, que según la consultora Shila Vilker gira en torno del 25%, y un sector más blando, de un 15%, que está desencantado con el Gobierno, pero al mismo tiempo es muy reactivo al kirchnerismo.

Diego Santilli y Karen Reichardt, en el show de Milei en el Movistar Arena

Este último grupo más volátil, en su mayoría errante tras la licuación de JxC, es la clave que va a definir la suerte de la elección, porque es el que tiene que decidir si reafirma su opción de 2023 o, como hizo hasta ahora en las elecciones provinciales, se queda en su casa sin votar. Es el sujeto central de esta disputa. Lo que en Isonomía califican como “siperistas”, los que validan los logros libertarios, pero que al mismo tiempo dudan de la capacidad de Milei para lidiar con la crisis.

Sobre ellos pesa un dilema cruel: ¿prevalecerá en su decisión el desencanto con un gobierno con el que se ilusionaron, o es más fuerte el rechazo a un posible regreso del kirchnerismo? ¿La indiferencia resignada o la activación de la resistencia? El Presidente necesita imperiosamente movilizar a estos votantes para entrar con chances de triunfo al cuarto oscuro. Son los que deben renovarle el crédito a pesar de que sólo cumplió una parte del contrato inicial. En la Casa Rosada confían en retenerlos más allá de la cadena de errores y problemas en la campaña, y por eso dicen que ven “una elección pareja”.

Momentos previos al acto del Presidente Javier Milei.  En breve presentará su último libro en el estadio Movistar Arena

Esos interrogantes interpelan especialmente a los jóvenes, que fueron un vector decisivo hace dos años y que hoy parecen más distantes. Es un dato que apuntó el sociólogo Pablo Seman en sus estudios de campo, porque “estos votantes, que eran los más esperanzados en 2023 y que les decían a sus padres que tenían que votar a Milei, hoy los ven sufrir económicamente y ya no les pueden seguir diciendo lo mismo. Empiezan a dudar entre su fidelidad política y la realidad que ven en su entorno”.

El segundo segmento es el del votante de Fuerza Patria, que se ha recompuesto a partir de los traspiés del Gobierno, pero que tampoco logra ampliar demasiado su alcance. Consiguió consolidar su base histórica a partir de su oposición férrea y con eso le alcanzó para surfear una campaña edulcorada. En el laboratorio kirchnerista aseguran que sus encuestas auguran una dura derrota para el Gobierno.

Cristina Kirchner con los candidatos de Fuerza Patria en la ciudad de Buenos Aires

Shila Vilker aporta dos ideas que pueden ser definitorias para este espectro. Una: “El sí está más blando a la hora de votar; el no, en cambio, está más firme”. Es decir, se avecina otra elección donde prevalece el rechazo a la proposición. Otra: “Esta es más una elección de castigo que de construcción de una alternativa para 2027”. Por eso el kirchnerismo se siente cómodo simplemente impugnando a Milei, sin dar señales de cómo piensa el futuro.

El tercer segmento está constituido por el resto de las fuerzas políticas, que van desde los seis gobernadores de Provincias Unidas (con representación en 16 distritos) y los otros cinco mandatarios sin referencias nacionales (Gustavo Sáenz, de Salta; Hugo Passalacqua, de Misiones; Rolando Figueroa, de Neuquén; Alberto Weretilneck, de Río Negro, y Marcelo Orrego, de San Juan), hasta otras fuerzas locales y la izquierda, que podría hacer una elección destacada en algunas localidades.

Juan Schiaretti ayer de campaña en Río Cuarto

Este universo heterogéneo expone la fragmentación del tablero político, y puede alimentarse tanto del desencanto con Milei, como de las limitaciones del peronismo. Buscan ser los tributarios de la desilusión y desafiar la polarización, pero no integran un núcleo sólido. Así como en el mundo libertario influye la decepción de sus votantes blandos, y en el peronismo domina un núcleo firme, pero estático, en este tercer sector rige la dispersión y la elección por default. Es una escala intermedia antes de la estación del ausentismo.

Tres reflexiones en clave de epílogo. Una: la pregunta ordenadora del voto gira en torno del desempeño presidencial de Milei, ya no sobre el pasado kirchnerista, aunque ese recuerdo este vivo y siga influyendo. Si gana será mérito suyo; si pierde, habrá sido su responsabilidad. Se hablará mucho menos de una victoria peronista, que de una derrota del Gobierno.

La Cámara de Diputados será clave para el futuro del Gobierno

Dos: la composición del Congreso no variará en su esencia. Nadie tendrá mayoría, la primera minoría será el peronismo y LLA, que será la fuerza que sumará más bancas, podrá alcanzar un tercio de Diputados con los buenos oficios de los más cercanos. Pero esta es una elección en dos fases, una se revelará el 26 de octubre con el escrutinio, y la otra tendrá lugar a partir de entonces, con la administración que haga Milei del resultado, como gestiona la nueva realidad, cuánto amplía su base de sustentación para completar con negociación política lo que las urnas no le van a terminar de aportar.

Tres: en cualquier circunstancia, triunfo o derrota, el Presidente deberá avanzar en un profundo reseteo de su esquema de alianzas con gobernadores y legisladores para avanzar con las reformas que se propone y no solamente defender vetos con un tercio del Congreso; introducir una reformulación de su gabinete y de su esquema de poder para superar las internas y contar con un mecanismo virtuoso de toma de decisiones; y ajustar el plan económico, no sólo para estabilizar el sistema monetario sino para dar el salto de la etapa fiscal a la productiva. Sin estas redefiniciones, las elecciones perderán su sentido más profundo y su expresión cívica quedará diluida otra vez en el vasto valle del desencanto.

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