Alcanza con cruzar el umbral de la puerta para confirmar que el dueño de casa tiene una relación profunda con el arte y la cultura en todas sus expresiones. Obras de Rómulo Macció, Jorge Demirjian, Liliana Porter y Marcos López conviven con fotos de los grandes escritores de la Argentina, cuadros de artistas latinoamericanos, la colección completa de la revista Sur –dirigida por Victoria Ocampo–, una biblioteca frondosa y distintos objetos vinculados al cine. Detrás de cada uno de ellos hay un nombre y una historia que Marcelo Gioffré, escritor y abogado, recorrerá con detalles. No extraña, entonces que, en cada una de sus intervenciones públicas, cruce con naturalidad cultura, filosofía y política.
En diálogo con LA NACION, Gioffré analizará el gobierno de Javier Milei, la relación de la Argentina con los Estados Unidos y el rol Mauricio Macri y el Pro en estos dos años de gobierno libertario. Gioffré, que fue muy crítico del kirchnerismo, también lo es del mileísmo: cree que es el espejo invertido del kirchnerismo y esconde los mismos vicios que viene a combatir. Por eso, critica fuertemente el apoyo de parte del Pro al gobierno de Milei. “Hay sectores del Pro que se inmolan por un proyecto que no tiene nada que ver con el liberalismo, ni con el desarrollo ni con la democracia republicana. En ese sentido, creo que se dilapidó el capital simbólico”, dice Gioffré, autor de las novelas Mancha venenosa y El amor sigue sin nosotros y varios ensayos, dos de ellos en coautoría con Juan José Sebreli: Desobediencia civil y libertad responsable fue bestseller.
Además, cuestiona a quienes, desde la alianza de La Libertad Avanza y el Pro, pretenden polarizar estas elecciones de medio término. Lo considera una emboscada, llama a ejercer el voto con libertad y a fortalecer terceras opciones. Y recuerda que el propio Milei en 2021 pudo presentarse dentro de Juntos por el Cambio y prefirió hacerlo por separado.
Sobre el apoyo financiero del presidente Donald Trump a la Argentina, Gioffré está lejos de ser optimista. “Hoy Trump funciona como el patrón de estancia para la Argentina”, dice Gioffré, que se autodefine como un liberal de izquierda. “Estamos aspirando a ser una colonia próspera, lo cual es un oxímoron”, describe Gioffré, que es el albacea de la obra de su amigo Sebreli, fallecido en 2024.
Próximamente saldrá Revoluciones. Temblores de una historia inconclusa (Sudamericana), un libro póstumo de Sebreli del que Gioffré fue editor y prologuista.
–¿Cómo describiría el momento actual de la Argentina?
–Lo que está pasando en la Argentina se enmarca en lo que está pasando en el mundo. Y me parece que el mundo está en una situación similar a la de los años 30, en los que la opción era entre alguna variante de comunismo y fascismo. Después de lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo perdió su capacidad de generar un daño explícito: no puede haber campos de concentración, no pueden torturar de un modo explícito. Entonces, funcionan de otra manera. Y a la vez, después de la caída del Muro de Berlín en 1989, el comunismo perdió su espesor romántico y simbólico, y entonces se convirtió en una suerte de populismo “de izquierda”. Entonces, esa pugna entre fascismo y comunismo que luego generó décadas de socialdemocracia en Europa, hoy está representada por dos redes políticas transnacionales. Son dos ejes del mal que buscan sustituir las democracias liberales: cada eje tiene su entramado de negocios y redes de apoyo y complicidades en distintos lugares del mundo que funcionan también como aguantaderos de impunidad. Entonces, tenemos esta red derecha con Trump en los Estados Unidos, Orbán en Hungría, Abascal en España, Bukele, Bolsonaro. En este contexto se inscribe la Argentina.
–Este es un momento muy particular, además, con la intervención directa y explícita de Trump en vísperas de las elecciones.
–Así como existían los viejos caudillos conservadores que le tiraban migajas a los trabajadores, pero los trabajadores los adoraban porque eran los patroncitos, hoy Trump funciona como el patrón de estancia para la Argentina. Trump representa eso diciendo: “Yo ahora arreglo esto; no me importa la ley, no me importa el Congreso norteamericano, ustedes me van a tener que dar esto, van a tener que sacarme a China de ahí y no vengan a decirme que no aprueban tal ley”. Algunos líderes son muy eficientes en lo que la sociedad les pide, como Bukele en El Salvador, que bajó la criminalidad, aunque lo hizo rompiendo los derechos humanos. Y otros, como Milei, no lo logran porque el proyecto de bajar la inflación anclando el tipo de cambio es algo que ha fracasado en todos lados siempre. Al principio, tienen un éxito espectacular, porque es como esas pastillas para adelgazar y bajar el peso: después viene un rebote. Esto pasó siempre. Anclar el tipo de cambio para bajar la inflación es un método claramente populista, que no funciona. Creo que lo que sospechábamos que iba a pasar es que a Milei lo iba estilizar el macrismo. Era la sospecha de Patricia Bullrich, era la sospecha de casi todos.
El Pro no tendría que haber pedido el voto, pero una vez que lo pidieron tendrían que haberse diferenciado igual, porque eran la alternativa de ese 40% de la sociedad que no le gusta esta especie de neofascismo de Milei
–¿En qué sentido lo dice?
–Que llega alguien que no tiene equipos, que no tiene mucha idea de qué hacer porque lo único que sabe es de historia de la economía liberal, pero no entiende nada de economía práctica, no entiende de cultura y trabajó en una empresa de consultor y todos creían que en todas las materias iba a poder ser estilizado por el macrismo. Y en economía, que era donde Macri había fracasado, iba a ir a buscar economistas más serios que, de algún modo, generaran un plan sincronizado, como fue el de Cavallo con la convertibilidad en donde todas las variables se tocaran al mismo tiempo, a diferencia de lo que hizo Macri.
–Pero Milei se nutrió de funcionarios del equipo económico de Macri.
–Sí, justamente en economía, que es donde Macri más había fracasado. O sea, hizo lo contrario de lo que tenía que hacer. Y en la Secretaría de Cultura puso a una persona que, a todas luces lo que representa es el espectáculo y no la cultura. En la Biblioteca Nacional puso a una persona que lo que representa es la burocracia de los bibliotecarios y no la idea de biblioteca, como es la Biblioteca Nacional de Francia, la François Mitterrand en París.
–Usted alguna vez se refirió a los funcionarios de gobierno y dijo que, salvo José Luis Daza y Vladimir Werning, “estamos en manos de teóricos, ingenuos y timberos”.
–Caputo, Bausili y toda esta gente se dedicó durante años en Wall Street y en distintos bancos, a comprar y vender bonos; y lo hacen de modo excepcional. En eso son verdaderamente magos. Lo que pasa que un país requiere mucho más. Roca, que era un liberal, generó los ferrocarriles, las escuelas, todos los edificios públicos y mandó emisarios a Europa a buscar una inmigración calificada para poder producir todo el artefacto estatal. Roca construyó la Argentina moderna y, además, lo hizo con laicidad y con total libertad. Este es un proyecto inverso al de Roca, porque quiere destruir el Estado que Roca construyó. No es laico en el peor sentido de la palabra, porque uno lo ve a Milei llorando en el Muro de los Lamentos, lo ve yendo a rezarle a la tumba de alguien en Nueva York o inaugurando un templo con un pastor evangélico sospechado de hacer negocios raros. Es decir, en el peor sentido de la palabra, no es laico. Con matices y defectos, hay que decir que Roca acentuó esa Argentina corporativa que venía de la época de Rosas en cuestiones como la de los ingenios tucumanos, pero una cosa es acentuar lo de los ingenios tucumanos y otra es hacer lo de $LIBRA. Acá hay es un corporativismo que linda la delincuencia.
–¿Entonces?
–Entonces, por varios motivos, estamos en el peor de los mundos. Primero, porque estamos aspirando a ser una colonia próspera, lo cual es un oxímoron. Además, estamos acentuando el corporativismo, que es el grave problema de la Argentina. Por otro lado, estamos diciendo que somos liberales, pero al mismo tiempo estamos controlando el tipo de cambio, la tasa de interés, cae la producción. Y en materia cultural, simbólica, estamos desmoronándonos porque le llaman “batalla cultural” a que cuatro tipos le den letra a Milei en contra del feminismo, en contra de lo woke, en contra de un montón de cosas que, efectivamente, el kirchnerismo había exagerado y había llevado a un límite ridículo, pero que bajo el nombre de “batalla cultural” nos llevan al siglo XIX. Ya pasó el informe Kinsey, ya pasó Virginia Woolf, el grupo Bloomsbury. ¡Sebreli fundó el Frente de Liberación Homosexual! Victoria Ocampo se horrorizaría con esto porque hay como un intento deliberado de destruir la cultura y suplantarla por el espectáculo, ¿no? Uno ve ese espectáculo al estilo Leni Riefenstahl que se hizo en el Movistar Arena y se pregunta qué es esto.
–¿Y qué se responde?
–El fascismo no puede avanzar en ciertas cosas, no puede hacer campos de concentración, pero sí puede estetizar la política. Este neofascismo, o no sé cómo llamarlo, sí puede seguir haciendo eso. La emocionalidad que surge de los espectáculos de luz y sonido estaba claramente en Albert Speer, en Leni Riefenstahl, estaba en la etapa bolchevique de la Revolución Rusa, estaba en Mussolini. Lo hizo Cristina Kirchner con Fuerza Bruta en 2010 y lo hace Milei en estos espectáculos absurdos. Entonces, eso todavía está permitido: busca generar que las masas no se desinflen, sino que se activen. La gran diferencia entre el fascismo y un gobierno militar es que en el gobierno militar se busca desactivar el movimiento de las masas. Los fascismos buscan activar esa agitación de las masas.
–Usted escribió: “Macri hizo el milagro de fundar un partido y una coalición competitiva. Por eso estaba destinado a tener un lugar en los libros de historia. Para retomar ese milagro hoy es pertinente ser macrista contra Macri, que se empecina en dilapidar ese capital simbólico”. ¿Cuáles cree que han sido los principales errores de Macri?
–Una vez, en un almuerzo con Macri –éramos seis, siete personas– él nos contó una anécdota que me pareció muy interesante. Era 2021, ya había sido presidente. Y le preguntó a Larreta si habían hecho bien o mal en no aceptar la propuesta de Duhalde de ser candidato, antes del ofrecimiento que Duhalde le hizo a Kirchner en 2002. En el fondo hubiera sido una candidatura presidencial auspiciada por el peronismo. Y Larreta dijo que hicieron pésimo en no aceptar: la soja había empezado a subir, hubieran tenido el apoyo del Congreso, el apoyo del peronismo. En algún punto Macri pensaba que Larreta era demasiado peronista y, aunque no lo dijo en estos términos, parecía que él prefería pasar a los libros de historia no por su gobierno en sí, sino por haber construido un partido y una coalición competitiva con el peronismo. Por aquello de las 14 toneladas de piedra en el Congreso y otros temas, Macri empieza a creer que tal vez tendría que haber sido un poquito más autoritario, pero que por su carácter no quería serlo. Y al no querer serlo, no podía ajustar lo suficiente, porque para poder ajustar lo suficiente había que reprimir en la calle. Entonces, ahí empieza a fermentar el error de Macri: cuando cree que para solucionar la Argentina hay que ser más autoritario. Pero como no quería serlo, pensó primero en Patricia Bullrich, después en Milei, que eran personajes que no tenían nada que perder. Milei no tenía patrimonio, no tenía familia, no tenía una carrera académica interesante, no había tenido trabajos espectaculares, ni siquiera tenía un título en el exterior. Un personaje opaco, con problemas personales. Entonces ese era el personaje ideal para hacer lo que él creía que no había podido hacer. Pero el problema es que Macri está equivocado en lo que cree que fue su error. Yo creo que la noche de las PASO de 2023, cuando Macri cuando sube al escenario, y dice, “el 66% de la población está por el cambio”, empieza a producirse el drenaje que termina en esto.
–Y usted cree que esta idea de Macri de apoyo a Milei no empalma con la sociología electoral del votante de lo que era Juntos por el Cambio, que incluye al Pro.
–Acá hay un 40% de gente que quiere vivir normalmente. Es lo que ha sido la socialdemocracia. O sea, respetar las reglas del mercado y la diversidad de los planes de vida. Si vos querés ser gay, podés ser gay. Si vos querés vestirte de modo extravagante, podés. O sea, que en un mismo país puedan convivir personas completamente distintas. De esos tres elementos del liberalismo, el mileísmo no tiene ninguno, porque quiere segregar una parte del país. Dice: “Los kukas son enfermos mentales; hay que recluirlos en un manicomio”. “Los gays son enfermos, son pedófilos”. “A las feministas hay que matarlas”. “La ecología es una mentira”. El problema fue la construcción hasta llegar al balotaje. Lo de Macri en las PASO contribuyó a construir un balotaje entre dos esperpentos. En mi visión, Macri no tendría que haber dicho eso a las PASO, pero, además cuando pierde Juntos por el Cambio la elección de 2023, lo que tendría que haber hecho era poner a correr a dos o tres candidatos de cara al 2025. Pero, en lugar de hacer eso, trabó, obturó la renovación de liderazgos. Porque, sin ese aval de Macri, ninguno se animaba a largarse.
–Usted está diciendo que el Pro no tendría que haber pedido el voto para Milei.
–Exacto. Creo que el Pro no tendría que haber pedido el voto, pero una vez que lo pidieron tendrían que haberse diferenciado igual, porque eran la alternativa de ese 40% de la sociedad que no le gusta esta especie de neofascismo de Milei. Hay sectores del Pro que se inmolan por un proyecto que no tiene nada que ver con el liberalismo, ni con el desarrollo ni con la democracia republicana. Creo que se dilapidó el capital simbólico. Y si bien Macri hoy sigue siendo un referente, una persona muy importante, creo que el liderazgo tiene que venir de otro lado de la sociedad y él tendrá que apoyarlo y ese apoyo va a ser bienvenido. Lo que es increíble es que dentro del gobierno hay diputados, hay embajadores que son gays. ¿Y cómo se tragan el sapo de que vaya el Presidente y el hijo de Bolsonaro le dé una medallita que dice que lo protege para no ser gay? O que vaya Davos a decir que los gays terminan casi inevitablemente siendo pederastas. Ellos sí se tragan ese sapo, pero el electorado no. La sociedad civil tiene una dosis de progresismo real, no el progresismo ridículo de Zaffaroni y de Cristina.
–Aunque no es una elección presidencial, desde el oficialismo hay un llamado al “voto útil”. “La elección es binaria”, dice Fernando de Andreis y refrenda Macri.
–Hoy hay 45% de los argentinos no peronistas huérfanos de liderazgos y representación. Estas son elecciones intermedias, por lo tanto, es el momento de fortalecer terceras opciones y no caer en las emboscadas de la polarización. Así que es momento de votar con libertad y perfilar el voto para 2027. La prueba de que esto es así es el propio Milei que, en 2021, tuvo la posibilidad de presentarse dentro de Juntos por el Cambio y prefirió ir por separado. Y ganó dos bancas en el Congreso, la suya y la de Victoria Villarruel. Dos años después llega a la presidencia. Que no vengan a decir ahora que votar a un partido alternativo es inútil.