“No, no, no, no y no”: Horacio Jaunarena cuenta qué le respondió a Aldo Rico cuando se sublevó en Campo de Mayo

admin

Fotografía: Adrián Escandar

Tal vez el momento más emocionante de la entrevista sea cuando este señor de 82 años que ahora me mira tranquilo en su escritorio cuenta en primerísima persona un momento clave de la Historia argentina, aquel alzamiento militar encabezado por Aldo Rico. Y lo cuenta en primera persona porque él, Horacio Jaunarena, era el ministro de Defensa de Raúl Alfonsín y fue a hablar con los sublevados a Campo de Mayo.

“Entro solo con mi ayudante y se aparece Rico con ocho o diez tipos al lado. Y me dice: ‘Bueno, venimos a hablar’. Y los que estaban alrededor, chac chac (imita el sonido de un arma que se amartilla). Me dice: ‘Nosotros queremos cinco cosas. Primero, amnistía. Segundo, poner, poner a los jefes del Ejército que nosotros queremos (y acá está la lista). Tercero, un presupuesto veinte veces mayor del que tenemos. Cuarto, que no haya más juicios para nadie de ninguna naturaleza. Y quinto, una mejora de sueldo’”.

Eso, cuenta. El cuartel, los soldados, las armas, el abogado radical de Pergamino que ahora es ministro del primero gobierno democrático después de la dictadura. Las exigencias. Y su respuesta.

Le digo: ‘Bueno, Rico. A la primera. no; a la segunda, no; a la tercera, no, a la cuarta, no y a la quinta, no”. En nombre del presidente lo decía. Que le había ordenado ir a Campo de Mayo y “rendirlos”.

Y su argumento, dice ahora Horacio Jaunarena, se lo dieron las miles de personas que, en todo el país, en vez de asustarse -o, incluso, muy asustadas- salieron a la calle y dijeron que no, que otra vez los militares, no. Y este señor, que escribió un libro titulado justamente La casa está en orden para contar su paso por ese gobierno, me mira y me habla como si le estuviera hablando a Aldo Rico y a sus muchachos: “No estoy representando solamente al presidente. Estoy representando a toda la gente, que si usted prende, prende el televisor o la radio se va a dar cuenta que, en toda la República, se está levantando contra el disparate que están haciendo ustedes. Así que yo le sugiero que se entreguen cuanto antes. Y le digo más, Rico. A mil metros de acá hay miles de personas dispuestas a entrar. Si yo dejo que entren, esto termina en una masacre; ustedes van a matar, pero se van a morir. Así que piénselo, Rico, pero yo no le aconsejo otra cosa que que se rinda”.

El libro de Horacio Jaunarena.

La historia -la Historia- no terminó ahí, se sabe. Después tuvo que ir el propio Raúl Alfonsín a hablar con Rico. “Y pasó una cosa graciosa. Cuando se decide ir, había una multitud de gente dentro de la casa de gobierno. De golpe Alfonsín desapareció. No estaba ni en el helicóptero ni estaba con toda la gente. Yo me pongo a caminar para ir hasta el helicóptero y hay en el trayecto una pequeña capillita en donde estaba Alfonsín. Y yo lo veo, estaba solo, rezando”.

Así lo cuenta, como quien ha estado ahí. Como quien, aunque nunca lo dirá de este modo, está orgulloso de lo hecho.

-¿No fue a negociar ahí Alfonsín? ¿No se pactó la Ley de Obediencia Debida?

-Después se armó toda una historia de que se había negociado. Son mentiras, porque Alfonsín anunció lo que iba a hacer quince, veinte días antes de lo de Semana Santa. Y que fue a Semana Santa fui yo. Así que yo sé muy bien si se negoció o no, o no se negoció.

Así nomás lo dice. En su escritorio, con el libro donde cuenta toda la historia -la Historia- apoyado a un costado. Importa: la versión digital de La casa está en orden -que se lee gratis en cualquier teléfono, computadora o tablet, desde Bajalibros- fue lo más visto de los últimos 30 días en esa tienda de libros electrónicos.

Horacio Jaunarena con Raúl Alfonsín en los años de gobierno.

Pero el libro no se centra en Semana Santa. Arranca con una decisión más difícil y que marcaría un rumbo para la humanidad: la de juzgar a los militares que habían secuestrado, torturado, robado bebés, matado, durante la dictadura que dirigieron. No era fácil hacerlo apenas terminada esa dictadura. Pero, también, habían resuelto juzgar a la cúpula de la guerrilla. Por eso se hablaría de la “teoría de los dos demonios”: Jaunarena se va a enojar cuando se lo mencione. “Había que restaurar la democracia y hacerlo para siempre. Ese era el objetivo. Y hasta ahora nos va bien”, dice.

La casa está en orden es un recorrido por muchas cosas que no sabemos de momentos que conocemos. Como la crisis de Semana Santa, claro. Pero también como, para la asunción del primer ministro de Defensa de la democracia -Raúl Borrás- lo esperaron con una sorpresa. Cuenta Jaunarena: “A poco de iniciada la ceremonia, alguien me susurró al oído, con voz inquieta, que detrás se encontraban los generales Videla y Viola. Giré mi cabeza de manera cuidadosa y pude constatar que lo que en principio me había parecido una broma, era cierto”.

Ahora detrás de él, de este escritorio en Barrio Norte, hay muchos libros de arte. Tal vez sean suyos, tal vez de su mujer, Ana D’Anna, directora de ópera, que ahora anda por la casa y ofrece -gracias- café y agua.

-¿Cuándo se dieron cuenta de que iban a gobernar e iban a tener que hacer algo con lo que había pasado?

-El presidente se elegía por Colegio Electoral. Pensamos que íbamos a ganar o perder por poco y se iba a definir ahí. Alfonsín lo había pensado a Raúl Borrás como delegado para la elección y también como ministro de Seguridad. Yo, que era el colaborador inmediato de Borrás, iba a ser secretario de Vivienda. Pero llega la elección y Alfonsín gana por una diferencia que no hace necesario el Colegio Electoral. Entonces, lo cambia a Borrás y lo pone en el lugar que pensaba que iba a ser más difícil, que es el Ministerio de Defensa. A este departamento, al minuto llegan los familiares de Borrás, a pedirme que lo acompañara.

Horacio Jaunarena está conforme con las decisiones que se tomaron en el regreso de la democracia.

-¿Daba miedo?

-El Ministerio de Defensa en esa época era el acreedor de una bomba a los tres minutos.

Pero Raúl Borrás murió en 1985. Lo siguió Roque Carranza, que murió en 1986. Y a él Germán López, que también murió ese año. Entonces asumió Jaunarena, que siempre había estado ahí: “Alfonsín me decía: ‘Mirá, vos tendrías que ser el ministro, pero tenés cuarenta y dos años. ¿Cómo le vas a mandar vos a un tipo que tiene cincuenta y cinco? Así que tenés que quedarte, no vas a ser ministro, pero quedate porque sos el único que entiende de este tema’“.

-¿Por que un abogado de Pergamino entendía de temas militares?

-Pergamino es una ciudad que no tiene ningún elemento militar, no hay guarniciones, no hay nada. Pero me toca el servicio militar, me hacen la revisación, me dan el apto y en diciembre incorporaban a la gente y a mí no me llaman. Entonces, era una especie de desertor. Pero ¿por qué no me llamaban? Cuando me hicieron la revisación, el cabo que anotaba puso: “Soldado Juan Arena”. No existía el soldado Jaunarena y existía el soldado Arena, Juan, que era desertor. Cuando se dieron cuenta de todo lo que había pasado ya era marzo. Así que me pusieron en el Ministerio de Defensa de ayudante de un teniente coronel en ese momento. Y ahí tuve acceso a mucha información y a un conocimiento de los problemas que tenían las Fuerzas Armadas.

El Juicio a las Juntas fue un momento singular en la historia del mundo, según Jaunarena. (EFE/ArchivoTelam)

-Y eso fue fundamental…

-Vos no podés manejar algo que no entendés. Entonces, para manejar a los militares tenés que entenderlos. Y tienen una manera de entender las cosas diferente a la de los civiles. Y entender significa entender, por ejemplo, lo que es el sentido de la obediencia en un militar. El militar, por definición y por formación, no concibe, o concibe mucho menos, la idea de la desobediencia. Pero aparte de eso, entendí también algunas mentalidades militares y la manera en que ellos entendieron el desastre que hicieron con la represión.

-En el libro, usted cuenta que sostuvo la postura de no juzgar a todos sino a los altos mandos. ¿Tuvo que ver con esa comprensión?

-Esa no era una posición solamente mía, era de Alfonsín y del radicalismo. Tanto es así que ahora muchas veces todavía se discute el tema de la Ley de Obediencia Debida y, la verdad, está documentado históricamente que esa distinción la anuncia Alfonsín en un acto en Ferrocarril Oeste dos meses antes del voto de la gente. Ahí dijo que había que distinguir entre los que habían dado las órdenes, los que las habían cumplido y los que se habían excedido en el cumplimiento de las órdenes. Ese fue el tema del anuncio. Quiero decir que la gente votó claramente lo que dijo Alfonsín, porque lo que decía el peronismo era la amnistía. Pero surgió otra cuestión.

-¿Cuál?

-¿Qué pasa cuando el exceso está en la orden? Porque si yo te ordeno a vos que allanes este domicilio y metas en preso a quien encuentres, estoy cometiendo un exceso en la orden. De ahí se hace necesario lo que, en definitiva, fue el fondo de la Ley de Obediencia Debida: que se presume que quien está por debajo de determinada, jerarquía actuó cumpliendo la orden. Pero eso tenía que entenderlo una sociedad que estaba muy lesionada, muy dolida, con muchas muertes, con muchas arbitrariedades.

Horacio Jaunarena sostiene que era imprescindible conocer cómo pensaban los militares. (NA)

-Entonces…

-En 48 horas hubo unos decretos para procesar a Videla, a Massera, a todos los comandantes esos por un lado, y procesar a Firmenich y a todos los otros. Esta manera de encarar el pasado no tenía precedente en el mundo. El precedente era la amnistía o la negociación.

-¿Y no hubo teoría de los dos demonios?

-¡Eso fue un invento! La teoría de los dos demonios igualaba la represión con la guerrilla. Y no es así: vos no podés reprimir renunciando a una ética que te diferencia del guerrillero. Unos tipos asesinan y otros tipos tienen que tener, para reprimir, una diferencia ética. ¿Quiénes la querían instalar? Los muchachos que pretendían la amnistía. Cuando asumimos, estaba vigente la autoamnistía. Y, después, Menem lo hizo.

-¿Cómo se ve todo eso 40 años después?

-Mirá, Max Weber distingue la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad. Nosotros teníamos que manejar este tema, que no tenía antecedentes en el mundo, porque nadie había hecho lo que hicimos nosotros. La ética de convicciones es: “Bueno, yo avanzo contra todo y que se caiga el mundo”. Y la ética de la responsabilidad es manejarte con la prudencia suficiente como para cumplir con tu compromiso ético, pero no mandar a la gente a degüello». Lo que hizo el gobierno de Alfonsín fue, por una parte, sancionar, como nunca se había sancionado, a una cantidad de personas. Pero, pero al mismo tiempo manejarse con la ética de la responsabilidad, sabiendo que eso es lo que podía hacer y no el resto. Con la ética de las convicciones tenías que meter a miles de militares presos, y por un tiempo larguísimo. Ibas a tener al 80 por ciento de las Fuerzas Armadas por años sin que saber qué iban a pasar. Yo tengo que tener la responsabilidad de ejercer el mando, imponer condenas a los peores, pero no condenar al mundo.

-¿Y entonces cómo se ve eso ahora?

-Mirá, hace cuarenta años que vivimos en democracia. Tan mal no lo hicimos.

Regreso de la democracia, una multitud en la calle. (NA)

-Usted habla muchas veces en el libro de la democracia, la legalidad, de alguna manera, la institucionalidad. ¿Cómo ve el devenir de la democracia cuando aparecen proyectos que no son muy institucionalistas?

-Esa es una de mis preocupaciones. La democracia está decayendo en el mundo. Y todavía va a ser puesta más a prueba, porque los avances de la Inteligencia Artificial cada vez se meten más en tu vida, en mi vida, en mi cabeza y en tu cabeza. Inventando discursos que no existen, problemas que no existen. La economía necesita funcionar estimulando el consumo. Entonces, por un lado, vos creás insatisfacción para generar consumo y, por otro, esa insatisfacción que vos generás se traduce en el resentimiento contra la democracia. Así que tenés ahí una paradoja. Entonces la democracia está decayendo. Y también los partidos políticos .

-¿Piensa en el radicalismo?

-No me hagas hablar.

-¿Qué pasó con ese partido?

-No me pongas triste.

-¿En definitiva, ¿está orgulloso de lo que hicieron?

-¿Si estoy orgulloso? Sí, estoy conforme, estoy conforme. Quizá si me dejara guiar por la ética de las convicciones, diría que tengo algunas reservas. Si me manejo con la ética de la responsabilidad, te diría que estoy conforme porque hicimos todo lo que se podía hacer. Si hubiéramos hecho aquello de “ahorcar al último milico con el último pedazo de soga” la Argentina hoy sería un país de muerte, un país de luto.

(Fotos: Adrián Escandar)

Deja un comentario

Next Post

¿Qué le dijo Sergio Ramos a Keylor Navas en su reencuentro en el Rayados vs Pumas?

El Estadio BBVA de Monterrey fue escenario de un reencuentro que atrajo la atención de los fanáticos de la Liga MX. Sergio Ramos y Keylor Navas, excompañeros en el Real Madrid, se reencontraron tras salir del conjunto merenguero, solo que ahora fueron rivales en la cancha, Ramos portó los colores […]
¿Qué le dijo Sergio Ramos a Keylor Navas en su reencuentro en el Rayados vs Pumas?

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!