Iván Moricz Karl: el pintor húngaro que tiene 83 años y vive solo en el bosque del PN Lanín

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En su atelier del primer piso de la cabaña que supo ser casa de guardaparques

“¿Qué hace un chico que está cama?… Lee, escribe, junta estampillas y dibuja”, me contesta Iván Moricz Karl cuando le pregunto cómo empezó a pintar. Cuela un “de casualidad” y, de arranque, su historia escapa a lo convencional. Tenía trece años cuando un reumatismo cardíaco –que no sabe bien lo que significa– lo dejó cuatro años en cama. “Se me agrandaba el corazón y estaba realmente destruido. Pero zafé. Me sacó adelante un médico muy famoso que me tuvo en cama con inyecciones y bifes de hígado”, recuerda sin dramatismos. Así empezó a copiar fotos, luego obras famosas; primero en blanco y negro y luego a color.

Entre los hermanos menores de una familia de la nobleza magiar, Iván Moricz Karl nació el 10 de diciembre de 1941 en Skefesfehervar, Hungría. Con tres años, por el avance de las tropas soviéticas, emigró con su familia a Goess, Austria. Por el dominio comunista y con buena parte de sus bienes confiscados, en 1950 llegó a Argentina. Vivieron primero en Villa Devoto; luego en Villa del Parque. Y como alumno del Colegio San José de los Padres Bayoneses, en Balvanera, descubrió las artes plásticas en la clase del maestro Carpinelli. Fue entonces que se enfermó, estuvo a poco de morir y se le dio por pintar. “Copiaba al gran Durero. Me encantaba el detalle. Ya desde chico lo disfrutaba. Después conocí a Axel Amuchástegui, con su famosa técnica del pincel casi seco, y me gustó más todavía”, relata a cerca del pintor argentino, maestro de naturalismo, que marcó a fuego su carrera.

Su cabaña a orillas del lago LologIván tiene un sinfín de fotos colgadas en las paredes de su casa

Inquieto, cuenta que entre 1962 y 1965 se fue a México para estudiar Ingeniería en la Universidad Autónoma. “Había que estudiar algo… ¿Cómo iba a ser dibujante o pintor? Pero la verdad es que los números no me gustaban. Lo que más me gustaba ¡era Acapulco! A pesar de eso, aprobé casi todo, excepto dibujo técnico. ¡Qué paradoja!”, relata. La vuelta a Buenos Aires fue para seguir su deseo y pintar para Amuchástegui. “Le hacía las bases en la técnica del claro oscuro con tinta china”, detalla y agrega que siempre lo inquietó cómo su maestro se volvía loco buscando detalles en pájaros, flores y hojas entre el cemento de Buenos Aires.

Apasionado por la pintura hiperrealista que ejecutaba con acrílicos y pincel de dos pelos de punta seca, en la década del 60 le llegaron los primeros reconocimientos. Bayer Argentina editó sus dibujos en el almanaque “Pájaros y Mamíferos Argentinos”. Luego la Asociación Argentina de Aberdeen Angus eligió un dibujo suyo para representar la raza. Hasta 1977 expuso y vendió obras en la Tryon Gallery de Londres. Además, fue invitado por la World Wildlife Foundation a exponer en Johannesburgo, Sudáfrica. Y en 1989, la Joyería Swarovsky le encargó una docena de pinturas de flora y fauna para ilustrar un calendario que se imprimió en Austria. Pero su destino, estaba en otro lado.

“Cuando vine al Sur podía pintar lo que veía. Pero antes de llegar a esta parte del lago, estuve un tiempo en San Martín de los Andes, que en la década del 70 era toda una aventura. Por cien dólares al mes, con un amigo alquilé “El Chateaux”, una tremenda casa sobre un terreno de mil hectáreas en el lago Lolog. Ahí viví durante cinco años. Después, hace cuarenta, me vine a donde estoy ahora, en la otra punta del lago, siempre en el Parque Nacional Lanín. Vivo en la casa de los guardaparques, que estaba abandonada y me dejaron arreglarla. Se llama “El Boquete”. Me la cedieron en comodato porque pinto la flora y la fauna andino patagónica”, cuenta.

La cabaña está bien acondicionadaEn su casa Iván tiene todo lo que necesita

Desde este sitio recóndito protagoniza The Painter of the Woods, un bellísimo cortometraje finalista del Banff Centre Mountain Film and Book Festival que se celebra en Canadá. Dirigido por Nicolás Muñóz, el corto está producido en colaboración por El Mano Films (Argentina) y Compass Light Productions (USA). Se podrá ver en plataformas y, el año que viene, en el Banff de Argentina. Además, la historia de Iván también cobrará notoriedad cuando salga otro documental que se está terminando de rodar y llevará su nombre en el título. De la cineasta Luciana Gómez Frugoni, es financiado por admiradores y amigos de la obra de Iván.

Con Nico Muñóz, director de The Painter of the WoodsEl zorro en una de las pinturas hiperrealistas de Moricz Karl

Con algún que otro casamiento y amores, Iván tiene un hijo, dos hijas y muchos sobrinos, además de nietos. A los 83 años, su vida en la cabecera del lago, en Neuquén, cerca del límite con Chile, está regida por el bosque y los vientos. “Por las tardes subo a pintar al atelier. Hago dibujos para un proyecto con video para un colegio. Los chicos se fascinan con el hiperrealismo porque ya están acostumbrados a las fotos. Y, además, estoy dedicado a la publicación de un libro con mis pinturas y cuestiones de mi vida personal”, relata con el tono pausado y sin ningún apuro.

-¿Podría definir qué lo fascina del detalle a la hora de pintar?

Me gustó siempre. Si uno va a retratar la vida natural, no se puede dar el lujo de fantasear. Todo tiene que ser tal cual. Eso aprendí con Axel.

-¿Y qué le atrae de vivir en medio del bosque?

Ahora no puedo caminar, pero hasta hace un tiempo me metía bien adentro, buscaba flores y las dibujaba. Acá estás en la naturaleza. No tiene nada que ver con Buenos Aires, donde tal vez haya flores, pájaros y hojas, pero no estás en la naturaleza. Igual me quedan flores por pintar… Tengo bocetos que me quedaron en el tintero.

-¿Cuánto tarda te terminar una obra?

Siempre me falta esto o aquello. Si no me salió bien, lo dejo… No tengo un tiempo determinado. Hay cuadros que empiezo, me peleo y los guardo. Hace poco terminé uno que había empezado hace 25 años.

-¿Qué significa para usted que sus obras hayan estado expuestas en galerías de Londres?

Se dio, pero no estoy dentro del mundo del arte, que es una continua búsqueda de novedades. Hay que cumplir plazos e ir a eventos. En el circuito de las exposiciones no podés tener un cuadro parado diez años. Tenés que producir y a mí eso nunca me gustó. Hoy pinto y si a alguien le gusta, que se lo lleve.

-¿Cómo se lleva con la soledad? Según cuenta en el cortometraje, no sería un problema…

La gran soledad se siente cuando uno está rodeado de gente y se siente solo. Cuando uno está con uno mismo, no está solo. Parafraseando a Sartre: “El hombre nace, vive y muere solo”. Esa es una linda y correcta definición. Nunca sentí soledad. Nunca se me ocurrió.

El pintor en su atelierVecinos, amigos y familia son de gran ayuda para Iván

-¿Se las arregla bien para vivir tan alejado de todo? Pienso en la luz, la calefacción…

Por supuesto que me las arreglo. Sí tengo que tener resguardo de que no me falte la garrafa de diez kilos. Tengo un anafe y la cocina a leña. Una vez al año hay que acopiar leña, que me juntan vecinos, amigos y mi hijo. Antes bajaba a San Martín de los Andes cada tres meses y me traía mis cosas. Ahora ya casi no voy. No tengo lancha, ni me movilizo solo. Llamo a quienes están cerca, que están atentos y pido que cuando vengan, me traigan cosas. Además, ahora tengo Starlink.

-Cambió la cosa con la llegada de Starlink, ¿no es cierto?

Me pueden ubicar a un horario, no más. Es que no tengo grandes baterías, ni me pienso comprar. Me insisten, pero les contesto que tengo dos y alcanza. Entonces me conecto una hora y media al mediodía y me encuentran en el celular. Estar conectado te distrae… Estoy interesado en leer el diario y saber qué pasa en el mundo. Me gusta, pero también me disgusta.

-Imagino que ya tampoco va a Buenos Aires…

Ya no. Tampoco voy más a Estados Unidos. Hace años iba a exposiciones de otros.

-¿Cuál es, para usted, el valor del dinero?

Está para la supervivencia. Nada más. No tengo, ni nunca tuve mucho. Siempre lo justo. A veces no tenía nada, pero me fiaban porque sabían que iba a tener y devolver. Así sigo. Y dentro de poco, ya está…

-¿Qué le pasa? ¿No está bien de salud?

Tengo la rodilla mal. Me sugieren cambiármela, pero ¡ni se me ocurre! Ya está. Y el corazón… Tuve dos operaciones a pecho abierto. Pero de eso ahora estoy bárbaro. Tomo mis pildoritas todos los días y estoy anti coagulado. Hace bastante que no me hago un chequeo porque siempre aparece una cosa nueva… ¡Qué me importa! A esta edad… Vamos bien así como estamos.

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