Keira Knightley expuso el precio emocional de la fama que la impulsó al centro de la atención mundial, siendo adolescente.
En una entrevista con The Times, la actriz británica, conocida por su trabajo en Piratas del Caribe y Orgullo y Prejuicio, relató cómo la persecución mediática y la presión en Hollywood la llevaron al límite, lo que hizo que se aislara de la industria alrededor de los 20 años para recuperar su libertad y redefinir su carrera.
Un ascenso meteórico y el asedio de los paparazzi
El ascenso de Knightley fue meteórico e incesante. Tras el éxito de Bend It Like Beckham a los 16 años, su vida cambió drásticamente. “Recuerdo despertar un día y había 10 hombres afuera de mi puerta, y no se fueron durante unos cinco años”, relató la actriz a The Times.
La presencia constante de paparazzi se convirtió en rutina, marcando el inicio de una etapa en la que la joven de Teddington, que soñaba con el teatro, se vio convertida en una de las mujeres más reconocidas del planeta.
La presión mediática de aquellos años, especialmente hostil hacia las mujeres jóvenes, dejó huellas profundas. Knightley describió insultos y acoso diario: “La mayoría de las veces gritaban ‘puta’. ‘Zorra’ a veces. Sobre todo si estaba con alguien: un novio, mi hermano o mi padre. Buscaban provocar una reacción para poder demandar”.
La vigilancia era tan intensa que la actriz llegó a mudarse entre dos departamentos para despistar a los fotógrafos, aunque estos terminaron alquilando el piso de enfrente para vigilarla con teleobjetivos. “Mi padre decía: ‘Deberías estar en la CIA’, porque siempre sabía cuándo me seguían. Era una sensación física”, señaló.
La paranoia se instaló en su vida diaria. Knightley comprobaba si realmente la seguían comprando los periódicos y siempre encontraba una foto suya. “Estás en un estado de hipervigilancia. Un estado elevado”, explicó a The Times. Había zonas enteras de Londres a las que no podía acudir, como Clerkenwell o Bond Street, porque los paparazzi la esperaban.
Estrategias personales para sobrevivir al asedio
Sin radares, ni comunicación por radio, Knightley ideó estrategias de resistencia. Inspirada en la “resistencia pasiva”, usaba siempre la misma ropa: “Tres pares del mismo pantalón vaquero, camiseta de rayas, botas. Regalé toda mi otra ropa. Si me seguían, me quedaba quieta. Un día estuve parada cinco horas. Si seguían ahí, yo no me movía”.
El objetivo era restar valor a las fotos: “Solo puedes escribir ‘Oh, lleva la misma ropa’ un número limitado de veces con una foto mía quieta. Se vuelve aburrido”, explicó.
Agotada por la situación y con el deseo de recuperar el anonimato, Knightley decidió alejarse, cuando era la segunda actriz mejor paga de Hollywood. “Un día dije: ‘Me voy’. Y mi familia me apoyó. Me dijeron: ‘Simplemente vete’”.
Pidió a su agente que no le enviara más guiones y se marchó primero a París y luego recorrió Europa en tren. “Nadie me encontró. Fui muy buena. Museos, trenes… Nadie espera verte ahí. Iba desaliñada, tampoco lo esperaban. No hacía contacto visual, iba encorvada. Me deslizaba”, relató.
El proceso de dejar atrás la paranoia fue prolongado. Durante ese retiro, Knightley reflexionó sobre cómo continuar actuando sin exponerse a la “locura” que había vivido. Se preguntó: “¿Cómo puedo hacer esto de una manera más pequeña?”.
La actriz no pensó en abandonar la interpretación: “Nunca. Porque no quería que me ganaran. No iba a dejar que me vencieran. Estaba muy, muy, muy decidida. No me malinterpretes, me estaba quebrando, pero no iba a dejar que me vencieran. No, no, no”, afirmó Knightley.
Reconstrucción, nuevos proyectos y su voz pública
Esto marcó el inicio de una nueva etapa en su carrera. Knightley aprovechó sus recursos para elegir proyectos más personales y de menor escala, tanto en cine como en teatro. Participó en obras como La mentira infame en el West End, trabajó con directores como David Cronenberg y protagonizó películas como Colette: liberación y deseo y Anna Karenina.
Actualmente, elige papeles que le permiten explorar otras facetas, como en la serie Black Doves y el thriller psicológico La mujer del camarote 10, además de incursionar en la literatura infantil con la publicación de I Love You Just the Same, inspirado en las historias que cuenta a sus hijas.
Knightley reflexionó sobre el trato desigual hacia las mujeres en la industria y la presión constante sobre la imagen y la edad. “Pregunto a mis amigos actores si les preguntan cada cinco segundos sobre el envejecimiento y me dicen: ‘Nunca. Jamás surge ese tema’”, comentó a The Times.
La actriz, diagnosticada con dislexia en la infancia y criada en una familia de artistas con recursos limitados, siempre buscó controlar su vida y su carrera, priorizando su bienestar y el de su familia.
Al rememorar su primera sesión con un terapeuta en la adolescencia, Knightley compartió una anécdota que refleja la singularidad de su experiencia: tras contar su rutina diaria, el profesional le dijo que era la primera paciente que llegaba diciendo que la seguían y que todos hablaban de ella, y que, en su caso, era cierto.
La actriz concluyó que, ante situaciones extremas, siempre logró desafiar la narrativa impuesta y recuperar su propia voz.