Azotea, la residencia de artistas que busca recuperar el espíritu de los ‘60 en el Microcentro porteño

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Azotea, la residencia de artistas que busca recuperar el espíritu de los ‘60 en el Microcentro porteno (Azotea)

Una fábrica de muebles, un depósito y un call center. Allí, en el Microcentro porteño, en el histórico Edificio Thompson sobre la Avenida Córdoba, funciona desde los primeros meses del año Azotea, un proyecto que desafía los modelos tradicionales de gestión y producción cultural: nueve residencias de artistas, espacio expositivo y un laboratorio vivo, donde la arquitectura, la ecología y la memoria urbana se entrelazan.

Para articular esta mirada, se convocó al artista estadounidense Asad Raza, quien interviene el espacio con Intermedio, a partir de la cual busca transformarlo en un paisaje natural en el que las funciones originales del edificio, como el aislamiento y la comunicación, se ven ampliadas por una nueva dimensión: el cultivo.

A través del acto de plantar especies nativas en los surcos que antes alojaban cables, Raza realiza “un gesto tanto práctico como poético”, invirtiendo la lógica de extracción y ruptura de tecnológia para dar paso una canalización de vida vegetal que conecta botánica, historia y memoria urbana.

El espacio fue utilizado como fábrica, deposito y call center antes de su reconversión   (Azotea)

“Azotea es una cápsula, una incubadora de proyectos que nuclea estudios de artistas con presentaciones, charlas, performances”, describió el curador chileno Víctor López Zumelzu, a cargo de Acciones en el espacio, en un recorrido con Infobae Cultura.

Así, la obra de Raza se pensó no como limitante, sino como una invitación. “No es una obra que bloquea la posibilidad del uso del lugar, ni tampoco pretende que los invitados hagan las famosas activaciones, sino que invitamos a alguien a hacer su obra a la par de otro”, dijo el artista Martín Touzón, director de proyectos.

“Surgió porque abajo de este piso hay tierra. Cuando construyeron esto usaron la tierra como aislante y arriba le pusieron una capa de cemento. Entonces, sabiendo esto, la propuesta de Raza consistió en intervenir el suelo, removiendo el cemento para exponer la tierra, lo que implicó una reflexión sobre la infraestructura previa y la historia del lugar. La financiación de la obra se resolvió de manera autogestionada, sin aportes estatales ni de fundaciones”, explicó Touzón.

La estructura organizativa de Azotea se caracteriza por su flexibilidad y apertura. “Un poco por cómo apareció el proyecto, que en realidad fue: hay un espacio que no es un estudio, es algo más grande y compartido y colaborativo. En la primera situación que se generó fue cómo pensamos la dinámica entre todos y al mismo tiempo una dinámica que pueda ser abierta a invitación”, dijo.

La creación de un espacio común de trabajo, donde se reciben curadores, críticos y escritores, por otro lado, fue central para la dinámica de la residencia, donde además se encuentra una biblioteca integrada gracias a la colaboración con KBB (Kültur Büro Barcelona Buenos Aires), una asociación cultural dedicada a la distribución de libros y proyectos culturales, amplió las posibilidades de acceso a materiales y recursos.

Allí tambipen se encuentran los espacios de trabajo de la curadora y gestora cultural especializada en artes digitales y electrónicas Julieta Agriano y el escritor Carlos Godoy.

En el primer espacio además de estudios se encuentra una biblioteca integrada gracias a la colaboración con KBB  (Azotea)

Inspirada en la “herencia experimental del centro porteño de los años 60 y 70″, Azotea busca inscribirse en la línea de experimentación institucional y social como un espacio sin fines de lucro (no se realizan venta y los artistas tienen galerías en el exterior), autogestionado y autofinanciado, y dedicado a la teoría y la experimentación.

“La idea es que si alguien tiene algo que aportar para la comunidad artística, de las artes visuales, la danza, el teatro, la música o lo que sea, es organizar por lo menos una charla. Todo lo que estamos haciendo es gratuito y abierto. Así que es también intentar de revertir ciertas dinámicas muy personalistas para poder generar algo más público”, sostuvo Touzón.

El fotógrafo estadounidense Randy Armas, uno de los residentes (Juan Batalla)

En ese sentido, sostienen, Azotea surge en el medio de una crisis de los modelos tradicionales de exhibición y producción artística, acentuada en el contexto pospandémico, para impulsar la búsqueda de nuevas formas de encuentro y colaboración.

Entre los nueve estudios, dos albergan residencias temporales, que tienen una duración variable. En la actualidad, se encuentran el fotógrafo estadounidense Randy Armas y la escultora brasileña Ana Paula Oliveira.

En otra habitación se encuentra Touzón, quien trabaja con la exploración de materiales cotidianos y su transformación en arte, lo que lo llevó a experimentar con objetos como medias extraviadas en parques, integrando procesos industriales con elementos de la vida diaria para crear lo que él denomina “geometrías sensibles”.

Taller de Martín Touzón, quien fuera asistente de Leandro Erlich (Juan Batalla)

También, trabaja con neones, en esculturas móviles al estilo Calder, y telas pintadas en el suelo, alejándose de la representación tradicional con un “método que permite abrazar el accidente y la espontaneidad en el resultado final”.

A diferencia de otros creadores que integran Azotea, Macarena Aguilar se define por su vínculo con la música y la experimentación sonora: “Soy compositora y con lo que más trabajo es con la performance, más que con el objeto en la instalación y algo que puedo fijar y presentar”, explica, subrayando la naturaleza efímera y viva de su obra.

Su interés se extiende a la investigación sobre la materialidad y la relación entre vibraciones, sonido y entorno, un eje que la lleva a explorar nuevas formas de traducción del paisaje sonoro.

En su espacio, Sigismond de Vajay dice haber encontrado “el entorno ideal para explorar lo pictórico” (Juan Batalla)

En su espacio, Sigismond de Vajay dice haber encontrado “el entorno ideal para explorar lo pictórico”. El artista describe cómo su obra se mueve entre lo distópico y lo futurista, pero sin perder el anclaje en lo posible: “Trabajo mucho sobre algo futurista, pero también algo que podría pasar. También me encontré trabajando sobre la naturaleza, que tiene una fuerza impresionante. Dentro de todo el desastre siempre tengo unas cosas bastante humorísticas que no pierdan la idea de hacer un guiño a algo animado”.

A un costado del espacio, puede observarse la obra Un ou plusieurs loups (Uno o varios lobos), un trampa para animales en gran tamaño que está inspirada en un célebre caso que Freud nunca pudo solucionar: “Un zar ruso tuvo pesadillas después de haber visto a sus padres teniendo sexo, a una muy joven edad. Freud tuvo muchísimos problemas en solucionar y al final es el único drop off que hizo, dijo ‘no, no llegaré a solucionarlo’ y lo dejó ahí”.

La exploración artística de los ecuatorianos Adrián Balseca y Paula Proaño Mesías se despliega entre la experimentación material y la reflexión sobre el territorio. Desde su estudio, Balseca destaca la tensión entre realidad y ficción en su obra.

La exploración artística de los ecuatorianos Adrián Balseca y Paula Proaño Mesías se despliega entre la experimentación material y la reflexión sobre el territorio (Juan Batalla)

Su trabajo se apoya “en la investigación y la intervención en territorio, donde los proyectos dialogan con comunidades locales”. Además, su práctica incluye la manipulación de archivos y documentos, como en su exposición en Nueva York sobre la extracción de caucho en la Amazonía sudamericana, donde presentó una película en 16 mm y un periódico creado para la ocasión.

La trayectoria de Proaño Mesías se caracteriza por la creación de objetos activados mediante performance, con un enfoque en la relación entre tecnología y seres vivos. “Siento que trabajo más como con la semiótica de los materiales. O sea, cada material como que le importa algún tipo de información a lo que me interesa como expresar”, dijo a Infobae Cultura. En su obra reciente, de carácter porteño, se inspira en la imagen de vendedores ambulantes de plumeros y en el personaje ecuatoriano Sachaguna, guardián de especies andinas no humanas.

Ambos creadores, mantienen una práctica artística que oscila entre la investigación conceptual y la experimentación material, abordando temas que van desde la memoria y el territorio hasta la relación entre humanos y otras especies.

la brasileña Jessica Mein se nutre de la memoria familiar y de la tradición de las renderas de encaje del nordeste brasileño (Juan Batalla)

Por su parte, la brasileña Jessica Mein reflexiona sobre su identidad y su proceso creativo, reconociendo la complejidad de sus raíces. Su trabajo se nutre de la memoria familiar y de la tradición de las renderas de encaje del nordeste brasileño.

La experiencia de aprender técnicas textiles junto a su abuela y tías marcó su infancia, pero también la enfrentó a expectativas de género: “No me interesaba hacer las florcitas a las que me obligaban”, recuerda, subrayando su inclinación por la geometría. Esta resistencia se traduce en una obra, donde inventa puntos y patrones propios, y que realiza sobre bases poco convencionales, como bolsas de plástico para comida de animales o rejillas de cocina. En otros espacio, también se encuentra Nicolás Rodríguez, quien trabaja con instalación, objeto, pintura, video, cerámica e investigación.

En Azotea, la fertilidad, en la obra Raza, funciona como símbolo. Bajo el piso de un antiguo call center, allí entre la tierra que alguien alguna vez instaló a modo de aislante térmico, crecen ahora brotes de una búsqueda, de una comunidad, artística.

*Intermedio de Asad Raza, hasta el 31 de marzo de 2026, en el espacio Azotea, Av. Córdoba 543 4to Piso. De lunes a viernes, de 15 a 20 hs. Entrada gratuita.

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