Ainhoa Vila, psicóloga, explica por qué puedes sentirte en peligro aunque estés a salvo: “Tu cuerpo no está roto”

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Muchas personas viven en un estado constante de alarma pese a que no existan peligros que lo motiven. (Freepik)

El ajetreo de la vida diaria nos ha movilizado hacia un estado casi permanente de nervios que nos mantiene activos desde el primer momento que abrimos los ojos: tareas pendientes, las notificaciones que demandan nuestra atención, el recordatorio de todo lo que nos espera para el día…

Esto incluso se traslada a nuestras relaciones interpersonales, especialmente entre aquellas personas con tendencia ansiosa. Cualquier gesto, aunque para otros podría ser mínimo, en ellos despierta una amalgama de dudas, temores y nervios.

De esta manera, inconscientemente, la persona puede entrar en un estado de alerta: siempre buscando indicios y preparado para entrar en acción lo más rápido posible. Este mecanismo de supervivencia, sin embargo, también puede activarse incluso cuando no hay ningún peligro que lo motive.

Aunque la mente sepa que el peligro ha pasado, el sistema nervioso puede no haber captado la señal o no haberla recibido. (Freepik)

“¿Por qué te sientes en peligro aunque sabes que estás a salvo?“, pregunta la psicóloga Ainhoa Vila a través de su cuenta de TikTok (@ainhowins). La experta, que explica cuestiones relacionadas con la salud mental a través de la ciencia y la conducta, se centra en esta ocasión en esta sensación de amenaza perpetua. ”Lo que te voy a contar puede moverte muchísimo por dentro, pero te prometo que va a darle sentido a muchísimas cosas que estás sintiendo sin saber el porqué“.

El cuerpo como un guardia constantemente vigilante

Vila descarta que el hecho de que el cuerpo viva en amenaza no ocurre “porque te sientas débil”: “Vive en amenaza porque aún no ha recibido la noticia de que el peligro ya ha pasado”. Esto significa que, aunque la mente lo sabe, el mensaje no ha llegado a calar en el sistema nervioso, que “sigue actuando como si tuviera que sobrevivir”. Así, “cada ruido, cada silencio o cada mirada puede activar esa memoria corporal de miedo”.

La psicóloga lo ejemplifica a través de la figura del guardia, que sería el cuerpo: “El edificio está vacío, pero él, sin embargo, sigue vigilando y nunca nadie llegó a decirle que ya podía descansar y parar su turno”. Así, continúa con su linterna recorriendo los pasillos de una estructura en la que no queda nadie, pese a que ya no sea necesario que siga con su tarea. Cualquier ruido que escuche solo contribuirá a aumentar ese estado de alarma.

Ainhoa Vila explica que, para tratar estos casos, es necesaria la regulación somática: “Es una técnica empírica que se utiliza para enseñarle al cuerpo que ya está a salvo. Se hace con el movimiento, con la respiración y con la presencia. No con palabras, sino con la experiencia física”. Y es que no resulta eficaz intentar mandarle mensajes al sistema nervioso indicándole que el peligro ha pasado, sino que tiene que comprobarlo por sí mismo. Así, técnicas de relajación y el mindfulness pueden ser muy efectivos en este sentido.

“Al inicio, sentir seguridad puede dar muchísimo miedo, porque es algo que tu cuerpo no es capaz de reconocer todavía”, explica la psicóloga, más aún entre quienes no están acostumbrados a sentir esa calma. “Pero, con el tiempo, esa paz que antes podía parecer ajena empieza a sentirse como hogar. Entonces, tu cuerpo no está roto, solo necesita permiso para soltar a ese guardia”.

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