Una rotura de cadera que le impidió seguir bailando y la separación al volver de su luna de miel la llevaron a vivir el yoga fuera del mat

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Erica Di Cione (42) tuvo una especial conexión con su cuerpo toda la vida, pero un accidente impensado en un momento de poco esfuerzo, la llevó a realizar el primer cambio en su vida. Así comenzó un camino de toma de decisiones y transformaciones que la llevó a publicar su libro “Yoga fuera del mat” donde abre su corazón y propone una nueva mirada hacia la práctica del yoga.

Una cirugía para romper el fémur

Erica es de Santa Teresita, partido de la costa. Desde chica que estuvo vinculada a su cuerpo, hizo danza aeróbica deportiva y gimnasia deportiva. Cuando terminó el secundario, por consejo de una profesora, se preguntó: “¿Qué podría dar al mundo que me genere tanto placer si el mundo fuese abundante conmigo y no necesitara dinero y lo pudiera hacer gratis?”. Entonces se propuso enseñar a través del movimiento. Por consejo de su padre estudió la carrera de Educación Física en Buenos Aires y al terminar consiguió una beca en la Escuela Nacional de Danzas donde estudió cuatro años y luego estudió teatro cuatro más en la escuela de Agustín Alezzo.

Erica Di Cione

Un día, cuando Erica tenía 23 años, estaba elongando sentada en el piso con las piernas separadas previo al comienzo de una clase y no se pudo mover más: en ese momento se le rompió el cartílago del fémur de ambas piernas. Estuvo dos años dolorida yendo de médico en médico hasta dar con el indicado. Cuando supo de la operación que le tenían que hacer no podía parar de llorar, en paralelo Erica trabajaba la parte emocional haciendo biodecodificación. “Yo en realidad me rompo la cadera porque tengo la parte alta de la pierna chuequita para adentro y al haber hecho danza tantos años en donde se trabaja excesivamente la rotación externa, mis cartílagos se desgastaron y se rompieron. Me tenía que hacer una operación con 19 puntos en cada pierna, clavos, era una locura”, cuenta Erica. Ella tenía los cartílagos rotos pero en la cirugía le tenían que romper el fémur y ella no quería, coincidían con el médico en que era mucho riesgo siendo tan joven. Entonces el doctor le hizo una palmadita y le dijo “Gordita, empezá yoga”.

“El mundo que yo estaba forzando que fuese mío no era mi mundo”

Sin ningún cuestionamiento al día siguiente Erica comenzó clases de yoga. Se considera fanática del cuerpo y ama la anatomía y fisiología por eso sabía que tenía que fortalecer para lograr una buena masa muscular y de ese modo descomprimir los dolores articulares. Así que empezó su propio camino de sanación física. Estuvo nueve años haciendo yoga y empezó a descubrir un mundo nuevo que le gustaba. Un día por control se hizo una tomografía en la cadera y la lesión en los cartílagos había desaparecido. “Se soldó de nuevo, espectacular. Yo siento que soy un claro ejemplo de que cuando uno trabaja, revisa y se hace responsable de la historia que tiene podemos revertir lo que nos sucede. Yo siento que la cadera me estaba diciendo que el mundo que yo estaba forzando que fuese mío no era mi mundo”, analiza Erica.

Erica viajó a la India para su luna de miel

Una luna de miel llena de mensajes

Erica se casó y planificó su luna de miel en la India, su primer viaje a aquel país que ignoraba que sería un destino que le traería un cambio de vida impensado en ese entonces.

Recuerda que antes de viajar recibió una solitud en su red social de, lo que ella vio en ese momento como “un tipo vestido de naranja con barba, morocho”. Vio que tenían una amiga en común y su amiga le dijo “Aceptalo, es mi maestro. Es un monje tántrico que vive en los Himalayas”. Intercambiaron algunos mensajes y él le contó que iba a estar en Argentina pero coincidía con la fecha de la luna de miel de Erica.

Si bien fue un viaje turístico, Erica vivió una conexión con el lugar y diferentes cosas que le fueron sucediendo que no las entendía o no podía creerlas. Por ejemplo, allá a cualquier maestro de yoga se le dice gurú y en aquella luna de miel habían contratado un chofer que estaba con ellos todo el tiempo y la presentaba a los demás como gurú. Erica le preguntó por qué hacía tal cosa, y él le respondió “Porque vos este año te vas a hacer gurú”. Pero a Erica no le daban las fechas, ya era el mes de septiembre.

Otro día estaban en un restaurante y se les acercó un señor que leía las manos. A su entonces marido le dio información del trabajo, de fechas, de cosas específicas. A Erica tan solo la miró y le dijo “Vos el año que viene volves a India sola”, algo impensado para ella que recién se casaba y proyectaba tener hijos.

Junto a su maestro

Estando allá quiso aprender más y escribió al monje que la había contactado por la red social para saber si daba formaciones de yoga. Le respondió que ese sábado comenzaba una en Buenos Aires, intensiva, de tres meses, viernes sábado y domingo, nueve horas por día. “Yo entre en crisis cuando volví de India, de replantearme mi vida, mis elecciones, mis amistades, la vida que estaba eligiendo. Y para mí llegar un jueves y el viernes ya estar con él, que me cocine comida de la India, que me comparta conocimiento fue lo mejor que me pudo pasar en la vida”, se sincera Erica. Para diciembre, tal como se lo había predicho el chofer de su luna de miel, Erica comenzó a ser instructora o gurú.

Erica empezó el siguiente año separada y se fue en marzo sola a la India. Ya fue once veces, todo lo que ahorraba cada mes era para poder comprarse el pasaje, además cuenta con un grupo de alumnas que le han ayudado a poder viajar al Festival de Yoga por ejemplo. “Son personas muy valiosas para mí, que siempre me han impulsado a más, que me han enseñado que yo podía mucho más de lo que creía poder, para mí son mi familia”.

En un viaje post pandemia, luego de siete días de cuarentena, el señor del hotel la autorizó a cruzar al bar de enfrente. Estando allí conoció a Daisy May Queen, con quien habló hasta las nueve de la noche y formaron una amistad. Hoy arman juntas viajes grupales a la India.

Qué es el yoga fuera del mat

Su conexión con la India y ser yogui le cambió la vida

En aquel segundo viaje a India, con una experiencia de nueve años practicando yoga y destrozada emocionalmente por su reciente separación, Erica fue al Internacional Yoga Festival en el norte de aquel país donde se reúnen maestros de todo el mundo. Caminando por la calle vio un pasacalle de promoción que decía que la verdadera práctica es fuera del mat. “Ahí es como si me hubiese caído una ficha y entendí que lo que yo hacía era yoga, pero era solo una parte. Yo no te puedo explicar la sensación cuando leí ese título, me dí cuenta de que no entendí nada hasta el momento”, cuenta Erica. Aquel viaje de una semana la llevó a un cambio de pasaje y se quedó dos meses.

“Yo soy muy estructurada, soy taurina, y dije acá se respira yoga. El yogui es una forma de ser y estar en el mundo, es tu forma de habitar tu existencia, no tiene que ver con la practica física”, dice Erica. Durante la hora en que uno practica sobre el mat empieza a transformar su energía, a eliminar toxinas físicas, mentales, emocionales y energéticas. “Sos otro el que sale del mat, durante esa hora vos experimentás una maravillosa transformación y es un lugar de entrenamiento. Porque vos coordinas tu respiración con los movimientos y eso nos coloca en el momento presente, nos ayuda a entrenar la presencia para que cuando salgamos del mat seamos presencia en nuestra existencia”, explica Erica. Llevado a la práctica diaria sería poder estar dando una clase y estar en mente y cuerpo ahí, o lo mismo cuando se entabla una conversación con alguien, es no dejar ir a la mente. “Me salgo de ese momento porque es la naturaleza, la mente siempre nos lleva hacia lugares, hacia el pasado, hacia le futuro, pero es poder registrarlo y volver al momento presente”, asegura Erica.

Fue por una semana y se quedó dos meses

El concepto del yoga fuera del mat es una forma de ser y de estar en el mundo en coherencia, en verdad, en amor, en compasión, en poder registrar cuando estamos en un momento que nos sentimos en calma o si una charla nos genera incomodidad, si nos genera dolor de panza, es escuchar nuestro cuerpo. “Si cuando salimos del mat o de ese ratito de clase podemos estar en coherencia, entender que el cuerpo es el vehículo a través del cual el alma se expresa y alimentarnos de forma que nos nutra el cuerpo, la mente y nos expanda la energía, y podemos meditar y tener vínculos sanos que nos nutran entendiendo que el alimento es todo lo que ingresa por nuestros sentidos”, explica Erica. Entonces es elegir que lo que veamos sea amable, que lo que sintamos en nuestro cuerpo sea agradable, todo ello nos hace ser un yogui completo y alienta a no limitar la práctica solo al momento del mat.

Transformar el dolor en una visión positiva

Su cuenta de Instagram tiene más de 200 mil seguidores, comparte ejercicios pero también disfruta de escribir y es una herramienta de catarsis para ella. “Me pasaba algo y yo me preguntaba ¿cómo lo puedo transformar esto en una visión positiva para compartirlo en redes y que eso le sirva a otra persona?, mi Instagram está muy basado en escribir cosas desde un dolor mío, desde un problema mío no resuelto, desde mis trabas pero encontrándole el lado positivo para que sume”, explica.

Su libro “Yoga fuera del mat” es autorreferencial, por supuesto que con un marco teórico de los siete chakras, pero con historias propias de Erica para lograr un libro más cercano a la gente. “Limitar la práctica a que sea en el mat para mí es achicarla mucho. A mí la filosofía del yoga me ha ayudado mucho a entender mis procesos personajes y explicar esos procesos personales me ayuda a darle un entendimiento mucho más profundo, holístico y no tan personalizado. Charlamos con la gente y a todos nos pasan las mismas cosas, todos tenemos que trabajar sobre las mismas heridas, algunos más, otros menos”, dice Erica. Asegura que la mirada del yoga le enseñó a no tomar las cosas de manera personal y a mirar la vida desde otra perspectiva, y esto es lo que busca compartir con su libro.

La experiencia de escribir el libro fue un abrir su corazón, empezaba a escribir y sentía que no podía parar, Erica siente que volvió a conectar con esa gratitud que sintió en que cada uno de esos momentos que vivió. “Hubo capítulos, por ejemplo, el que hablo del enojo que me costó un montón escribirlo, de hecho lo tuve que dejar y volver a agarrarlo unos días después porque me di cuenta de que esa herida que yo estaba contando que había sucedido no estaba del todo sanada. Entonces lloraba mientras lo escribía, algunos capítulos llorando de gratitud por haber vivido esa experiencia más allá de que en ese momento haya sido dolorosa y de gratitud por haber podido trascenderla y hoy ser una mejor versión de mí. Y en otras dije esto no está resuelto y tuve que ir a hacer una constelación”, concluye Erica.

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