Hay coincidencia entre analistas políticos y económicos en que el escenario electoral será más favorable para el gobierno nacional en la medida que la alianza La Libertad Avanza supere el 35% de los votos en el orden nacional. Cada dígito por debajo de esa marca lo conducirá a un escenario más decepcionante. Y así como superar el 40% desataría la euforia de los libertarios, una caída por debajo del 30% sería considerada catastrófica.
Pero más allá de los números de las urnas y de la guerra de relatos acerca de la interpretación de sus resultados, la verdadera batalla política no terminará en la noche del domingo de elecciones, sino que comenzará al día siguiente y probablemente enfrente a Javier Milei contra sí mismo. De su capacidad para negociar a partir de ese momento con sus aliados naturales y con sectores dialoguistas de la oposición, y de su predisposición, hasta ahora limitada, para compartir el poder, dependerá el éxito o el fracaso de la segunda mitad de su gestión presidencial.
Se ha conjeturado en medios cercanos al Presidente que Milei tendría al menos dos opciones de gabinetes alternativos: una por si le fuera mal en los comicios de este domingo y otra por si le fuera mejor. A menos de que el primer mandatario esté convencido de que al oficialismo le irá extraordinariamente bien en las urnas y crea que puede seguir el principio de que el equipo que gana no se toca, todo indica que, cualquiera que sea el resultado electoral, los cambios en la conformación del Gobierno deberán ser trascendentes. Deberán apuntar a redefinir las alianzas tanto parlamentarias como a nivel de los gobernadores, con vistas a procurar la sanción en el Congreso de las reformas estructurales pendientes.
El politólogo Andrés Malamud formuló en las últimas horas una interesante advertencia, sobre la base de los últimos comicios que han tenido lugar en América Latina. Recordó que, en los últimos cuatro años, en nada menos que 13 de las 16 elecciones registradas en esta región triunfaron fuerzas políticas nuevas, tales como La Libertad Avanza. Pero de los 18 partidos políticos fundados en lo que va de este siglo XXI que ganaron elecciones hasta 2020, 11 se disolvieron o se tornaron irrelevantes.
Las experiencias políticas sostenidas por novedosos líderes emergentes que pretenden romper con el sistema tradicional pueden resultar muchas veces efímeras si carecen de coaliciones sociales de base duraderas y de estructuras partidarias que les den sustento. Una señal de alerta que brindó la derrota en las elecciones provinciales bonaerenses de septiembre fue la pérdida de apoyo activo al gobierno de Milei por parte de un sector que dos años atrás fue decisivo para su llegada a la Casa Rosada: el segmento de los más jóvenes.
Es probable que si los varones de 18 a 25 años de edad no hubieran votado en 2023, hoy Sergio Massa sería presidente de la Nación. Recuperar el apoyo de ese segmento juvenil y evitar que muchos de esos jóvenes se queden en sus casas en lugar de concurrir a las mesas de votación fue uno de los objetivos de la campaña de Milei en las últimas semanas. Ese propósito explica las características del acto en el Movistar Arena, donde el Presidente pretendió brillar como rockstar, al igual que spots televisivos especialmente dirigidos a persuadir a aquel grupo etario de acudir a las urnas.

La apuesta de Milei pasa por un crecimiento de la participación electoral, que en las fatídicas elecciones bonaerenses fue de apenas el 61%, y por la posibilidad de que en buena parte del electorado que lo ayudó a ganar el balotaje presidencial de 2023 y que hoy duda entre ir o no ir a votar se active el sentimiento antikirchnerista asociado a la idea del voto útil. Este domingo sabremos si, en ese segmento, el miedo a volver al pasado es más movilizador que la bronca frente a un presente que dista de ser el que esos electores esperaban.
Los interrogantes que plantean estos comicios no son pocos. El primero es cuánto afectará al oficialismo la enorme oferta electoral, suscitada por la numerosa presencia de fuerzas políticas pequeñas que, de haber existido el filtro de las primarias abiertas (PASO), no estarían este domingo en la boleta de votación en la gran mayoría de los casos. Otra duda es cómo afectará el ánimo del votante bonaerense el efecto residual del caso Espert y la aparición de su foto en la boleta electoral, pese a que ya no es candidato.
El oficialismo mileísta sueña con que la estrategia polarizadora con el kirchnerismo le permitirá alcanzar un mínimo de 12 diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires sobre un total de 35 que se eligen y al menos 6 en la Capital Federal sobre un total de 13, además de 2 senadores en este distrito. En el orden nacional, aspira como propósito de mínima a superar junto con sus aliados de Pro los 86 diputados, que representarían el tercio de la Cámara baja, indispensable para defender vetos presidenciales. Lograr esa misma finalidad en la Cámara alta -donde necesitaría 24 senadores- podría ser algo más complicado.
Pero el oficialismo no podrá conformarse con blindar su gobierno con un tercio de legisladores si realmente pretende avanzar hacia las llamadas reformas de segunda generación, como la laboral o la tributaria; si definitivamente quiere tener una ley de presupuesto sancionada por el Congreso, y si aspira a cubrir un tercio de vacantes que existen en los juzgados federales y nacionales, para no hablar de una Corte Suprema de Justicia que hoy funciona con tres de sus cinco integrantes.
El resultado electoral podrá inquietar a muchos, pero es sabido que, aun cuando incremente su número de bancas legislativas, el oficialismo requerirá de acuerdos políticos más amplios para poder imponer su agenda legislativa. De ahí que la atención haya estado más concentrada en las últimas horas en la reconfiguración del gabinete ministerial de Milei y en las luchas internas que estos cambios han desatado.
Entre los varios interrogantes que afloran en estos momentos, el más inquietante guarda relación con el futuro del jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Precisamente, porque se trata de la figura más dialoguista que ha podido exhibir el Gobierno en sus casi dos años de gestión. Si se hace lugar a los rumores según los cuales este podría ser desplazado por Santiago Caputo, ¿cómo se leería el hecho de que deje el Gobierno el hombre que, mediante su capacidad de negociación, permitió la sanción de la Ley Bases?

Otra hipótesis es que el joven Caputo fuese designado ministro del Interior, para manejar las relaciones con los gobernadores provinciales. Claro que ese movimiento implicaría la salida del actual titular de esa cartera, Lisandro Catalán, de íntima confianza de Francos.
Junto a la falta de certezas sobre el futuro de la Jefatura de Gabinete, y la posible llegada del super asesor presidencial a un cargo formal, subsisten otras dudas. Por ejemplo, cómo sería el nuevo equilibrio de poder entre Santiago Caputo y Karina Milei, y si figuras cercanas a Mauricio Macri tendrían reservado algún lugar con la renovación del elenco gubernamental, al margen del probable aterrizaje de Guillermo Montenegro en el Ministerio de Justicia, que dejará en las próximas horas Mariano Cúneo Libarona.
Por el momento la principal señal que ha dado el Presidente es la que se vio forzado a anticipar tras la decisión de Gerardo Werthein de renunciar a la Cancillería en discrepancia con ataques a su gestión atribuidos al propio Santiago Caputo. Con la designación del secretario de Finanzas, Pablo Quirno, en su reemplazo, Milei demostró que, además de fortalecer a su ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, priorizará las relaciones carnales con el gobierno de Donald Trump y las relaciones económicas en materia de política exterior.
Una segunda señal de Milei estuvo dada por su anuncio de que, fiel a su “bilardismo a ultranza”, con los resultados electorales sobre la mesa, no dudará en reacomodar el gabinete para poder cumplir con los objetivos de su gestión.
No despeja esa declaración quiénes y cómo manejarán con los gobernadores provinciales y con los parlamentarios las negociaciones tendientes al cumplimiento de aquellos objetivos y a asegurar la gobernabilidad. En 19 provincias, el oficialismo nacional competirá mañana con los oficialismos provinciales en las urnas. ¿Cómo será el diálogo con los mandatarios de esos distritos? ¿Estará el mileísmo dispuesto a deponer sus ambiciones electorales para dentro de dos años allí donde los oficialismos locales resulten victoriosos este domingo? ¿Qué garantías les ofrecerá Milei de que así será?
Lo cierto es que cuanto más desfavorable resulte el escenario político emergente de las elecciones para el Gobierno, más compleja será cualquier negociación, con el riesgo de que implique una dinámica transaccional que pueda poner en peligro el equilibrio fiscal. Si La Libertad Avanza alcanza una performance electoral respetable, la solución coalicional podría llegar a ser atractiva para algunos gobernadores, pero si su elección no es tan buena, los acuerdos de gobernabilidad tal vez exijan transferencias de recursos del Estado nacional u obras públicas que hoy no contempla el gobierno de Milei. Aunque quizás el amigo americano Donald Trump pueda ayudar acercando inversiones que puedan beneficiar a ciertas provincias.
